Escribe Mister Arkadin
¿Quién es Zodiac?
A finales de los años sesenta, la ciudad de San Francisco se vio envuelta en una serie de crímenes, de los que fue protagonista un excéntrico asesino que se hacía llamar Zodiac. ¿Existió en realidad tal personaje? ¿Fue alguien publicitado, y creado, por la prensa que utilizó su nombre como forma de elevar cuotas periodísticas o televisivas? ¿Un juguete que se rompió o desechó cuando se consideró que ya no era rentable? ¿Una realidad o una ficción lanzada a un mundo asustado o deseoso de protagonismo?
El asesino Zodiac necesitaba la prensa para darse a conocer. Sería la letra escrita la que confirmase su propia historia. Lo hizo a partir del libro escrito por una de las personas que vivió los hechos, que se iniciaron a finales de la década de los años sesenta del pasado siglo. Esa persona es Robert Graysmith, caricaturista del periódico San Francisco Chronicle quién, junto al periodista Paul Avery, llevó a cabo la investigación periodística de los acontecimientos para el periódico en el que trabajaban. Bob era aficionado, además, a resolver crucigramas, lo que le llevó a interesarse por los mensajes cifrados que enviaba a los periódicos el asesino que se hacía llamar Zodiac.
El 1 de agosto de 1969 llegaron a tres periódicos los primeros mensajes cifrados del asesino. Se trataba de dos periódicos de San Francisco (San Francisco Chronicle, San Francisco Examiner) y uno de Vallejo (Times Herald). El mensaje era claro, ya que lo enviaba quien había cometido unos crímenes. Exigía que se publicasen. Si no se hacía lo que decía, y no se procedía a descifrar su escrito, volvería a matar. El símbolo, que aparecía al final del texto como firma, fue identificado como un signo del Zodiaco, de ahí el nombre con el que se conocería desde entonces al asesino.
Los asesinatos de Zodiac comenzaron en diciembre de 1968 y tuvieron lugar a lo largo de un año. El último asesinato que se le asignó a Zodiac fue en octubre de 1969. En total, fueron cinco las victimas repartidas entre Benicia, Vallejo, Lake Berryesa y San Francisco. Se considera que atacó en total a cuatro hombres y tres mujeres cuyas edades oscilaban entre los 16 y los 29 años.
El caso Zodiac fue investigado, sin prácticamente coordinación, por varios departamentos de Policía, pero muy especialmente por la Policía de San Francisco, siendo los encargados del caso los inspectores David Toschi y William Armstrong, el primero de los cuales fue acusado de haber escrito una de las cartas atribuidas a Zodiac (posteriormente fue absuelto de tal cargo).
El Departamento de Policía de San Francisco decidió cerrar la investigación en 2004, aunque el pasado año se volvió a abrir. A lo largo de los años en que el caso estuvo abierto se investigo a más de dos mil quinientas personas, pero nunca hubo una prueba concluyente que determinara que una de ellas era el asesino.
Las máximas sospechas recayeron, entre otros, sobre Rick Marshall, Bruce Davis (formaba parte de “la familia” Manson), y, muy en especial, sobre Arthur Leigh Allen, un pederasta, expulsado de un colegio, que poseía un reloj de la marca Zodiac y era admirador de la película The most dangerous game (El malvado Zaroff, 1932) dirigida por Ernest B. Schoedsack, el creador de la celebre King Kong (1933), en colaboración con Irving Pichel. Uno de los mensajes cifrados de Zodiac hacia alusión al personaje de la película, el malvado Conde Zaroff.
En su correspondencia con los medios de comunicación (bien fuera una o varias personas quienes escribieron los mensajes), Zodiac se llegó a atribuir personalmente el asesinato de treinta y siete personas, algo que la policía siempre negó.
Basado en el caso de ese asesino, Donald Siegel filmó Harry el sucio (1971), una muy libre versión de la historia de Zodiac y que se desarrollaba, al igual que en la realidad, en San Francisco. La película de Siegel, a la que injustamente se la atacó en el momento de su estreno, por parte de la crítica, de poseer planteamientos fascistas, consiguió un gran éxito de publico. Eso hizo posible que su personaje protagonista, el detective Harry Callahan, continuase sus investigaciones a lo largo de títulos sucesivos, no siempre utilizando métodos ortodoxos (1). Con ellos siguió creciendo la popularidad del actor Clint Eastwood (iniciada ya en los excelentes westerns que rodó para Sergio Leone en Italia), que fue quien dio vida a lo largo de la serie al detective Harry Callahan.
También el personaje de Gemini Killer, interpretado por Brad Dourif, de El exorcista III (1999) dirigido por William Peter Blatty, está trazado siguiendo las huellas del asesino Zodiac.
Hay otras películas norteamericanas basadas directamente en la historia de Zodiac, además de la dirigida por David Fincher. Citaré dos obras realizadas para televisión: la primera se titula The Limbic region (1996) de Michael Pattinson, y la segunda es The Zodiac (2005) de Alexander Bulkley.
La historia de este asesino desconocido y cuyos delitos ni siquiera se puede saber cuáles, ni cuántos fueron, de todos los que él mismo se achacó, ha generado una inaudita fascinación por parte de muchas personas, que, incluso, han llegado a glorificar a tan siniestro y negativo personaje al que algunos norteamericanos, y no todos jóvenes, le han llegado a considerar como alguien digno de imitación: una especie de héroe, en suma. Algo duro, terrible y que nos habla a las claras de la existencia de una sociedad enfermiza que encuentra en la basura su supervivencia.
¿Quién es David Fincher?
La fama de Fincher, o mejor sería decir cuando alcanza un cierto reconocimiento como cineasta, procede de Seven (1995). Unos años antes había rodado su primer largometraje. Fue la tercera parte de uno de los filmes de culto de ciencia ficción: Alien, el octavo pasajero (1979) de Ridley Scott. La película de Fincher se titula Alien 3 (1992). Entre medias de una y otra película está Aliens, el regreso (1986), de James Cameron. Pero la historia de Fincher con las imágenes había comenzado unos años antes.
David Fincher nació en Denver, Colorado, en 1962. Desde muy pequeño había sentido la “llamada” de la dirección cinematográfica. Fue cuando vio Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) de George Roy Hill.
La entrada de Fincher en el mundo del cine se produce cuando trabaja en la “factoría” de George Lucas. Colabora en títulos tales como El retorno del Jedi (1983) de George Lucas e Indiana Jones y el templo maldito (1984) de Steven Spielberg. Durante estos años ochenta también se va especializando en la realización de spots publicitarios. Fincher ha realizado notables anuncios para Nike, Coca-Cola, Pepsi, Levi’s, Channel… A partir de 1990 alterna los anuncios para determinadas marcas con vídeo clips. Es en ese año cuando realiza el ya clásico vídeo clip para el álbum de Madonna Inmaculate Collection. También en 1990 se casa con Donya Florentino, de la que se divorciará en 1995. El hijo del matrimonio se llamará también David.
En 1992, tal como se ha indicado, rueda su primer largometraje. Después de Seven realizará otros: la más bien tramposa The game (1997), la discutible El club de la lucha (1999), la desasosegante La habitación del pánico (2002) y la importante Zodiac (2007). Actualmente realiza El curioso caso de Benjamin Button, sobre un libro de Scott Fitzgerald y en la que por tercera vez trabaja con uno de sus actores favoritos: Brad Pitt. Nada más terminar este filme tiene previsto realizar otro. Sería Cita en Rama. Nuevamente una adaptación literaria, pero en este caso de Arthur Crarke, famoso escritor de ciencia-ficción, autor de una de las obras más grandes del género: 2001, una odisea del espacio (1968), dirigida por Stanley Kubrick. Fincher piensa contar para ese filme de ciencia ficción con Morgan Freeman.
El hecho de que realice varios largometrajes no quiere decir que Fincher haya abandonado a sus “artistas”, a los que promociona a través de sus video-clips. Los ha seguido haciendo, aunque, lógicamente, con menos regularidad. Algunos de sus trabajos han sido sobre canciones de George Michael, Sting, Iggy Pop, Rolling Stones, Michael Jackson…
El nombre de Fincher ha estado unido a muchos proyectos que no llegaron a pasar a sus manos. Fue en quien se pensó dirigiera Hannibal (2001) de Ridley Scott o La Dalia negra (2006) de Brian de Palma. También estuvo a punto de rodar Spideman (2002) de Sam Rami o Batman begins (2005) de Chistian Nolan.
Zodiac, de David Fincher
El guión de Zodiac es obra de James Vanderbilt y parte del libro que escribiera Robert Graysmith, como producto de una agobiante investigación llevada a cabo a lo largo de mucho años. Bob vivió aquellos hechos desde un principio, al ser uno de los protagonistas de los acontecimientos, ya que trabajaba como caricaturista del diario San Francisco Chronicle. Su gran afición a “jugar” con los crucigramas le llevó a estudiar con detenimiento las misivas que enviaba el asesino. Al tiempo, entabló amistad con uno de los periodistas marcados por el dardo amenazador de Zodiac, Paul Avery. Ambos, en su caminar para encontrar noticias, conocieron a los investigadores encargados del caso y pertenecientes al Distrito de San Francisco.
Lo que Bob inició como un juego, se fue convirtiendo en una obsesión que amenazó con romper sus relaciones tanto familiares como personales. Terminó por transformarse en el obseso perseguidor de una verdad que se le escapaba. La película muestra cómo poco a poco el personaje va desembocando, prácticamente, en una locura personal. Es un individualista solitario a la búsqueda de un sueño imposible. De esa forma, su imagen sería representativa de la de muchos frustrados compatriotas. Un deambular, el de todos ellos, por un paisaje nocturno en el que cualquiera puede ser engullido o destrozado.
El estilo de la película es nervioso, rápido. El montaje alterna situaciones y personajes, adelantándose una y otra vez en el tiempo. Una crónica periodística narrada de una forma periodística, sin pausa, como manera de estar siempre en el lugar correcto y en el mismo instante en que se producen los hechos.
La noche y los cruces de unos a otros personaje son los determinantes de esta historia tenebrosa en la que se intercambian las acciones: crónica del suceso y el suceso en sí, búsqueda y amenaza, silencio y espera. Y sobre todo miedo, oscuridad y lluvia. Las conversaciones no se mantienen sólo de una parte, pasan de aquí a allá, de unas personas a otras. Continúan en progresión, pasando de los policías a los periodistas, de los periodistas a los policías, de los periódicos a la televisión, de unos personajes a otros, de un tiempo a otro diferente. Lugares, espacios y tiempos forman un todo dentro de una película densa, difícil de seguir en algunos momentos…
El estilo del spot se apodera del filme. Ese hecho no siempre se corresponde con la calidad de la películas. En muchos casos actúa de forma contraria. No es este el caso. Fincher, como hiciera en Seven, allí con menos sabiduría, aunque tuviera buenas intenciones e ideas, dibuja Zodiac desde su personal estilo: un estilo bebido de sus pequeños o grandes trabajos promocionales. El resultado es perfecto. Su película es una de las grandes cotas alcanzadas por el cine moderno, al integrar sabiamente la “forma” del anuncio publicitario en la realización de un largometraje. Una forma de hacer que aparece en otros directores y que, como es lógico, ha producido tanto debacles como buenas películas. El cine de Ridley Scott deambula también por estas arenas movedizas por las que transita Fincher.
En una secuencia del filme, el inspector que ha seguido el caso decide salirse de una sesión de cine. Está viendo Harry el sucio. Él, como profesional, no puede aguantar lo que considera una simple ficción. Es lo que opina: eso refleja la película de Siegel. Su vida no es aquella que contempla, tampoco la historia de Zodiac se refleja en la película. Es su sentir, claro. No el de un crítico de cine.
Lo realmente importante de esta escena es la forma de estar narrada. Admirar, como de pasada, esa secuencia expresa tantas cosas. Bastan tres breves planos. Allí, en el cine, está también Bob, que observa cómo el policía abandona la sala. Uno y otro han ido al cine acompañados de sus mujeres, seres que parecen representar muy poco en sus vidas, absorbidas por una serie de trabajos y preocupaciones. Los pequeños planos explican convenientemente una situación al indicar todo lo que son y sienten esos seres. Sobran, como en el resto de la película, explicaciones. Plano de uno y de otro personaje, de la película que se proyecta, del policía en la puerta del cine. En este plano, con el que concluye esta secuencia, vemos al inspector en primer termino, solo al principio. Después observamos cómo detrás de él van apareciendo los espectadores a la medida que salen de la sala de proyección. Uno se adelanta a los demás y se acerca al policía. Se dicen unas frases, luego cada uno sigue su camino. El que se ha acercado a Dave es Bob. Éste, que se ha quedado hasta el final de la película, le dice, poco más o menos, que el “malo” ha muerto de un tiro. Ambos se miran. Saben que es una mentira enunciada por el filme para que los espectadores salgan de la sala con el regusto de un final feliz. El malo, el asesino, ha sido cazado. La gente “normal” puede seguir viviendo en la realidad de fuera, sin miedo. Eso se dice ahí dentro, en el cine, fuera sigue siendo de noche. Probablemente al salir a la calle, porque a lo mejor, como siempre, llueve, el agua calará a las personas. Será cuando tomen contacto con la realidad. Entonces volverán a sentir un escalofrío al darse cuenta que están “fuera”. El momentáneo triunfo del bien ha dado paso al convencimiento del fracaso.
Y es que ahora, ante todo, se sabe que Zodiac no es uno, sino muchos. Alguno, por tanto, sigue ahí fuera vivo, esperando, esperando.
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(1) De ahí que la película de Siegel fuese tachada de fascista. Algo que también le echarían en cara a Michael Cimino cuando realizó Manhattan Sur (Year of the Dragon, 1985). En ambos casos se confundía al personaje (y sus métodos) con la “mirada” de la película o del director. En un momento de Harry el sucio, Siegel muestra, muy claramente, por medio de su realización, cómo el pensamiento de la película no se corresponde con los métodos del personaje principal. Una cosa es el policía que protagoniza la acción y otra la “idea” del filme. El momento que queremos reseñar es aquel en que Harry detiene al sospechoso en el punto central de un estadio. El policía comienza a darle patadas, a descargar su violencia sobre el joven sospechoso. Siegel se distancia del momento, de lo que allí ocurre, utilizando un simple movimiento ascendente en grúa. Con la “subida” de la cámara la imagen se va “separando” del protagonista, huye de él. No quiere, en definitiva, hacerse partícipe del momento. Perfecta forma de abandonar al personaje principal: se le deja sólo sumido en su violencia.