El regreso de uno de los grandes de los setenta
Escribe Juan Francisco Álvarez
Sorprende que el director de Zodiac, David Fincher, haya sido el artífice de la resurrección del compositor David Shire para el gran cine. Un director que nos tenía acostumbrados a contar con Howard Shore (Seven, The Game, La habitación del pánico), recupera a un David Shire condenado a desaparecer en el oscurantismo de la realización de la música para telefilmes de la tarde de los domingos.
Sin embargo, todo esto tiene una explicación lógica.
Fincher no quería música para su película, sólo iba a ubicar en el metraje canciones de la época (finales de los sesenta y principios de los setenta), pero en el rodaje de la misma se atrevió a utilizar unos temp tracks (música preexistente de otro filme que utiliza el director como referencia y que se suele sugerir al compositor para que cree algo similar o parecido para el producto final deseado). Curiosamente, Fincher y su encargado de sonido, Ren Klyce, decidieron utilizar como temp tracks en Zodiac la música de David Shire para la película de Francis Ford Coppola de 1974, La conversación. Una música que, tanto por época como por ambientación, casaban a las mil maravillas con las imágenes de Zodiac. Una música que a pesar de sustentarse en el piano como instrumento protagonista, sabe recrear una atmósfera de tensión y suspense que esta historia también requería.
Así pues, cuando Fincher decidió buscar compositor para dotar a Zodiac de música, pensó que nadie mejor que Shire para hacer algo similar a la música de Shire. Éste se mostró muy contento y orgulloso al comprobar que estaban utilizando su música de The conversation como temp tracks y al encargársele la composición de la música original manifestó que su música para el filme de Coppola funcionaba bien con la película, pero que Zodiac requería más tensión y una atmósfera musical más extraña y oscura que la que tenía esta primera película. Por ello decidió dotar a su nueva música para Zodiac de una gran orquesta y, sobre todo, de las cuerdas para propiciar ese ambiente de tensión y oscuridad.
Pero, ¿quién es David Shire?
A estas alturas, y aún a pesar de haber realizado la partitura para este Zodiac que nos ocupa, no es ningún pecado reconocer que no se sabe quien es David Shire, pues si bien fue todo un gran maestro en la música de cine de los sesenta y setenta, su desaparición posterior del cine durante más de dos décadas con sólo alguna cosa deseable, hace de este gran compositor un autentico desconocido entre los nuevos cinéfilos.
David Shire nace en Buffalo el 3 de julio de 1937 y sus inicios en el mundillo musical se deben a sus arreglos para televisión y musicales de Broadway. Cuando se traslada a Los Ángeles, tiene la gran suerte de cruzarse en el camino de Francis Ford Coppola, pues éste le brinda la oportunidad de realizar su primera gran obra, la partitura para The conversation y además le presenta a su hermana Talia Coppola, con la que se casaría años más tarde, pasando a llamarse Talia Shire, pero de la que actualmente está divorciado. En 1984 vuelve a casarse, esta vez con la actriz Didi Conn, la Frenchy de Grease.
Destaca en los setenta con partituras como las de Pelham, un, dos, tres, Adiós muñeca, Hindenburg, Todos los hombres del presidente o Norma Rae, por la que gana un Óscar a la mejor canción original. Y también cuenta con algún trabajo destacado en los ochenta, como: Oz, un mundo fantástico y 2010, odisea dos.
Y son también de destacar sus aportaciones al teatro musical, en el que consigue especial relevancia a raíz de su adaptación al musical, de la película Big.
Su estilo es consecuencia de su formación, principalmente el jazz, pero con algo de funky y mucha música de los setenta. Es capaz de realizar grandes temas orquestales, aunque adquiere mayor calidad compositiva en la creación de temas más personales y sencillos. Gusta de elaborar nuevas sonoridades y de experimentar con nuevos sonidos, faceta que le confiere una gran capacidad para crear ambientes musicales novedosos que suelen encajar a la perfección con las historias que acompañan.
Zodiac posee una música que no destaca por su cantidad, pero si por su calidad. En la película hay poca música, máxime si tenemos en cuenta su larga duración, pero está bien dispuesta, encajada en su justa medida y en los momentos precisos. Una música que puede parecer sobria, sencilla, pero que esconde una lectura mucho más compleja. Una música eficaz, resultante más que resultona, cuya grandeza reside en pasar casi inadvertida para el espectador, pero que reside en el subconsciente de éste ya que ha ido calando de una manera subliminal. Una música que atrapa sin ser atrapado y que consigue mantener en vilo al espectador siguiendo la historia.
Por ello, y aunque la orquesta aparece en bastantes momentos de la partitura, la música de Zodiac es en general, escueta y sobria. Recurre al piano como protagonista principal en la ejecución de los temas asociados a los diferentes personajes de la trama y a las cuerdas para crear tensión y suspense en las escenas más álgidas de la historia.
En el Tema de Graysmith un piano solista va tejiendo un extraño código musical difícil de descifrar, que aparece como una constante en otros temas. En el tema Trailer Park son unas notas punteadas con una guitarra acústica las que proporcionan la intriga y un ambiente opresivo y obsesivo. Ese ambiente que otras veces es generado con esos ostinatos herrmannianos de las cuerdas de la orquesta y que tan buen resultado dan.
La partitura carece de cualquier tipo de melodía y es que el director rechazó de pleno cualquier intento de Shire de introducirla en algún pasaje de la película. En la edición en compacto de la banda sonora se incluyen dos temas adicionales (Bonus tracks) no usados en el film, en el que se constata una música más melódica y sentimental, que quedó apartada dado el celo del director por preservar ese espíritu frío e inhumano del asesino de la historia, sin darle ninguna concesión a que el espectador pudiese experimentar cierto acercamiento o comprensión hacía éste.
Con todo ello, esta música harmónica, opresiva por momentos y atmosférica en otros (pero una atmósfera oscura y siniestra), que recrea perfectamente la tensión de la historia, la época en que acontece (junto con las canciones incluidas en el metraje) y el entramado interior obsesivo de los personajes de la película, especialmente el de Robert Graysmith.
Se trata pues, de una oportunidad magnífica la que nos ha dado David Fincher con Zodiac, la de redescubrir a un David Shire en plena forma, para el que parece que no han pasado los años, pues ha sabido construir una gran partitura con sus reminiscencias setenteras y que, pese a las limitaciones (de la historia, del director), no deja de ser una gran obra maestra.