Las dos vidas de Erin
Escribe Eva Cortés
Walter P. Chrysler, creador de una de las marcas más prestigiosas de automóviles, dijo en una ocasión: "El único secreto real del éxito es el entusiasmo". Este gran hombre comenzó en puestos laborales muy humildes, se dedicaba a barrer un taller ferroviario. Los que se atrevieron a definirle lo caracterizan de ingenioso, perspicaz y cabezota. Con su esfuerzo y dedicación terminó dirigiendo en 1925 la Chrysler Corporation, que con los años se transformó en una de las marcas de coches de mayor prestigio.
Seguro que no es el único personaje que ha pasado a la historia por su tenacidad, entusiasmo, humanidad y compromiso. Seguro que es sólo un ejemplo más, al igual que Erin Brokovich, protagonista de esta película.
Basada en hechos reales, la película estadounidense, estrenada en el año 2000 y dirigida por Steven Soderbergh, cuenta lo sucedido en Hinkley (California), cuando los vecinos se unieron para demandar al gigante industrial Pacific Gas & Electric por verter cromo tóxico en su agua.
Steven Soderbergh decide contar este hecho a través de la vida de Erin, una mujer de clase humilde, sin marido, con tres hijos y escasos recursos para salir adelante. Después de tener un accidente de coche y de que su abogado Edwards (Albert Finney) pierda el caso, pide a éste que la contrate para compensar su error y así salir adelante. Sin ningún estudio en Derecho, a Erin le resulta complicado ser respetada en su trabajo, tanto por sus compañeros como por el propio Ed. Por casualidad se topa con el caso de Hinkley y decide investigarlo a fondo. Su entrega y perspicacia hará que poco a poco sea valorada como es debido.
Bajo este marco inicial la película toca temas importantes, como las dificultades todavía existentes de la mujer en su introducción en el mundo laboral, la maldad de lo prejuicios, la ruptura de los estereotipos, los valores de la familia y la importancia del entusiasmo ante los problemas. A la vez, profundiza bastante en este caso inmobiliario que unió a todo un pueblo para luchar por su propio bienestar.
¿Erin o Julia?
Para interpretar a la protagonista, Steven escogió a Julia Roberts, todo un gran acierto si tenemos en cuenta que su papel es parecido al de Pretty Woman, con el que ya tenía a la crítica en el bolsillo. La anécdota de este punto es que la verdadera Erin aparece en una escena del filme interpretando a una camera y el parecido físico es más que razonable.
Julia se metió totalmente en el papel de luchadora enfundada en ropa ajustada con escotes de infarto y tacones altos. Consiguió por este trabajo su primer Oscar a la mejor actriz y, pese a que muchos dijeron que no lo hizo tan bien, yo no consigo imaginar a otra Erin que no sea ella. Tan dulce, sensual, pasional, seria o impulsiva según la ocasión lo requiera.
Resulta muy divertido ver la relación de simbiosis que se establece entre Erin y su abogado. Ed es el estereotipo de jefe cercano, preocupado por los números de su negocio, pero que ha venido desde abajo, por tanto sabe lo que es tener que trabajar duro para salir adelante, y por eso no deja de lado su punto de humanidad. Aunque al principio, sus prejuicios hacen que infravalore a Erin, poco a poco se enamora de su carisma. Entre ellos se establece una relación de aprendizaje mutuo. Él aprende de su desparpajo y de la humanidad de ella; ella aprende de su cultura, de los procedimientos adecuados a seguir y también de su saber estar.
El encargado de interpretar a Ed es Albert Finney. Divertido, simpático y creíble, hace que salte la química con Julia y así la parte que cuenta la vida profesional de Erin funcione a la perfección.
La atmósfera sentimental del filme
El tercer personaje principal en esta historia es Jorsh. Jorsh entra la vida sentimental de Erin cuando se convierte en su vecino. Es un motero simpático que en cuanto ve a Erin queda prendado de ella. Decide ser la niñera de sus hijos, porque le gustan los niños y para acercarse a ella.
Gracias a este personaje, la historia se enriquece tomando un cariz social de ruptura de estereotipos. Por el contrario de lo que suele suceder en una pareja, él es quien se queda en casa cuidando de la familia mientras ella se va a trabajar. Es muy interesante observar la relación entre ambos, pues no sólo disfrutamos de la parte sentimental de la relación, sino también de la situación diferente y las frustraciones y problemas que ésta trae para ambos.
No menos importantes en la vida sentimental de Erin, y también para el entendimiento total de la obra, son los tres niños. El mayor es el primero que reclama atención cuando su madre comienza a trabajar duro por salir adelante. Lidiar con los hijos nunca es tarea fácil. El filme nos demuestra cómo el cariño y la comunicación sincera es lo más importante para llegar a un buen entendimiento con los hijos. Mathew sólo deja de enfadarse con su madre cuando comprende la relevancia del trabajo por los demás que ella está haciendo.
Así pues, realidad laboral y familiar se entremezclan en un guión bien construido, sin huecos y con buenas aclaraciones, principalmente en lo que se refiere al tema de la demanda. A pesar de los imprescindibles términos jurídicos, el espectador puede seguir y entender perfectamente todo el problema de la trama. Los menos entendidos, de la mano de Erin se irán metiendo en el mundo de las leyes al tiempo que ella.
De estructura lineal aunque no por ello monótona, el montaje salta de escenarios y subtramas alternado entre la parte histórica y dramática.
La idea es acercarnos a un problema social a través de una persona en particular. La buena banda sonora de Sheryl Crow y el predominio de primeros y medios planos ayudan a esta cercanía y conexión con el espectador.
Dos horas y media con las que Steven Soderbergh nos acaba convenciendo de que sólo hace falta entusiasmo para triunfar en ambas facetas de la vida.