JORDI CODÓ: La llegada de todo un continente

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Para celebrar nuestros primeros diez años en Internet, desde Encadenados hemos pedido a un pequeño círculo de amigos que se sumen a este aniversario con un artículo en el que hablen de… esto, de… de cualquier aspecto que les parezca interesante de esta última década. Las generosas colaboraciones de este grupo están recogidas en el nº 59 de nuestra revista, publicado entre enero y marzo de 2009.  


La llegada de todo un continente cinematográfico… y el reto de la crítica (1)
Escribe Jordi Codó (2)

the_host.jpgUno de los acontecimientos cinematográficos más destacados de esta última década –que estamos rememorando con motivo del feliz aniversario de la revista Encadenados– ha sido el del auge internacional de los cines asiáticos. En años recientes, hemos visto abrirse mercados para producciones asiáticas hasta hace poco marginadas de los circuitos comerciales. Como consecuencia de ello, el espectador actual ha ampliado sus horizontes y sus experiencias cinematográficas, se ha familiarizado con nuevas imágenes y formas de narrar, hasta el punto en que hablar de cine asiático ya no es exótico ni sorprendente.

Las dimensiones del fenómeno, aunque moderadas, no son despreciables, sobre todo porque afecta a los diversos ámbitos de la industria del cine (producción, distribución y exhibición), y lo hace de manera que éstos se retroalimentan.

Lo vemos en que, de la misma forma que muchas de estas producciones asiáticas ven prolongada su vida comercial en las pantallas de medio mundo después de su paso por los festivales, el sensacional funcionamiento en salas y cine doméstico de estas cinematografías en Occidente, lleva a los festivales a programar más. Ciertos públicos (minoritarios, pero no marginales), valoran estos filmes porque representan una alternativa al modelo dominante y homogéneo de cine impuesto desde las multinacionales del ocio y la industria cinematográfica.

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La crítica ante el reto

La llegada sin precedentes de cine originario de tierras lejanas es un hecho cultural de gran valor que nos tiene que permitir ampliar nuestros conocimientos y nuestras miras sobre el arte fílmico. Pero corremos el peligro de (siguiendo una metáfora gastronómica) no digerir bien el conjunto de nuevos manjares que se nos ofrecen, e indigestarnos por un exceso de deglución o con alguna fruta podrida. También sería una lástima que la falta de hábito a un nuevo sabor nos hiciera rechazarlo de entrada, sin haber llegado a apreciar todos sus matices.

old_boy-2.jpgNos hace falta, por tanto, aprender a comer y educar nuestro paladar. En eso la crítica (me refiero tanto a los académicos como a los articulistas de los mass media) debe aportar su (inmenso) grano de arena. Ella tiene que ser la mediadora (como lo ha sido siempre) entre las películas y el público.

Los críticos son, muy a menudo, los primeros en ver una película (en festivales o pases privados), y forman la primera impresión de mucha gente con sus comentarios. Esto se vuelve especialmente importante ante filmes cuyo especial carácter pueda generar desconcierto. Entonces el crítico debe dotar a la audiencia con unas herramientas de análisis que le faciliten la comprensión.

En una sociedad como la actual, donde la palabra «globalización» está a la orden del día, donde los adolescentes leen más manga que cómic europeo (y lo hacen en sentido de lectura de derecha a izquierda) y donde los blockbusters estadounidenses miran al cine de acción de Hong Kong, la llegada de cine de Asia plantea una serie de preguntas: ¿Es esa descentralización asiática fruto de un simple esnobismo pasajero o es el resultado de un cambio radical en la forma de entender el cine? ¿Pueden los cultural studies dar cuenta de la intensidad del fenómeno o no han hecho más que perder el tren cuando éste estaba a punto de arrancar? ¿De qué modo la crítica puede repensar el cine a partir de esta importante mutación generada por este significativo proceso de descentralización? (3).

woman_on_the_beach.jpgA la crítica, que es la encargada de responder a estas preguntas, se le presentan, por lo tanto, dos retos.

El primero, ya lo he dicho, es aproximar las películas a los espectadores. Se trata de obras originadas en contextos culturales diferentes al nuestro, que en consecuencia ponen en juego códigos difíciles de interpretar desde nuestra perspectiva. El trabajo del crítico tiene que ser descifrarlos; y cuando eso no sea posible –porque el crítico también es víctima de la distancia cultural, y a veces no basta con documentarse para salvarla– entonces debe alertar de su presencia.

El segundo reto es el de construir y promover un discurso integrador, en el cual la teoría de los «cines periféricos» no se oponga por principio a la aplicada sobre los cines europeos y el estadounidense (y tampoco oponga unas cinematografías a las otras). En caso contrario nunca superaremos la visión guetizante del cine que, por ejemplo, nos llevó a ignorar el cine japonés durante medio siglo, ni alcanzaremos un entendimiento completo de la capacidad expresiva del cine como arte.

Como advierte Alberto Elena (en su libro Los cines periféricos), “el descubrimiento de los cines periféricos está, pues, lejos de haber concluido. No es sólo que los cines del Sur sigan deparándonos sorpresa tras sorpresa, sino que nuestros conocimientos sobre ellos se revelan de hecho frágiles y superficiales”.

family_ties.jpgEs bastante lo que perderemos si seguimos limitando nuestro campo de visión. Y, en cambio, es mucho lo que podemos llegar a ganar incrementando nuestras inquietudes, porque más allá de planteamientos críticos e historiográficos de incuestionable interés, aunque ciertamente limitados al ámbito de los especialistas, la cuestión de las relaciones cinematográficas Norte-Sur […] tiene un alcance extraordinario que […] todos los aficionados al cine tal vez deberíamos hacernos con un mínimo de rigor: ¿acaso son éstos los vientos, vientos ultramarinos, de renovación del cine contemporáneo, un cine postmoderno, neobarroco, probablemente ahogado en sus propias fórmulas?

Si es así, sin duda convendría prestar más atención a estas cinematografías emergentes y, alternativamente, proceder a una reevaluación de las grandes tradiciones de las cinematografías periféricas. Porque, aunque no lo fuera, aunque estos atisbos no cuajaran en una renovación profunda del cine contemporáneo, al menos serviría para enriquecer nuestra sesgada visión de la historia y del cine y, sobre todo, para promover un mejor conocimiento mutuo, un entendimiento intercultural, que en los tormentosos tiempos que corren […] no está en absoluto de más. (A. Elena dixit)


(1) El artículo es una síntesis y reelaboración del texto presentado por el autor en el 2º Foro Español de Investigación sobre Asia-Pacífico, Valencia 2008)

(2) Jordi Codó es licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universitat Ramon Llull (URL), y en Estudios de Asia Oriental por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Actualmente realiza sus estudios de Doctorado en la Facultat de Ciències de la Comunicació Blanquerna (URL), donde obtiene el DEA en 2008. Profesor del Máster Oficial en Ficción en Cine y Televisión de la URL (3ª edición). Organizador de la Muestra de Cine Coreano en Barcelona (MCCB). Autor de Cinema Kim, la primera página web dedicada en exclusiva al cine de Corea en lengua castellana (on line desde 2006), y colaborador habitual de la revista CineAsia.

(3) QUINTANA, Àngel: “Ante un cine sin centro” en De Baecque, A. (comp.): Nuevos cines, nueva crítica. El cine en la era de la globalización. Barcelona: Paidós, 2006.

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