ROSER AGUILAR: Crecer

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Para celebrar nuestros primeros diez años en Internet, desde Encadenados hemos pedido a un pequeño círculo de amigos que se sumen a este aniversario con un artículo en el que hablen de… esto, de… de cualquier aspecto que les parezca interesante de esta última década. Las generosas colaboraciones de este grupo están recogidas en el nº 59 de nuestra revista, publicado entre enero y marzo de 2009.  


Crecer
Escribe Roser Aguilar (1)

hal_hartley.jpgMe cuesta opinar públicamente sobre hechos, filmes o eventos de interés general, quizás por pudor. Por eso al ser invitada a escribir sobre algún aspecto destacado referido a los últimos diez años, me siento más cómoda si trato de algo que he vivido en primera persona. Algo referido al cine y a mí.

Indudablemente uno de los privilegios de llevar a cabo una película es el de vivir todas las experiencias que este hecho genera alrededor. Y ahora pienso en la etapa de la promoción, y en concreto me refiero a mi paso por el Festival Internacional de Cine de Gijón, en la edición del 2007…

El hecho es que fui invitada a participar como miembro del jurado de la sección oficial del prestigioso festival de cine independiente. La proposición era simple: se trataba de pasar diez días visionando unas tres películas al día de promedio (una cifra más que razonable para un festival de cine, como bien saben los críticos), bien cuidada por ellos y acompañada por profesionales del cine de primera. Por supuesto, acepté. Y fue una de las experiencias más enriquecedoras de los últimos tiempos. Pude saborear varios aspectos de lo mejor del cine, que voy a tratar de resumir.

Para empezar, cuando me lo propusieron, me anunciaron que, hasta el momento tenían sólo confirmado otro miembro del jurado de la sección oficial y el nombre era Hal Hartley. Bien, me considero muy poco mitómana, pero la única vez que he retrasado un vuelo de vacaciones, fue para asistir a una proyección con un director de cine, con Hartley. De hecho era mi director fetiche cuando empecé mis estudios de cine, allá en el 1994… Así que sólo por compartir algo real con aquel personaje ya me merecía la pena asistir a Gijón.

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Además de él finalmente, el jurado estuvo formado por el director y escritor argentino Martín Rejtman, la actriz Verónica Sánchez y yo misma, porque el compositor Michael Danna se ausentó, en el último momento. Martín y Verónica también fueron encantadores. Pero sigamos.

En los últimos meses, aparentemente en poco tiempo, me había tocado pasar de ser alguien más del público a ejercer de directora de cine –el primer pase público de Lo mejor de mí fue en agosto del 2007– y ahora, podría conocer otra faceta, la de jurado. Fantástico.

Pero a decir verdad, me impresionaba un poco la responsabilidad, sentir que realmente debíamos “juzgar”el trabajo de otros, la mayoría mucho más expertos que yo. Aquello me parecía una tarea complicada y sobre todo sentía que tenía que ver las películas en las mejores condiciones posibles, así que procuré ser muy seria para llevar a cabo mi misión.

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En realidad, desde la organización nos transmitieron cierto asombro a todos los miembros del jurado, porque aparte de ser un grupo bien avenido, éramos muy discretos y sobre todo muy serios. Con la de fiestas y conciertos maravillosos que había, con unos invitados de lujo… y los cuatro miembros del jurado no salimos apenas. No trasnochábamos, no bebíamos más que lo justo las comidas y madrugábamos si hacía falta para ver las películas en las mejores condiciones posibles.

De hecho, la programación bien merecía este trato por nuestra parte. Vimos una veintena de películas, la mayoría de las cuales me resultaron muy interesantes, salvo alguna excepción que por discreción no nombraré. Recuerdo la belleza demoledora de algunos momentos de De Stille vor Bach de Portabella, la fuerza y el desparpajo de Help Me Eros de Lee Kang-sheng, la dureza y la rabia de Cargo 200 de Aleksey Balabanov y, sobretodo, la que para mí fue el gran descubrimiento de aquellos días, la asombrosa, lúcida y inquietante maravilla firmada por Nicolas Klotz: La question humaine. Esta última, la vi además con Hal Hartley (a esas alturas ya era Hal a secas, claro) y fue muy interesante salir con él de la proyección y comentar como pudimos el asombro que nos había provocado la película…

la_cuestion_humana.jpgOtro aspecto muy enriquecedor fue participar en la deliberación final. Viví en primera persona lo difícil que es “negociar” unos premios, entre personas que apenas nos conocíamos. No puedo contar cómo pactamos el palmarés, porque no me parece ético divulgarlo, pero puedo decir que aprendí a relativizar las decisiones de un jurado, porque a menudo no se premia lo mejor, sino la película que ha gustado bastante a todo el mundo, que no tiene por qué ser la mejor, claro está. Y aprender eso me ha servido luego al participar en otros festivales.

Aparte de ejercer de jurado, también hice un poco de promoción de mi película, puesto que se hicieron un par de proyecciones. Y me encontré con un público entusiasta, cercano, sincero. Todavía recuerdo a una entrañable señora que después de ver Lo mejor de mí me pidió que felicitara a mi familia y que no dejara nunca de contar historias. Estos encuentros son impagables, sinceramente.

Y, entre todas estas experiencias, conocí también a grandes amantes y entusiastas del cine: tanto en la organización –el joven y entusiasta director José Luis Cienfuegos–, como Fran Gayo, o Manu Lechón, entre otros; o la prensa de todo el mundo que acudió para la ocasión, como todo el plantel de críticos de Cahiers du Cinema España, entre muchos otros; u otros invitados y personas muy importantes de la profesión, como Chema Prado, Marisa Paredes o Shinka Tsukamoto, entre otros.

Y se preguntarán por qué cuento todo esto del festival de Gijón: pues por lo que allí aprendí. Aquellos días “me caí del columpio”, sentí que dejé la adolescencia, el amateurismo, lo del cine había dejado de ser una ficción, un deseo, para convertirse en una realidad. Fue como una hermosa bienvenida a la profesión y fue un gran honor, un lujo, pero también una responsabilidad que debía asumir a partir de entonces. Porque aunque a veces duela un poquito, a veces, en algún momento hay que crecer, ¿verdad?


(1) Roser Aguilar (Barcelona, 1971). Estudió periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Realizó los cursos de dirección cinematográfica en la Escuela de Cine de Cataluña (ESCAC). Ha realizado el corto Cuando te encontré (1999) y el largometraje Lo mejor de mí (2007), que ha estado presente en varios festivales como Gijón, Locarno o Verona. En éste último certamen recibió un premio especial del jurado así como el premio de la crítica. También ha recibido el premio Sant Jordi a la mejor primera película, igual galardón ha sido concedido por la Cartelera Turia (Valencia).

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