Corazonada (1981) de Francis Coppola

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Y Coppola partió su corazón

Corazonada, de Francis CoppolaFrancis Ford Coppola siempre creyó que las nuevas tecnologías eran una herramienta perfecta como vehículo expresivo del séptimo arte. Según sus propias palabras, él creía que la tecnología podía aportar una nueva dimensión en la sensibilidad de las historias narradas. Éstas debían ser explotadas puesto que eran nuevas y se desconocían sus posibilidades estéticas. Esta creencia es la que explica a la perfección la existencia de un filme como Corazonada dentro de su filmografía.

Es el primer filme en el que se usó la tecnología que generaban por aquel entonces los ordenadores Xerox Star, los antecesores del celebérrimo Macintosh. Además, para el filme también se empleó una unidad de cine electrónico, cortesía de Sony, puesto que su presidente, Akio Morita, era uno de los amigos personales de Coppola. No era la primera vez que el realizador flirteaba con las tecnologías de vanguardia: ya había dirigido la campaña electoral del gobernador de California, Jerry Brown, por la candidatura del partido demócrata mediante un sistema de imágenes electrónicas y también había dirigido The shape of things to come, un programa de televisión que hacía uso de la tecnología que iba a emplear con el filme desastre que hoy nos ocupa.

Corazonada es un filme de mínima anécdota argumental, pero era suficiente para trasladar lo que Coppola verdaderamente quería: ofrecer un espectáculo visual de enorme belleza que nunca antes hubiera sido filmado. Se puede decir que era el gran experimento de Coppola después de una de sus obras magnas, Apocalypse Now. Coppola afirmó al respecto: “Cuando emprendo un proyecto no me digo que voy a hacerlo de la manera que debería hacerse normalmente sino, al contrario, intentando sorprender e ir a contracorriente, pues yo sé que de este conflicto nacerá una cosa interesante”. Interesante o no, lo cierto es que ahora sabemos que interesó tan sólo a unos pocos.

La razón es muy simple. Si los experimentos fílmicos tienden a crear grandes incertidumbres en el público, Corazonada no fue una excepción. No sólo era un ambicioso proyecto que debía ser testado sino que la compañía productora Zoetrope, que se había dejado hasta el último centavo en esta apuesta magnánima, nunca vio su gran inversión mínimamente recuperada. Coppola, por lo tanto, se llevó consigo a la empresa en esta inversión de alto riesgo que resultó fallida.

La técnica que empleó tuvo sobrada curiosidad, aunque se haya convertido en un recurso habitual a posteriori. Rodaba en vídeo las mismas secuencias que creaba en celuloide para poder montarlas y visionarlas y poder así tener una idea de lo que estaba filmando; de lo que podía ser ese pedazo de su filme. Antes de rodar en vídeo, además, preparó gigantescos storyboards con más de quinientos esbozos que eran pasados al vídeo y, con los actores, se realizaba una previsualización de las escenas con la música y el sonido. Desde luego no se puede decir que no sabía lo que estaba haciendo puesto que los visionados fueron infinitos mediante esta técnica. Coppola, además, no dirigía a los actores personalmente sino que lo hizo a través de un altavoz, lo que provocó un distanciamiento de los mismos.

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La ciencia y la técnica

El ingente gasto empezó con una minuciosa reconstrucción de Las Vegas en estudio, con el diseñador Dean Tavoularis en cabeza, quien logró un trabajo insuperable. La intención de Coppola, seguramente llevado por el cansancio después de las duras condiciones de rodaje que tuvo que padecer en Apocalypse Now, era que el producto tuviera un aspecto artificioso, casi teatralizado, aunque siempre realzado con sus cánones estéticos. De hecho, el filme se abre y se cierra con la presencia de un telón, como si de una obra de teatro se tratara.

El director de fotografía fue el maestro Vittorio Storaro, quien también tuvo una labor espléndida en su recreación de los neones de la famosa ciudad. Storaro se apoyó en la fusión cromática para la recreación de espacios y atmósferas, así como de conceptos alegóricos: el amarillo era el color de la acción, el azul era el del descanso y el dedicado al personaje de Hank, el rojo se reservaba para Frannie… Coppola también apostó por los juegos visuales con sus personajes, el montaje en paralelo para la narración evolutiva de sus dos protagonistas y el uso y abuso de largos planos secuencia.

Las intenciones grandilocuentes de Coppola eran tales que cortejó a Gene Kelly, nada más y nada menos, para que se hiciera cargo de las coreografías del filme pero el mítico actor, en parte por su avanzada edad y en parte porque temía el peso de tamaña responsabilidad, declinó la oferta, por lo que fue finalmente Kenny Ortega, quien hoy se encarga de los musicales Disney a lo High School y similares, quien diseñara los pasos de baile para esta odisea.

La música fue para Tom Waits, junto con el apoyo vocal de Crystal Gayle, quien escribió unas letras diseñadas a la medida de la acción y evolución de los personajes de Corazonada. Sólo el visionado actual de algunas secuencias plagadas de baile, música y color ya tienen  valor suficiente para comprobar que suponía este filme en su año de producción.

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Una corazonada de historia

Coppola siempre afirmó que su historia se basaba en Las afinidades electivas de Goethe por plantear el tema, casi tangencialmente, del intercambio de parejas. Hank y Frannie son una pareja que lleva cinco años de convivencia y cuya celebración cae en el Día de la Independencia. Ambos tienen una sorpresa para el otro, pero una fuerte discusión les hace romper la relación por lo que cada uno inicia su propia aventura, tanto en la vida como en el amor. Ambos tendrán una segunda relación fugaz con otros dos personajes, Ray y Leila, pero finalmente, Hank y Frannie se darán cuenta, mediante sus lances sentimentales, que deben regresar juntos.

Este relato no deja de tener ciertas coincidencias con la vida del propio director. Coppola estaba atravesando una acentuada crisis matrimonial con su mujer, Eleanor, que finalmente vio evitar el naufragio, igual que en el filme. Además, fue Las Vegas la ciudad donde realizador y compañera habían contraído matrimonio. En este sentido, el filme aborda varios problemas conyugales, como la demora en sacar a la luz detalles insondables, los peligros de la rutina y el desgaste físico, la honestidad de una pareja o el sacrificio para mantener una relación a flote.

Las palabras de Coppola no dejan lugar a dudas. Era la traslación en fantasía y lujo de su propia relación: “Hay amores que matan… así que hice el filme de esta particular forma porque no podía tratar directamente una ruptura cuando yo atravesaba otra. Los días y las noches de doce horas de gritos y los intentos de suicidio estaban presentes en mi memoria, y yo no estaba interesado en envolverme en ellos. Prefería, a la manera religiosa, abordar un equivalente de esta experiencia en forma de ritual. . No hay duda de que elegía este tipo de distanciamiento porque la historia estaba todavía muy fresca en mi mente”.

Todo apuntaba a que la historia fue concebida para ser un éxito rotundo de crítica y público y, sin embargo, no lo fue. Su conjunción de experimento, cine musical y romance apasionado no acabó de armonizar los elementos, que, por otro lado, eran malabares. También sorprende que ese halo romántico se vea ribeteado con escenas sexuales bastante explícitas que le restan poder amoroso al relato. Quizás es una falta de implicación por parte de Coppola la que hace que sus emociones sean frías, no produzcan empatía sino lejanía. Sucede igualmente que los personajes no acaban de estar en ningún momento bien definidos puesto que primaba la forma sobre el contenido.

Por supuesto, en cuanto a la forma, es de una excepcionalidad que aún hoy resulta admirable. Coppola se llevó el segundo chasco de su vida (y consecutivo nada menos) con el estreno de su Corazonada. La crítica le hizo entender que había formulado un gran castillo de naipes, perdón, de fuegos de artificio, sin ningún valor, mientras que Coppola creyó que el suyo iba a ser un paso más de decisiva importancia en la historia del cine.

El director de fotografía fue el maestro Vittorio Storaro, quien también tuvo una labor espléndida en su recreación de los neones de la famosa ciudad

Economías de poco corazón

El presupuesto inicial que Coppola pedía para esta construcción romántica de luz, color y baile era de 23 millones de dólares, que se iban a ir esencialmente en la reconstrucción de Las Vegas como personaje satélite que observa la acción. Metro-Goldwyn Mayer, que iba a ser una de las majors que sustentarán el engendro, se retiró del proyecto al detectar ciertas carencias. Fue la Paramount que, junto con otras instituciones bancarias y particulares, se hicieron cargo de la base económica. Coppola incluso hipotecó varias de sus propiedades ante la desconfianza de la Paramount. Zoetrope, por su parte, canceló varios proyectos de nombres como David Lynch o Paul Scharder para hacer frente a la producción.

Hubo incluso una reducción de plantilla así como una reducción de los sueldos que fue bien recibida por los empleados. Una horda de fanáticos de Coppola le enviaron donativos para que pudiera proseguir con esta ambiciosa obra. Una vez realizada, el estreno tuvo lugar el 19 de agosto de 1981. La crítica, si bien destacaba la forma, castigó todo lo demás, aunque tuvo sus incondicionales instantáneos como Martín Scorsese.

En taquilla, el fiasco fue monumental y, ante el acoso de los acreedores, Coppola vendió Zoetrope. Era el único modo de pagar las deudas que medio mundo le estaba reclamando. Su corazonada nunca fue recompensada aunque el tiempo la ha reivindicado como una pieza innovadora que aunó talento y magia. Pero siempre quedará como uno de los fracasos monumentales de la historia del cine.

Escribe Ferran Ramírez

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