El fin del héroe íntegro y protector
¿Puede una película que ha recaudado en todo el mundo 783 millones de dólares (1) ser considerada un fracaso?
En el caso de Spiderman 2 (2004), a la que pertenece dicha recaudación, sí. Ya que, comparando las cifras sobre inversión y taquilla respecto Spiderman (2002), el fiasco de la secuela es tremendo. No sólo por los dólares que dejaron de ingresarse en la versión del 2004, sino sobretodo por la falta de previsión que evidencia el fuerte incremento en la partida presupuestaria que se realizó.
Pero analicemos los datos con más detalle.
Haciendo cálculos
Se estima que el montante final del presupuesto invertido en Spiderman 2 aumentó un 44% respecto a la versión inmediatamente anterior. De 139 millones de dólares se pasó a una inversión de 200 millones.
Sin embargo, la recaudación en Estados Unidos, país productor de la película y de cuyos espectadores depende aproximadamente la mitad de la recaudación, se redujo considerablemente. De casi 115 millones de dólares que recaudó Spiderman durante su primer fin de semana de estreno, el 5 de mayo de 2002, se pasó a casi 116 millones con el estreno de Spiderman 2 la significativa fecha del 4 de julio de 2004.
A simple vista, puede parecer que no ha habido perjuicio económico. Pero, si nos centramos en la rentabilidad haciendo el balance entre la cantidad de pantallas en que se estrenó la película y la recaudación total durante los respectivos fines de semana de estreno, resulta que el porcentaje disminuyó un 12%, pasando de 31.769 $/pantalla con Spiderman a 27.894 $/pantalla que logró Spiderman 2.
Similar descenso en las cifras de recaudación se produjo en el Reino Unido. Estrenada Spiderman 2 unas semanas más tarde que en Estados Unidos, y pudiendo intuir el fiasco, la cantidad de copias distribuidas se disminuyó ligeramente, pasando de las 509 pantallas que acaparó Spiderman en su estreno el 16 de junio del
Los resultados económicos que obtuvo Spiderman 2 son aún más sorprendentes si los comparamos con los que logró Spiderman 3 con su estreno el 6 de mayo de 2007. Los directivos no se dejaron amedrentar y, una vez más, incrementaron el presupuesto hasta alcanzar los 258 millones de dólares. Pero, en esta ocasión, la respuesta de los espectadores no defraudó.
La recaudación durante su primer fin de semana en Estados Unidos supuso un incremento del 30% respecto al montante de taquilla y de un 27% en la rentabilidad de las 4.252 copias distribuidas. Sin duda, unos resultados espectaculares si tenemos presente el fiasco anterior.
Excelentes resultados que, también, se dieron en el Reino Unido: más copias distribuidas, acaparando 522 pantallas; mejora en la recaudación del fin de semana de estreno (el 6 de mayo, al igual que en EE.UU.), con un incremento del 34%; mejora en la rentabilidad de las copias distribuidas, logrando 22.657 ₤ por copia (frente a las 17.395 ₤/copia de Spiderman 2); y una recaudación final en Reino Unido mejorada en un 26%.
Como se aprecia en el cuadro, sorprende el cambio de tendencia entre las pérdidas y las ganancias entre Spiderman 2 y Spiderman 3. Pero, ¿a qué puede deberse esta fluctuación entre uno y otro estreno?
El fenómeno de las secuelas no justifica por sí solo ni el desgaste ni el aumento de interés respecto al personaje protagonista. Por ejemplo, si nos fijamos en otros títulos con varias entregas, como es el caso de Harry Potter, las variaciones en la inversión económica y la recaudación en taquilla son más constantes.
Las hasta la fecha siete películas estrenadas durante la primera década del siglo XXI sobre el joven mago, han visto progresivamente incrementado su presupuesto, aunque la rentabilidad de las copias distribuidas y la recaudación en taquilla se ha ido desinflando en las últimas entregas. Esto es, las referidas a los años 2007, 2009 y 2010, en que la explotación comercial del fenómeno Potter se puede haber visto afectada por un ansia de sobreexplotación.
Con todo, no hay que olvidar que la diversificación de merchandising relacionado con el producto Potter (desde disfraces, cuentos y material escolar, hasta el suculento mundo de los videojuegos) es suficientemente amplia como para cubrir la inversión realizada en la producción cinematográfica.
La cuestión es que, si comparamos la evolución de los beneficios (y pérdidas) obtenidos por Spiderman y Harry Potter entre 2002 y 2004, comprobamos que el contexto económico no justifica los malos números que obtuvo Spiderman 2. Ya que, durante el mismo período de 2002 y 2004, años en que respectivamente se estrenaron Harry Potter y la cámara secreta (Harry Potter 2) y Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter 3), el público esperaba con entusiasmo la tercera entrega del mago. Todo lo contrario que ocurrió con Spiderman 2, cuyos espectadores demostraron una evidente falta de entusiasmo por las nuevas aventuras del héroe araña.
Hemos realizado la comparación de la variación de taquilla anual con la evolución de la saga de Harry Potter. Pero ésta no es la única película de este período que muestra una evolución ascendente en las cifras de recaudación. Por tanto, descartado el contexto económico como causa de las pérdidas económicas de Spiderman 2, habrá que buscar explicaciones diferentes a una posible recesión económica o la extensión de “el mal de la piratería”.
En el año 2004, la gente no tenía más problemas que durante el 2002 para ir al cine. Sin embargo, los espectadores prefirieron ver otros títulos antes que Spiderman 2. Entonces, hay que preguntarse qué tiene de diferente Spiderman 2 respecto a Spiderman y Spiderman 3, que tuvieron muchísima mejor acogida por parte del público.
Si nos fijamos en el equipo de dirección, técnicos, protagonistas, etc., nos encontramos con que apenas hay variación en el staff de las tres películas. Sam Raimi encabeza la dirección y, con el tiempo, se implica en la escritura del guión junto a Alvin Sargent (guionista de Spiderman 2) y su hermano Ivan Raimi. La producción, fotografía, montaje y actores protagonistas de Spiderman 2 repiten en la tercera edición. Tobey Maguire y Kirsten Dunst dan rostro al hombre araña y su novia desde la primera película; mientras que Bob Murawski y Bill Pope se encargan respectivamente del montaje y la fotografía en las dos últimas versiones. Así que tampoco podemos encontrar en la no-variación en el equipo de personas que han participado en la realización de las distintas versiones, una causa de las variaciones en la acogida por parte de los espectadores.
Sin embargo, si nos fijamos en el diseño de los carteles de las distintas versiones, sí que empezamos a percibir diferencias evidentes en el tratamiento del hombre araña…
Spiderman | Spiderman 2 | Spiderman 3 |
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Héroes mortales
Spiderman 3 marca un punto de inflexión en la caracterización del héroe arácnido. No sólo ha perdido su luminosidad dorada, reflejo del éxito, sino que se muestra una duplicidad de su personalidad que, para colmo, se decanta por el lado oscuro. Tal cual como si hubiera vendido su alma al diablo, el Spiderman del año 2007 ya no inspira admiración ni protección.
La historia que contiene Spiderman 3 confirma las expectativas que refleja su cartel promocional. Spiderman/Peter (Tobey Maguire) experimenta una atracción hacia la venganza, cuyo deseo queda asociado a la mutación del color de su traje. Estableciendo una simbiosis entre la negritud de su nuevo traje y la de su alma, Peter deja atrás su carácter afable y se torna cada vez más egoísta, arrogante y destructivo.
Pero esta tendencia del gusto por el mal no sólo está presente en Spiderman. Por los años en que se estrenó Spiderman 2 y Spiderman 3 encontramos otro héroe de cómic que también tiene delirios vengativos: Batman. Batman Begins (2005) y El caballero oscuro (2008), ambas dirigidas por Christopher Nolan inciden en el fin de la fe ciega en el héroe salvador. El imaginario ideal de héroes sobrehumanos, férreos defensores del bien, son ya pura ficción.
El cine, excelente medio por el que fijar imaginarios colectivos, ha proyectado imágenes ideales de policías y héroes salvadores. Pura ficción. Ya que, cada vez más, éstos muestran sus flaquezas mortales y su cara más oscura. Tal es el caso de los mencionados Spiderman y Batman que, de la mano de Sam Raimi y Christopher Nolan respectivamente, nos muestran que no sólo pueden sufrir y sangrar como el común de los mortales, sino que también pueden odiar y desear venganza (2).
Los Batman y Spiderman del tercer milenio muestran su lado oscuro. La cara opuesta al bien angelical y puritano que antaño representaron. Y no son sólo los héroes de cómic los que circulan por la cuerda floja del bien y del mal. Martin Scorsese empuja a Leonardo Di Caprio (3) a deshacerse de su imagen de incorruptibilidad infantil al encarnar, sucesivamente en Infiltrados (2006) y Shutter Island (2010), agentes de la ley que fluctúan entre ambos bandos.
Pero, sin duda, es Abel Ferrara con Teniente corrupto (2009) quien mejor ejemplifica esta nueva tolerancia respecto a sujetos (semi)corruptos o, cuando menos, de dudosa integridad. Son individuos que, a diferencia del cine negro y gangsters de la cosa nostra, no profesan unos ideales firmes ni se imbrican en una comunidad cuyo código deban respetar.
Estos nuevos policías se dejan llevar por sus impulsos más bajos, pueden ser extremadamente groseros o tomarse la libertad de trampear las normas para conseguir sus caprichos y/o fines particulares. Y, en ningún caso, su objetivo será conseguir la reputación. Son conscientes de que no la merecen. Ya que se saben al margen, como también le ocurre al profesor protagonista de Half Nelson (2006). Lo que pasa es que, a pesar del cargo de autoridad que detentan, se muestran tan comunes y humanos como el resto de personas. Se perciben suficientemente corroídos como para aplicarles ninguna censura moral. Simplemente, han dejado de ser superhombres para debatirse con sus propios altibajos.
Incluso el mito del súper agente especial se ha visto modificado en esta última década. No sólo por la aparición de Jason Bourne (El caso Bourne, 2002; El mito de Bourne, 2004; El ultimátum de Bourne, 2007), el nuevo agente secreto (humano, demasiado humano), sino sobretodo por la transmutación que ha experimentado el mítico James Bond. Este último deja atrás las robustas y elegantes carnes impertérritas de Sean Connery y Pierce Brosnan, entre otros, para tomar cuerpo en Daniel Craig, un rubio que se muestra endeble y atento a la sensibilidad de su chica (que no ligue). En Casino Royale (Martin Campbell, 2006) y Quantum of Solace (Marc Forster, 2008), la figura mítica de 007 aparca su halo de perfección inmortal al mostrar sus flaquezas más humanas.
La impunidad del mal y el derroque de la fe en las instituciones
La distinción entre “los buenos” y “los malos” se minimiza. Apenas líneas difusas que, por tanto, son insuficientes para condenar con contundencia al individuo inmoral, corrupto o al asesino.
Así, Nicole Kassel se atreve incomodando al espectador con El leñador (2004), donde Kevin Bacon se pone en la piel de un pederasta confeso que, finalizada su condena, muestra serias dificultades para respetar la ley. Mientras, Woody Allen deja en manos del azar el futuro del joven tiburón que, al coste que sea, afana el éxito en Match Point (2005). Sin duda, han pasado décadas desde que Gregory Peck diera una lección ética con su personaje de juez en Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962).
El cine postmoderno apenas se asombra mostrando la dualidad moral de sus personajes destacados. Más aún, no hay ningún trauma en resolver la trama otorgando impunidad social —y jurídica— para los asesinos.
Tanto Anton Chigurh (Javier Bardem) de No es país para viejos (Joel y Ethan Coen, 2007), como el vendedor ambulante de La noche de los girasoles (Jorge Sánchez Cabezudo, 2006), son sólo un par de ejemplos de individuos que no tienen ningún inconveniente en continuar con sus vidas una vez lavadas las heridas. Al contrario que M, el vampiro de Dusseldorf (Fritz Lang, 1931) o El estrangulador de Boston (Richard Fleischer, 1968), los asesinos postmodernos no tienen ninguna necesidad de esconder su rostro ya que, entre lo más anodino y convencional, son sujetos indistinguibles.
El desconcierto también afecta a quienes encarnan las fuerzas de seguridad civiles. Lo encontramos en Zodiac (2007), en la que David Fincher retrata el hundimiento de agentes de policía y periodistas (4) en los infiernos de la frustración. Asimismo, llama la atención que Fincher recupere del olvido un caso real, de gran repercusión social, pero irresuelto.
Con Zodiac, como ya ocurriera en los instantes finales de Seven (1995), Fincher muestra el proceso de abyección del ser humano cuando la obsesión, la paranoia, la ira nublan la razón hasta rayar en la locura. Y, para colmo, esos sujetos son policías. Es decir, los supuestos representantes de la ley y el orden.
Los hermanos Cohen, con la paródica Quemar después de leer (2008), se pueden tomar a guasa la fe que los estadounidenses (como la mayoría de ciudadanos de cualquier país) tienen respecto a la eficiencia de su agencia de seguridad estatal. Pero, para el sociólogo Anthony Giddens, es (era) fundamental proporcionar indicios que reforzasen la «seguridad ontológica» para tener confianza en el funcionamiento del sistema. Pero, ¿y qué pasa cuando el mal corroe la médula espinal de un país?
Fijémonos en el cine procedente de Estados Unidos, país con afán justiciero. En él, la desconfianza en las fuerzas del estado (policía y ejército), y la capacidad de éstas para resolver situaciones críticas, se ha hecho cada vez más evidente.
Por un lado, el cine bélico reciente, inspirado en los conflictos abiertos en Afganistán e Iraq, dan buena muestra de esta progresiva falta de fe en las instituciones estatales. Películas como En el Valle de Elah (Paul Haggis, 2007) o Redacted (Brian DePalma, 2007) no hacen más que desvelar el falso halo de heroicidad que, tradicionalmente, se atribuye a los marines. En ambas, fragmentos de vídeo han servido para sacar a la luz las tropelías que han cometido quienes se erigían como “salvadores”. A diferencia de los filmes sobre Vietnam —otra de las espinas clavadas en el orgullo nacional—, el detonante del drama no es constatar el via crucis que padecen los soldados patrios en una guerra que se prolonga sin fin. Sino que el trauma se produce al descubrir que, bajo el traje de marine, también tienen cabida almas corruptas, despóticas y sádicas. Es decir, la corrosión es interna.
Mal menor es, por tanto, que Wim Wenders muestre en Land of Plenty la realidad social de un país que se enorgullece de la imagen autoproyectada de gloria y éxito, a pesar de que resulta estar lleno de ciudadanos empobrecidos o fanáticos.
Wenders estrenó tremenda película en el 2004, el mismo año que Spiderman 2. Concretamente ésta última, queriendo aprovechar el orgullo patrio que despierta la festividad nacional, se estrenó el 4 de julio, aniversario de
NOTAS
(1) Los datos económicos que aportamos en este texto corresponden a los publicados por la base de datos www.imdb.com
(2) En el caso de Spiderman
(3) Curiosamente, también es Di Caprio el actor protagonista de Revolutionary Road, un filme que trae a colación el rol de pater familia y hombre de negocios que representaba el éxito en la sociedad estadounidense de los años 50-60. Tema interesante a tratar, la disolución del rol de padre autoritario, pero que da para un tema aparte…
(4) Es preciso recordar que hace unas décadas, la prensa se divisaba como un nuevo ámbito de poder e influencia, llegando a ser capaces de derrocar a presidentes (caso de Todos los hombres del presidente -Alan J. Pakula, 1976- y otros tantos títulos).
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