Genios y creatividad

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La personalidad del genio

laredsocial-02¿Está unida la creatividad al trastorno de personalidad? Es difícil precisarlo, encontramos heterogéneos estudios con dispares deducciones.

A lo largo de la historia nos topamos con una cantidad desmedida de sujetos que presentaban algún tipo de trastorno y cuyo índice de creatividad era sumamente elevado. A este club pertenecieron: Edgar Allan Poe, Miguel Angel, Virginia Woolf, Piotr Tchaikovsky, Cary Grant y Vincent Van Gogh, entre otros. Padecieron trastornos bipolares, es decir, atravesaban fases de un total desánimo y otras de exaltación desmedida.

El carácter humano es ciclotímico, es decir, conjugamos fases de júbilo con otras de  abatimiento, momentos de odio con otros de amor… pero en el caso de los sujetos que presentan esta enfermedad en mayor o menor grado, esos estados se amplifican volviéndose extremos. Las alegrías se manifiestan en estados de agitación y la tristeza puede desembocar en depresiones.

A pesar de identificarse en muchas ocasiones como esquizofrenia, no es equivalente, dado que mientras el sujeto bipolar ve alteradas sus emociones, el esquizofrénico sufre variaciones en sus pensamientos, acciones, uso de palabras y lenguaje… Esta última también desemboca en procesos de creatividad, pero de distinto cariz, dado que los sujetos que son etiquetados en este grupo sufren alucinaciones, desligándose del mundo real.

Otros trastornos de carácter afectivo también son materia obligada de estudio para aquéllos que quieran indagar en enfermedad y creatividad. No es improbable que un sujeto creativo posea una gran sensibilidad. Observamos que los sujetos con trastorno de hiperactividad son más creativos que los que no tienen esta patología, pero a su vez no son buenos relacionándose socialmente, alejándose, por tanto, sus procesos emocionales de lo prototípico.

Existe otra vertiente, aquélla que defiende la aseveración de que la creatividad surge a pesar del trastorno, no gracias a él. Los acólitos de esta corriente afirman que la anteriormente desgranada es una visión romántica que se creó en la antigüedad para explicar, por ejemplo, la existencia de las musas. Opinan que ha de ser desmitificada en favor de una explicación con un cariz más científico. Definen la creatividad como una actividad racional elaborada, no relacionada con los procesos emocionales de los sujetos.

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Pero esa teoría es desmontada cuando observamos y analizamos con mimo a los mayores creadores de la historia. No tenemos la posibilidad de realizar un perfil psicológico de cada uno de ellos, pero mediante los datos que hasta nosotros han llegado podemos concluir sin temor a errar que todos y cada uno de ellos era especial, se distinguían respecto a su entorno de algún u otro modo.

Partimos del hecho de que es imposible, por el momento, realizar un diagnóstico preciso de este tipo de enfermedades dado que no están ligadas a un solo gen (pertenecen al grupo de las denominadas poligénicas), a diferencia de, por ejemplo, la trisomía 21, ligada a dicho cromosoma, poseyendo un diagnóstico claro y un cuadro sintomático bien delimitado. El trastorno maníaco-depresivo no se localiza en un solo cromosoma, asimismo, tiene un carácter ambiental, esto es, hay variables externas al sujeto que afectan al desarrollo del trastorno. No pudiéndose, de este modo, etiquetar a los afectados de manera precisa, para ello hemos de realizar inferencias, dejando a un lado el método científico.

Forzosamente, hemos de remarcar la labor de la Gestalt a la hora de explicar cómo funciona la mente. Esta corriente dio forma al término insight: “la comprensión física global e inmediata de un evento”. Cuya frase prototípica es: “El conjunto de las partes es algo más que la suma de las mismas”. Los sujetos que estamos disertando, idean sus mayores logros teniendo insights, en instantes puntuales. Especialmente en los momentos de mayor actividad emocional, que suelen coincidir con momentos álgidos en sus carreras o, al menos, con épocas altamente prolíficas. Mientras a un sujeto se le puede presentar la misma información que a otro, no verán lo mismo en todos los contextos.

Este tipo de enfermedad no ha de derivar necesariamente en altos niveles de creatividad inevitablemente, existirán sujetos con patología que no presentan acentuado dicho rasgo, así como sujetos sanos que exhiben una alta creatividad. No obstante, incluso esos sujetos sanos tendrán sus momentos fértiles en épocas de alteración emocional en la mayoría de casos.

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La creatividad en el filme

En el caso de La red social, no podemos precisar con exactitud lo que provocó que los hermanos Winklevoss no fueran lo suficientemente diestros a la hora de desarrollar lo que Zuckerberg sí pudo. El resultado final va mucho más allá de la idea original, pensamiento que sí cruzó sus mentes, pero siendo sólo un ínfimo esbozo del potencial que poseía dicha semilla, que no supieron cultivar de modo propicio.

Mientras ellos se perdían en temas legales y fallidas contiendas, Zuckerberg ideó la aplicación y la puso en marcha en tiempo record, quizás tuvo un insight o vio más allá que aquellos por los que estaba rodeado.

Dejando a un lado la moralidad de las acciones del creador de la red social, hemos de decir que Facebook no hubiera existido tal y como lo conocemos (con ese u otro nombre) sin la intervención de Zuckerberg. Advirtiendo portentosamente los intereses de sus colegas, que coincidían con los suyos al tratarse de sujetos de similares características, desarrolló el concepto en un momento de total alteración emocional. La ruptura con su pareja desembocó en la idea, el alumno de Harvard se sintió totalmente frustrado y herido, esa frecuente y cotidiana acción marcó el inicio de un proyecto que aun hoy día sigue desplegándose debido a la riqueza de sus posibilidades, aún no explotadas en su totalidad.

A diferencia de los hermanos Winklevoss —cuya existencia puede calificarse de  excesivamente organizada, sus vidas están perfectamente trazadas y su futuro claramente delimitado—, Zuckerberg es un sujeto caótico, desapegado, su relación con los demás, así como con las mujeres, no se mueve en los parámetros normales, apenas tiene amigos y sus interacciones con ellos están casi siempre ligadas a conocimientos teóricos o clases de la facultad.

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No podemos certificar que el creador de la red social más famosa y utilizada en el mundo tenga un trastorno de personalidad, pero sí hacemos una lectura en profundidad del soberbio guión del siempre interesante Aaron Sorkin, sí podemos discernir algunos rasgos que apuntan a ello.

Estas divergencias de personalidad entre los hermanos y el joven informático fueron determinantes a la hora de la ejecución de la idea. Por una parte, nos topamos con la recatada actitud de los deportistas y, por otra, con las taimadas acciones de Zuckerberg. Mientras unos optan por hacer lo correcto, intentando que su “socio” cumpla su parte del proyecto, acudiendo a las reuniones programadas y llevando a cabo sus tareas, el pícaro creador evita cualquier responsabilidad para con ellos utilizando el tiempo para el avance y perfeccionamiento de la herramienta en su propio provecho, sin hacérselo saber a ellos.

Según el filme de Fincher, director que se caracteriza por estar al mando de proyectos con alto contenido emocional —El curioso caso de Benjamin Button—, protagonizados por personajes complejos e interesantes a la hora de llevar a cabo un análisis psicológico de ellos —El club de la lucha—, los conceptos de amistad y lealtad del protagonista se apartan de lo estándar. Eduardo Saverin, su aparente mejor amigo, se ve afectado por el código moral del padre de Facebook.

Son los sujetos que saben explotar su carácter y no interesados en la persona, Shawn Fanning (creador de Napster), los que salen mejor parados, utilizando la personalidad del genio en beneficio propio, sin aportar nada de sí mismos. Zuckerberg deja de lado a Saverin, quien se implica en el proyecto desinteresadamente, además de apoyar a su amigo en todo momento, siendo su bastión emocional. Es determinante el instante en el que el creador se aleja de Harvard y también de su amigo, esa ruptura provoca consecuencias emocionales intensas en el protagonista.

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Otros ejemplos cinematográficos

En 2000, el siempre superlativo Ed Harris hizo suya la vida de Pollock, metiéndose en su piel y dirigiendo el proyecto homónimo. El pintor estadounidense es un sublime ejemplo de creatividad ligada a trastorno. El filme de Harris refleja la extraña personalidad de este destacado creador expresionista. Quedando patente cómo en los estados de hipertimia (exceso de actividad acompañado de euforia) el artista tiene sus mayores épocas de inspiración, mientras que las rachas de depresión marcan su declive productivo.

Harris, honesta interpretación mediante, expresa la ingente cantidad de emociones que Jackson Pollock experimentó a lo largo de su existencia. Mereció más reconocimiento, pero ese año solo existió una cinta, la sobrevalorada Gladiator. Más tarde, 2006, dio vida a Beethoven en la prescindible Copying Beethoven, donde sólo salva su imagen Harris. Repleta de elementos inventados, con la clara intención de llegar a un mayor número de personas, su metraje es excesivamente largo y tedioso.

En 2001, a raíz de la novela Una mente maravillosa, llega a la pantalla grande la película del mismo nombre. Narrando la vida de John Nash, matemático y economista americano, de la mano de Ron Howard. Del papel principal se hizo cargo el triunfal Russell Crowe que venía de saborear las dulces mieles el éxito con Gladiator. En ella fuimos testigos de la gravedad de la esquizofrenia, enfermedad que tuvo Nash desde su juventud y a pesar de la cual llegó a ganar el Nobel. El motor de la cinta es la relación con su mujer, es decir, la afectividad y cómo influye en sus conductas y en el devenir de su patología.

Recientemente, la magnífica Nunca me abandones planteaba una teoría relevante para el tema que aquí nos ocupa. Intentaban que la humanidad de sujetos creados científicamente se manifestara mediante su creatividad, es decir, buscaban concordancia entre emociones y creatividad de los sujetos. Partiendo, por tanto, de la misma apreciación que nosotros, creyendo que el rasgo principal del ser humano es la mixtura de sentimientos que en él se halla.

Los estados emocionales son la chispa que enciende la creatividad, sin ellas no cabe hablar de dicho atributo.

Escribe Sonia Molina

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