De sexo, mentiras y cintas de metraje
Nunca se ha estrenado en España, nunca se ha editado en DVD o en cualquier otro formato de moda y parece que nadie se acuerde de ella. Sin embargo, su director es sobradamente conocido por todos, todos hemos visto sus películas y todos hemos disfrutado con su particular elección de repartos estelares.
Es por eso que quien esto suscribe piensa que todos factores reunidos hacen que esta cinta de la que vamos a hablar sea una de las más interesantes realizaciones de la prolija carrera de su realizador. Hablamos de Full frontal y su director, a quien se le dedica el Rashomon actual.
Otro aspecto que llama profundamente la atención, aparte de esa condición de maldita que la cinta ya arrastra, es que, como muchos lectores ya habrán adivinado, se revela como una de esas cintas personalísimas que un director puede lograr hacer cuando ya ha alcanzado cierto estatus.
En efecto, Soderbergh ya había hecho un curioso doblete apenas dos años antes. Había sido nominado como mejor director tanto a los Oscar de Hollywood como a los Globos de Oro por partida doble, recordemos, por Traffic y por Erin Brockovich, siendo ganador de ambos galardones por su labor en la primera de las mencionadas. Pero logró también que una espléndida Julia Roberts también se llevara ambos galardones como mejor actriz.
Después de esta lluvia de premios, actriz y director se volvieron a unir, en 2001, para rodar ese juguete complicado y altamente lujoso llamado Ocean’s eleven, con la participación de otros amiguísimos de Soderbergh (George Clooney o Brad Pitt, entre otros), a la que le seguirían dos secuelas más como todos sabemos.
Pero lo que muchos no saben es que después de esa primera aventura en el terreno del robo hecho divertimento trepidante, ya en 2002, vino esta Full frontal con la implicación de nuevo de Julia, Brad y otros nombres de prestigio, como Catherine Keener, David Duchovny, Harvey Weinstein o David Fincher (sí, sí, han leído bien, y estos dos últimos se autointerpretaban en curiosos papeles), lo que hace que el filme-experimento sea aún más interesante de ver.
Lo decimos ya. Aunque estemos empeñados en señalar el gran atractivo de este producto, no debe verse con un ojo crítico de aquellos que están dispuestos a analizar todo fallo posible, pues el filme está plagado de vacíos, pretensiones y elucubraciones enloquecedoras y desvaríos que hacen que sea una propuesta fallida. De hecho, se llevó el varapalo absoluto de la crítica norteamericana.
Pero como aquí no somos tan malos, vamos a apostar por observar la película desde un punto de vista diferente. Vamos a verla desde el convencimiento de que se trata de uno de esos ensayos filmados apasionantes, por muy irregulares que resulten la mayoría.
La desnudez del séptimo arte
El término full frontal se aplica cuando sale un actor o una actriz desnudo íntegramente en pantalla de manera frontal, pudiendo apreciar el espectador la gracia de todos sus atributos sexuales. En este caso, es más bien una buena metáfora sobre cómo la cámara escruta a sus actores y sus vidas, haciendo que se desnuden figuradamente en más de una ocasión. Precisamente de esto trata Full frontal, del cine dentro del cine, o incluso diríamos que llega al cine-dentro del cine-dentro del cine.
Sí, es uno de esos filmes metanarrativos, metalingüísticos y metaloquesea que Soderbergh se sacó de la manga por puro placer y porque se lo había ganado. Diríamos que forma parte de sus películas más indies y radicalizadas, pues por todos es sabido que el director demuestra siempre moverse entre dos mundos: el del cine comercial de calidad puro y duro (Contagio es el último eslabón de la estirpe) y el del cine más arriesgado y personal (The girlfriend experience sería un buen ejemplo reciente). Además, Soderbergh es de los pocos que pueden seguir trabajando a sus anchas en ambos mundos y sin que nadie le tosa, y encima le suele salir bien.
Pero con Full frontal no fue así.
La cinta, además de la mencionada debacle por parte de la crítica, obtuvo un exiguo éxito de público, por lo que no es de extrañar que aquí nadie se atreviera a estrenarla aunque tuviera a Julia Roberts como actriz principal (lo que no es poco sabiendo el poder de convocatoria de la actriz de la sonrisa del millón de dólares, quien, además, aún tenía fresco el Oscar), al margen de otros actores en alza del momento.
Pero el cine experimental a veces se paga caro y el hecho de rodar puede tener consecuencias imprevisibles. Y esto es también tema satélite de Full frontal, haciendo que el propio filme se convirtiera en un ente profético.
Entre el cine, la pasión y el sexo
En su momento fue descrita como una especie de nueva Sexo, mentiras y cintas de video, y en cierto modo, puede ser así. La cosa va de un rodaje en el que Julia y Blair Underwood ruedan una nueva película con Weinstein y Fincher (quienes ejercen, claro, de productor y director de esa cinta rodada). Lo que vemos por un lado es la acción tanto del rodaje como de la película que están rodando, por lo que estamos constantemente dentro y fuera de la misma.
Aquí, Soderbergh parece querer diluir cada vez más, conforme avanza el filme, las fronteras entre ilusión y realidad o entre cine y vida.
Pero aquí no acaba el tema. Múltiples subtramas se van desarrollando paralelamente desplegando un abanico de relaciones extrañas acerca de la sexualidad y el voyerismo, además de las implicaciones que conlleva la transtextualidad, la creación y el arte. Para colmo, la película se asemeja a un montón de secuencias casi hilvanadas por azar, de forma amateur y con lo bizarro extremo como máximo leit motiv. Desde luego, el filme sorprendió a propios y extraños y acabó siendo lo que es hoy, una rareza inclasificable y maldita.
Cabe mencionar también que la obra fue rodada con las normas deconstructivas de la narración convencional del Dogma 95 de Lars von Trier y sus amigos. Es decir, la improvisación y la espontaneidad se respiran en cada fotograma, la cámara corre libre sobre los hombros de los operarios, los actores tienen amplia cancha para hacer un poco lo que les plazca y estaba rodada en formato digital, concretándose como la primera experiencia de video digital que filmaba su director.
Su voluntad, claro queda, era absolutamente iconoclasta e irreverente, aunque todo quedara en agua de borrajas. No me digan que todo esto no les despierta el más mínimo interés.
Las piezas del rompecabezas
El último aspecto llamativo de la cinta, además de toda su libertad creativa y de sus cimientos absolutamente arbitrarios, es la estructura de puzle complicadísimo y, a la vez, muy simple, de la que hace gala el filme.
Ya hemos dicho que tenemos a varios personajes en pantalla que vienen y van sin demasiado orden. En concreto, son ocho personajes que ejercen las veces de la soledad, la incomunicación, la sexualidad, la interpretación y el arte entendido como vida metavida. Se podría decir que hay una voluntad antonioniesca que sobrevuela las intenciones del filme.
Pero todo queda como a medio gas, como si se tratara de una obra demasiado libre como para concretar ideas palpables. Quizás esta estructura de rompecabezas libre sea su principal problema puesto que no llega a sacar nada en claro.
En tanto, Soderbergh se muestra, aquí más que otras veces, absolutamente preocupado por verter una estética formidable. Su dominio de la imagen y de los recursos que de ella puede valerse demuestran, una vez más, su gran talento como visionario de nuestros tiempos aunque amoldado a convenciones más estables, pero aquí abandonó esta estabilidad y optó por una caída libre en la que no podemos pensar que no hay nada más que un gran vacío intelectual. De todos modos, podemos decir que es un vacío intelectual soportable para aquellas mentes ávidas de descubrir empanadas mentales.
Cierto es que todas las ideas (las pocas) que planean sobre los personajes ya las conocemos y que la continua disociación de realidad y ficción acaba por ser un peso con el que lidiar. De este modo, Full frontal es una experiencia formalista de gran luz y de poca pincelada pero tan fascinantemente alambicada y artificial que, por floja que resulte, merece ser rescatada del baúl de los recuerdos.
Y es que quien esto suscribe tiene debilidad por atender y rescatar las maldiciones y marginaciones varias que ha dejado el avance del cine a su paso. ¿No les sucede a ustedes? Pues apuesten por un buen desnudo full frontal.
Escribe Ferran Ramírez