Cuando la Navidad te cambia las opciones
Los ángeles existen, por lo menos en Navidad. Y aunque no te lo creas, siempre llegan para aclararte las ideas, como unos subconscientes fieles y respetuosos de tu ser.
Todos recordarán la estupenda película de Frank Capra ¡Qué bello es vivir! o la obra maestra de Wenders Cielo sobre Berlín: en las dos son los ángeles que llevan a cabo la historia, enfocando el aspecto más íntimo de los personajes protagonistas.
La figura del ángel-guía es una anécdota muy utilizada en el cine y parece funcionar siempre. Esto porque nos permite analizar el personaje en su totalidad y verle más detalladamente en el interior.
También en el caso de esta película, The family man, la Navidad lleva a un ángel, disfrazado esta vez de un hombre malo, que mete al protagonista en las condiciones de aceptar lo que al principio parece un juego, o más bien un sueño, convirtiendo su escuálida y triste Navidad en algo parecido a lo que siempre había imaginado.
Sinopsis
Jack Campbell es un hombre de negocios muy respectado de Wall Street y vive en un piso lujosísimo pero frío, llevando una vida de vicios: coches elegantes y mujeres guapas. Sin intereses ni pasiones, cree tenerlo todo, hasta que la noche de Navidad encuentra a un hombre que, en apariencia malo, en realidad revela ser un ángel y que le permite vivir la vida que le habría tocado si hubiera hecho una cierta elección.
La infelicidad de descubrir otras alternativas
La Navidad es también una festividad que está muy ligada a la nostalgia y al pasado: deja pensar en “lo que fue” y en “lo que habría sido si”. ¿Esto porque las luces y las familias se reúnen y el verlo todo junto parece que te haga pensar en lo que eras y no eres más?
Puede ser una opción. Pero ¿cuáles son las opciones que tenemos para ser felices?
No hay muchas: la única opción es elegir. Palabra clave de la película y tormentosa característica humana. Cada vez que se elige se gana alguna cosa y se pierde otra.
Posiblemente ninguna será la elección justa, pero sí que será la justa para nosotros.
Así que las ventanas iluminadas de la Navidad son una elección, una simple fachada al mundo interior que esconde recuerdos, ocasiones perdidas y ojos que no se han vuelto a ver.
Esta es la vida de Jack: una ficción que esconde añorados y remordimientos, una cortina que tapa la realidad de una vida quizás demasiado construida y poco auténtica.
¿Que es la Navidad para él? Un ángel que cambia las opciones, un motivo para dar la vuelta a su propia vida y crear otras posibilidades. Un cambio y, por eso, una elección.
No siempre el cambio es positivo cuando te das cuenta de que podías ser mucho mejor deseando con el corazón y no con el cerebro.
Un clásico buen pensamiento de Navidad, pues sí. Elegir al amor y no al trabajo, a la familia y no al éxito, a los hijos en una casa modesta y no un piso en un ático de Manhattan.
Podría parecer un cuento moralista, pero no lo es.
Jack es el símbolo del hombre moderno que entra en el círculo de la subida social, dedicándose exclusivamente al trabajo y enfriándose como si el blanco y el negro fueran los colores más vívidos que conoce. La muerte interior del personaje representa justamente su fuerza, el empuje que necesita para darse cuenta que la nieve es una señal, el momento en el que tiene que elegir.
La “infelicidad” que puede trasmitir esta película es intrínseca a la naturaleza humana y por eso es una metáfora de la dificultad de aceptarla.
No obstante, aunque sea complicado, lo que más puede parecer infeliz es que hasta al final no sabremos nunca lo que los personajes elegirán, porque la película acaba justamente en el momento en el que lo están haciendo.
Muchos de nosotros, los espectadores, no soportamos los finales “sin final” o, mejor dicho, sin un “…Y vivieron felices y comieron perdices”. Buscando la seguridad por lo menos en la ficción, sufrimos viendo que algo no se ha cumplido.
Jack es la gran demostración, en esta película, de que nada se cumple en realidad, nada tiene un fin por sí mismo. Todos vivimos en este gran caos llamado vida e intentamos darle una orden eligiendo una y otra vez, aunque nos cueste.
Este es el reto en el que participamos y gracias a la buena dirección de Bratt Ratner y a la gran interpretación de Nicholas Cage y Tea Leoni, el filme consigue dejar a los espectadores con un sentido y unas ganas de seguir con este mágico y absurdo juego.
La película conmueve y engancha por una tierna historia, pero también por transmitir emociones contrastadas: el sentido de lleno-vacío continúo del personaje, la espera, el sueño-realidad en el que se encuentra de repente, la felicidad, la nostalgia, el presente-futuro.
Es un columpio que sube y baja sin dejar opciones… Lo único que deja es su balanceo lento y fugaz a la vez, alegre y melancólico también, como una fiesta con nieve, como la Navidad.
Escribe Serena Russo
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