El trío: periodismo, política y corrupción
No son pocas las películas que tratan sobre la política y la corrupción que a ésta parece inexorablemente ligada. En muchas ocasiones, la profesión del periodista es la encargada de indagar y profundizar en estos delitos políticos, y cual detectives, descubrir toda la verdad averiguando, tras esa cortina de humo que suele aislarla, y desvelarla, dando así a conocer la realidad al resto de los mortales.
Una de las cintas más representativas es Todos los hombres del presidente, dirigida por Alan J. Pakula (1976), junto con el guión de William Goldman que, basado en la obra homónima de los periodistas Bernstein y Woodward, llevaron a la gran pantalla todo el periplo que ambos trabajadores del The Washington Post sufrieron para destapar el caso Watergate.
La pareja: Bernstein y Woodward
Durante el año 1972, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos aconteció uno de los escándalos políticos más sonados del país. El Partido Republicano, representado por el presidente Nixon, fue acusado de espionaje tras descubrir a cinco colaboradores suyos, hombres pertenecientes a la CIA y el FBI, poniendo micrófonos en la sede de su opositor, el partido Demócrata, situada en el edificio Watergate.
La investigación de Woodward y Bernstein destapó todo un caso de corrupción política que salpicaba hasta al mismísimo presidente Richard Nixon quien, electo en una segunda candidatura, se vio obligado finalmente a dimitir.
El solista: Garganta Profunda
La audacia de ambos reporteros se vería premiada con el prestigioso premio Pulitzer. Ya que fueron ellos quienes destaparon el caso, ayudados por la ya mítica fuente secreta, Garganta Profunda (Deep Throat). Término que fue adoptado por el título de la posiblemente más famosa película pornográfica que escandalizó al país en 1972, Deep Throat (de Gerard Damiano), que fue protagonizada por Linda Lovelace. En la actualidad el término es utilizado para designar a informadores anónimos en el ámbito periodístico.
Woodward y Bernstein mantuvieron su palabra de no revelar nunca a su fuente hasta que ésta hubiera muerto. Sin embargo, en 2005, William Mark Felt, la segunda persona más importante del FBI en la era Nixon, descubrió su identidad, siendo a posteriori confirmada por ambos periodistas. Tres años más tarde Felt fallecería.
La película
La narración la abre una máquina de escribir, con su sonido y la contundencia de sus golpes parece pronosticar lo que serán los dos hombres que la utilizan: dos periodistas directos y contundentes.
Bernstein (Dustin Hoffman) y Woodward (Robert Redford), mostrarán su historia al mundo, exponiéndose como dos sabuesos implacables que persiguen a su presa y que no cesarán hasta darle caza, sacándola a la luz de su escondite, para que al ser descubierta, la justicia pueda tomarla y someterla a juicio.
El enfoque detectivesco de la profesión periodística no era nuevo en el cine, ya se había hecho; en realidad, es muy habitual que en el audiovisual su figura sea tratada como la de un investigador llegando, en ocasiones, a fusionarse tanto como para hacer olvidar al espectador que el personaje trabaja para un periódico.
The Washington Post
Este no es el caso, la redacción del The Washington Post ni se obvia ni pasa desapercibida, formando parte de este entramado de buscadores de la verdad, ese periodismo puro y primigenio que todo estudiante en la facultad aspirará a alcanzar. Convirtiendo a ambos trabajadores y su redacción en iconos a los cuales venerar y seguir.
Unos valores idílicos que parecen ya perdidos, están encarnados por estos dos personajes que en su búsqueda componen un puzzle de nombres, profesiones e implicados, difícil de descifrar y seguir, requiriendo la plena atención por parte del espectador y una buena dosis de memoria para recordar todos los nombres de los responsables de una trama de corrupción que parece componer una lista interminable, hasta que por fin llega y concluye con el nombre del propio presidente Nixon.
La incisiva cinta fue premiada por la Academia con cuatro estatuillas, los Oscar serían para el mejor actor secundario (Jason Robards), para William Goldman por el mejor guión adaptado, otro iría para el sonido y el último para los decorados. Ninguno recaería sobre Pakula o sus protagonistas, Hoffman y Redford, pese al gran trabajo que todos ellos realizaron, obteniendo como resultado una película clave e indispensable cuando se habla de thriller político-periodístico. Todo un referente.
Escribe María González