El perfil del psicópata

Published on:

Del monstruo al asesino en serie

el-silencio-de-los-corderos-113El terror. Nos gusta pasar miedo, que nos asusten y nos enfrenten a la experiencia de la muerte, pero no en la vida real, sino sentados cómodamente en nuestra butaca. Zambullirnos en historias donde nos amenazan monstruos, alienígenas, fantasmas o incluso al propio demonio que se introduce en nuestra casa, hasta en nuestra alma (El exorcista, William Friedkin, 1973) o tal vez sea un fantasma con oscuros deseos sexuales (El ente, Sidney J. Furie, 1982).

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando el monstruo se humaniza? Pero no como un ser ajeno y lejano que se acerque a la tipología del monstruo sino como una persona de apariencia normal. Esto es lo que sucedió en la década de los 60 cuando Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) y la menos conocida El fotógrafo del pánico (Michael Powell, 1960) cambiaron el género del terror. Ya no eran seres sobrenaturales. Aunque en décadas anteriores ya existieron obras en las que los asesinos eran seres aparentemente normales (Arsénico por compasión, M, el vampiro de Düsseldorf)  estos personajes no se asentarían hasta los 60.

El progreso de los psicópatas fue total y revolucionario con el personaje de Hannibal Lecter. Un asesino de extremada inteligencia, aparente normalidad y una rotunda elegancia en contraposición a un psicópata más clásico, personaje más evidentemente perturbado y torpe, al cual se enfrenta en sus propias cintas. Como, por ejemplo, en la primera aparición del personaje en 1986, Hunter de Michael Mann. En la obra el caníbal ya está entre rejas pero el asesino en serie objeto de la persecución, el denominado Ratoncito Pérez, carece de los nuevos atributos de un buen psicópata.

Diversidad de psicópatas

La evolución y revolución total de esta nueva mezcolanza de géneros realmente se inició en 1991 con El silencio de los corderos segunda obra en la que aparece el Doctor Lecter. En uno de sus banquetes culinarios tiene lugar una buena dosis de casquería más en la línea del cine gore, sin embargo, consigue mantener su elegancia en todas las imágenes, cualidad más característica del género thriller en el que también se enmarca. Así mismo, el cine slasher que a raíz de las mencionadas obras de los 60 comenzó a generarse, en los 80 tiene en la obra de Demme su parcela particular, pues gracias al asesino Bill la película también tiene un espacio en el cine de destripadores.

El legado que Jonathan Demme dejó tras esta gran obra resultó evidente no sólo en las secuelas de la saga, no tan brillantes como la suya, también lo fue en otros thrillers terroríficos como Seven (David Fincher, 1995), o series que aún perduran, como toda la franquicia de CSI  o Bones, donde las autopsias y perfiles psicológicos son parte central de la imaginería de la trama. La original CSI Las Vegas puso al mando del laboratorio a Grisom, personaje interpretado por William Petersen quien curiosamente fue el primer agente (Will Graham) en enfrentarse y atrapar a Hannibal en los 80.

Will Graham fue el nombre que en 2013 también tendría el agente del FBI  protagonista de la serie, con muchos atributos deudores de la película de Michael Mann, que ya tuvo un remake en 2002, cuyo personaje posee un alto grado de empatía e imaginación, lo cual le permite conocer y revivir las  pautas del asesino.

Pero de entre la gran herencia que Lecter dejó la más sobresaliente fue John Doe (Kevin Spacey) psicópata del ya mencionado filme Seven, una obra que a su vez creó escuela, como por ejemplo sus novedosos títulos de crédito y su oscuridad, que serían copiados hasta la saciedad.

el-silencio-de-los-corderos-115

El guía de la heroína

Sin embargo, la complejidad de Lecter pocos asesinos a lo largo de la historia del cine la poseen. Hay que tener presente que el Doctor, el gran depredador, es en realidad en el guión de la obra el anciano guía de la heroína. Este psicópata absoluto, como lo clasifican, adiestra a Clarice en el análisis y retrato psicológico del asesino Buffalo Bill, para que con sus enseñanzas pueda atraparlo y graduarse en el FBI.

Entre el Doctor Lecter y Clarice nace una relación cercana que es a la vez la existente entre un profesor y su alumna más destacada, recordemos que es psicóloga. Es su “aprendiz” favorita al hallar algo de la inteligencia que él posee en ella. Y al mismo tiempo se entabla un vínculo médico-paciente. Hannibal curará con su terapia las heridas psicológicas que atormentan a Clarice.

Con Lecter, el estándar de asesino en serie se humaniza completamente, no posee traumas infantiles, ni fue maltratado por una mujer lo cual le lleve a transformarse, como Norman Bates o Buffalo Bill, no es apocado, introvertido ni carente de habilidades sociales. Es normal, es sobresaliente, su gran inteligencia es su mejor habilidad para la caza. Tampoco es un palurdo, su gusto es exquisito. Sus refinados modales convierten una carnicería gore en una representación gastronómica propia de la alta cocina. No es gratuito que en la serie Hannibal sea el cocinero José Andrés el creador de los platos de tan peculiar cocina y su estilista Janice Poon.

En la película de Demme, una de las víctimas del buen doctor fue delicadamente cocinada y servida con Chianti a una mesa de diversos comensales ignorantes de la procedencia de la carne. Algo muy diferente a nuestro Caníbal (Manuel Martín Cuenca, 2013), pues Carlos (Antonio de la Torre) prefiere banquetes más austeros y en solitario, su modo de cocinar es más sobrio.

el-silencio-de-los-corderos-24

Elegancia vs. ordinariez

El antagonista de Lecter es Buffalo Bill, un psicópata al uso, encasillable en obras del subgénero slasher, un monstruo casi irreal que a causa de su lastre psicológico asesina y despelleja chicas jóvenes para hacerse un traje. A sus víctimas les introduce en la garganta una crisálida de polilla de la muerte, su sello de identidad y parte del cartel de la película. Así la transformación del insecto se extrapola al asesino y al género, que con la obra evolucionaría considerablemente, al mismo tiempo la calavera que la mariposa tiene en su dorso es un presagio de todas las muertes que se presenciarán en la pantalla. Además, en el cartel aparece sobre la boca de la protagonista, acallando su voz, tal vez para dejar oír esa “especie de grito melancólico” como escribió Poe que emite este animal.

Pero Bill carece de toda esta poética que posee la obra. Es un personaje que no forma parte de la sociedad, es incapaz de integrarse. El desorden y la oscuridad de su hábitat contrastan con la pulcritud y el orden de Lecter. Dos depredadores que se hallan en los lados opuestos de la pirámide, siendo el doctor la cúspide.

Lecter es el único al cual ningún hombre podrá cazar.

Escribe María González

el-silencio-de-los-corderos-114