Suspense y comedia romántica
Bien es sabido que el británico Alfred Hitchcock es el rey del suspense e hizo de él una obra de arte. Mantener la tensión del espectador y engancharlo a la butaca a los cinco minutos de comenzar sus películas es lo habitual en sus creaciones. Pero también, como buen inglés, ofrece un ácido y, en ocasiones, muy negro sentido del humor.
De su primera etapa inglesa, la penúltima película antes de embarcarse rumbo a Estados Unidos para comenzar una nueva aventura con Selznick fue Alarma en el expreso, donde el suspense y la acción rápida se entremezclan con un género nacido hacía muy pocos años, en 1934, la comedia romántica, con Sucedió una noche, obra de Frank Capra. Género, entre otros, del que esta cinta de Hitchcock comparte características.
En esta obra la caricaturización de los personajes resulta clave para la parte cómica, parodia a cada grupo en base a su procedencia. La pareja más divertida resulta ser la de los dos ingleses, Charters y Caldicott, que tan sólo se preocupan por llegar a tiempo para ver el partido de la final.
La película
El inicio recuerda a una nevada estampa navideña encapsulada en una bola de cristal, como la que unos años más tarde caería de la mano de Ciudadano Kane al morir. Es una encantadora población entre montañas en el país imaginario de Brandika, ubicado en algún lugar cerca de los Balcanes en una época convulsa cercana al estallido de una guerra.
En ese idílico paraje un tren de pasajeros sufre una avería y todos ellos deben hospedarse en el pintoresco hostal de esta localidad. Ya en el hotel, de despedida de soltera, se encuentra Iris, una joven adinerada, con sus amigas, quienes la verán partir hacia su destino tras su última noche como mujer libre y soltera.
La parte de comedia romántica correrá a cargo de este personaje y de Gilbert, un músico estudioso de antiguas canciones folklóricas que va recopilando para su investigación. La característica guerra de sexos y tensión sexual sucederá durante esa noche y en el hostal pues con el cambio de localización, el tren, cambian los roles y comienza el comportamiento detectivesco.
En el tren, localización muy de su gusto, es donde transcurre casi todo el metraje, un lugar reducido, donde encierra a sus personajes y donde él mismo debe enfrentarse a retos técnicos, el plató media unos 30 metros cuadrados. Con La soga (1948) y su conocido plano secuencia hizo algo similar, encerrar a sus personajes en un pequeño espacio junto con el culpable y autoimponerse la dificultad técnica que ello implica.
El juego sucio de la mente
El argumento se complica cuando Iris recibe un macetazo en la cabeza que realmente iba dirigido a la Señora Froy, una anciana profesora ya jubilada que posee una apariencia de inofensivo encanto. Ambas traban amistad, no obstante, una vez en el tren, cuando Iris tras una siesta se despierta y su amiga no está se enreda todo el argumento dando paso a la intriga habitual de Hitchcock.
Durante la búsqueda la heroína evoluciona, dejando atrás a la niña rica mimada para convertirse en una joven valiente, dispuesta a casarse por amor abandonando su destino de vida insulsa y acomodada.
Algo que tampoco dejaría escapar en esta ocasión es su gusto por el psicoanálisis, la pérdida de memoria y la supuesta confusión mental de los rostros, uno en particular, el de la señora Froy. Esta temática la elaborará en mayor profundidad en Recuerda con el psicoanálisis como centro del argumento y el surrealismo de Dalí como ornato.
Los problemas, traumas, deslices freudianos o engaños mentales son el centro de un gran número de sus películas, en unas ocasiones siendo parte central del argumento y en otras formando parte de la trama.
El engaño
El engaño, el jugar con sus personajes, ha sido parte del disfrute del director quien cual titiritero los manejaba por medio del suspense, que dominaba como ningún director. Con ese desconocimiento del peligro cercano por parte del personaje, pero conocido por el espectador, es como consigue manipular los sentimientos de este último hasta la extenuación, controlando así a ese espectador que ávidamente consume su obra a la cual termina irremediablemente enganchado desde el inicio.
De esta etapa inglesa dicen los críticos que ésta fue su mejor obra. Tal vez una de las mejores de su carrera.
El guión fue escrito originalmente en 1936 para otro director, Roy William Neil pero, tras diversos problemas —uno de ellos diplomático, pues al descubrir el guión la policía yugoslava deportó al equipo—, finalmente la obra fue cancelada. Más tarde sería retomada por Hitchcock afirmando que podría rodarla en un mes, modificando ligeramente para sí el guión. En diciembre de 1937 concluyeron el rodaje.
Escribe María González