Hitchcock por Guillermo del Toro

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Duelo de titanes

hitchcock-del toroEste año en que Del Toro está de moda por haber ganado el Oscar con La forma del agua, es un momento perfecto para revisar este libro que originariamente fue escrito por un jovencito crítico aspirante a cineasta, dentro de la colección de estudios de la Universidad de Guadalajara (Méjico) centrada en grandes directores.

Dos décadas después, en 2009, Espasa reeditaba el libro manteniendo intactos los textos originales sobre Hitchcock, aunque con un prólogo de Guillermo donde aclaraba ese respeto a las opiniones de aquel joven veinteañero: «Espero que os mostréis generosos con el joven autor. A fin de cuentas, es un buen muchacho».

En ese prólogo, el director de El laberinto del fauno aprovecha para dejar claras un par de ideas que recorren el libro y en las que se reafirma con contundencia: «El periodo inglés de Hitchcock resume temática y estilísticamente el resto de su carrera con contadas excepciones. (…) Con la muerte en los talones es una evolución de 39 escalones y Psicosis una puesta al día de El enemigo de las rubias».

Inmersos ya en el texto original de finales de los 80, el libro sigue la pauta habitual de las publicaciones de la universidad mejicana: análisis título a título, incluyendo la ficha del film, una breve sinopsis, un compendio de las opiniones vertidas en libros anteriores por prestigiosos críticos y, como colofón, la opinión personal del propio Del Toro.

Un análisis quizá demasiado mecánico y en ocasiones frío, aunque perfectamente válido para ir saltando aquí y allá para conocer la recepción crítica y refrescar algunas ideas presentes en cada título.

Como es lógico, coincidimos en la mayoría de los casos con las generosas opiniones en torno a muchos films, pero no siempre con sus duras críticas a títulos mal recibidos en su momento, algo de lo que hoy es consciente Del Toro cuando manifiesta que en la actualidad él ha cambiado su percepción sobre algunos títulos: «Las discrepancias ente mi opinión a los 43 años y las que este joven expresa serían numerosas: hay demasiada certeza e impiedad en la evaluación de ciertas cintas que con el tiempo he llegado a valorar más y más —Marnie la ladrona—. (…) Una absoluta validación de la teoría “autoral” que me parece ahora inexacta y peligrosa».

Junto al análisis individual de cada título, donde se permite reírse abiertamente de Doris Day y de su repelente hijo en El hombre que sabía demasiado, Del Toro desliza sus opiniones más personales en una introducción que repasa el grueso de la obra de Hitch y donde abandona las «influencias» de otros autores para manifestar abiertamente sus opiniones sobre el creador de Psicosis:

«La culpabilidad encontraría más tarde su camino en todas las grandes películas del maestro. La culpabilidad del inocente (una “puesta al día” del concepto de pecado original), la inocencia del culpable (una apología del criminal). La culpa como situación necesaria para la “redención por amor” (requisito del purgatorio), la transferencia de culpa (paralela al rito de la confesión), el padecimiento resignado (muy similar al martirio de un santo)… Insisto en la idea de “carga moral” porque me paree que si se atribuye todo el sentimiento de culpa de Hitchcock sólo al aspecto religioso, se corre el riesgo de simplificar demasiado las cosas».

En su introducción no olvida la importancia del villano, que por necesidades de la censura imperante casi siempre acaba castigado, aunque deja su huella en el protagonista y también en nosotros, el espectador. Tiene palabras para el contraste entre Hitch y su esposa Alma Reville («bajita, morena y hombruna») frente a las protagonistas femeninas de sus películas («altas, rubias y sofisticadas»).

hitchcock-del toro-2También alude al concepto de «canibalizarse», una idea de Raymond Chandler según la cual en su periodo americano Hitch utilizó sus primeros títulos «para pulir lo ya hecho y digerido y lograr la perfección técnica».

Un repaso en el que no faltan la misoginia, la perfección técnica, su innovadora presencia en televisión, las inolvidables apariciones en sus películas o esos trailers donde también ofrecía un enfoque distinto al concepto de promocionar un film.

Malas influencias

De lo que no habla Del Toro en su libro es de sí mismo. Lógico si tenemos en cuenta que lo escribió cuando él apenas había dirigido unos cortometrajes.

Pero hoy conocemos su ópera prima, Cronos, y sus trabajos sobre la Guerra Civil española, sobre todo El laberinto del fauno. Hemos sufrido su cierta claudicación hacia la industria (Blade II y Pacific Rim), sus proyectos no materializados (El Hobbit) y su triunfo a nivel crítico y de público (La forma del agua).

También conocemos sus incursiones televisivas (The Strain), incluso basadas en sus propias novelas, algunas obras personales que no todos ven en principio cercanas a su mundo (Crimson Peak) y, sobre todo, un manual sobre la creación de tensión que es toda una manifestación de amor al mago del suspense (Mimic).

Una filmografía en la que asoman no pocas influencias hitchcockianas.

Influencias que van desde el papel del malo de la función (cuando mejor es el malvado mejor es el film) hasta esa mujer no tan torpe y gritona como la muestra la mayor parte del cine, y como ejemplo su film ganador del Oscar: la muda y la cosa surgida del agua enfrentados a una gran trama norteamericana para esconder su existencia, un McGuffin que esconde en el fondo la vieja historia de amor entre la bella y la bestia, aunque —es el signo de los tiempos— ni ella es tan bella y él tan bestia.

Es la segunda lectura que hoy podemos extraer de este trabajo primerizo.

En definitiva, un libro correcto, quizá con una estructura demasiado encorsetada para lo que hoy preferimos leer, pero con una documentación notable y con un caudal de opiniones suficientemente atractivo como para devorarlo completo…

Aunque si uno lo prefiere, siempre puede leer los textos genéricos y centrarse sólo en aquellos títulos que más le interesan o tiene previsto revisar en DVD o por cualquiera de los mecanismos hoy accesibles al cinéfilo, una facilidad que no tenía Guillermo Del Toro cuando escribió este libro —sorprende la memoria de aquellos críticos que veían los títulos, con suerte, una vez en alguna filmoteca antes de poder escribir—.

Un libro que, con el tiempo, ha evolucionado incluso en su título y su portada: dada la importancia de estos dos gigantes del cine mundial, hoy se conoce sencillamente como Hitchcock por Guillermo Del Toro.

O sea, el autor como parte del título… la política que de alguna forma inventó Hitchcock, la política del autor, sigue más viva que nunca. Y, por supuesto, la sombra de Hitch sigue siendo muy, muy alargada. Y si no que le pregunten a Del Toro.

Escribe Mr. Kaplan

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