Camino al infierno
La carretera como escenario principal para construir una historia puede llevarte a todo tipo de aventuras, como así ocurre en El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1953), de Henri-Georges Clouzot.
Dirigida y escrita por el propio Clouzot con la ayuda de Jérome Géronimi, basada en la novela de Georges Arnaud, El salario del miedo narra la aventura agónica de cuatro hombres que se ven obligados a transportar nitroglicerina debido a su precariedad laboral, cercana a la hambruna. Desempleados y encerrados en un pueblo de Sudamérica, pobre, sin trabajo para sus habitantes, explotado por una petrolera estadounidense, esperan cualquier oferta, por peligrosa que sea, para poder salir de una situación tan desesperada. El transporte de la nitroglicerina es la única oportunidad, a corto plazo, para conseguir dinero y poder salir de un pueblo que huele a muerte.
Clouzot recrea los comportamientos de los personajes durante primera parte del filme, una parte que cuesta de digerir pero el director está preparando el terreno, prepara al espectador para ese viaje hacia el suspense, el miedo, la moral, la maldad del ser humano, la venganza y la supervivencia, todo muy propio de la condición humana desde un punto de vista existencialista.
El pasado de los personajes es turbio, de una forma o de otra todos están atrapados en el pueblo, Las Piedras, y solo quieren trabajar para ganar el dinero necesario que les permita salir de un pueblo opresivo.
El director no explica en profundidad el pasado de los protagonistas, cómo y por qué llegan al pueblo, sólo apunta la procedencia de Mario (Yves Montand) y de Jo (Charles Vanel), ambos vienen de Francia y este aspecto les une en un gran amistad que pasa por momentos de amor y odio. Tampoco se explica el pasado de los otros dos protagonistas, Bimba (Peter van Eyck) y del italiano Luigi (Folco Lulli).
Los mencionados son los cuatro personajes que transportarán la nitroglicerina, aunque hay otros secundarios que tienen trascendencia en la película dentro del espectro crítico social del director. Linda (Vera Clouzot, esposa del director en la vida real) que estaba enamorada de Mario, personaje que utiliza Clouzot, al principio de la película, para dar muestra del comportamiento de los hombres con las mujeres en ese contexto y esa época. Y el otro secundario con peso en la película, Bill O’Brian (William Tubbs), el director de la empresa de petróleo, un personaje de moral más que discutible.
Con respecto al tratamiento de la mujer en la película queda muy claro que Clouzot retrataba una época y un contexto donde el hombre ejercía un cierto poder sobre la mujer principalmente por las circunstancias precarias de la vida, por la educación de la época y por la dependencia que la mujer tenía del hombre. Es de vital importancia diferenciar lo que es un retrato de la época y el regocijo de lo escenificado, ya que el director pretende hacer una crítica del comportamiento del hombre sobre la mujer mostrando el abuso de poder cuando existe la dependencia del uno al otro.
Mario (Yves Montand) trata fatal a Linda, sobre todo cuando aparece en escena Jo, el que se convertirá en su compañero de carretera y también amigo, aunque el desenlace de la amistad entre ambos es dramático. Mario elige entre una vida con Linda o una salida del pueblo que pasa por la obtención de un visado. Para ello tiene que aceptar el salario del miedo, al igual que los otros tres personajes: transportar la nitroglicerina que puede conducirles a la muerte.
En algunos compases Mario defiende el no maltrato a Linda, el jefe de la taberna quiere abusar de ella y él se interpone, es como una contradicción moral: te maltrato psicológicamente pero no físicamente, autoimponiéndose unas líneas rojas no traspasables. Todos estos aspectos se muestran en la primera parte del filme.
Otro aspecto fundamental es la entrada en escena de Jo (Charles Vanel), quien conmueve a Mario e intenta buscar una salida, sin descanso, a la miseria de sus vidas. Su presentación con traje blanco es más propia de un gánster, un hombre fuerte decidido a matar si es necesario.
Y otro detalle a destacar, sobre todo lo mencionado, rodeado de elipsis, es la no mención del país donde está el pueblo denominado Las Piedras: se da por hecho que es un pueblo de Sudamérica donde los americanos extraen petróleo, podría ser México, ya que es fronterizo y encaja perfectamente en la historia.
Si analizamos el argumento observamos que conecta perfectamente con la explotación de recursos naturales en un territorio donde la población pasa hambre, por ello esos recursos los explota un país desarrollado con medios técnicos para extraer el petróleo. El país donde tienen este recurso natural no dispone de los medios necesarios para la obtener de petróleo, algo habitual en países que están en vías de desarrollo donde pueden darse dos circunstancias: una, que no se tengan los medios necesarios para la explotación de de los recursos naturales; y la otra, que sea una colonización en toda regla donde se pretende robar el recurso natural para enriquecer a otros países desarrollados con poder sobre los demás. Estados Unidos, muy acostumbrado a este tipo de colonizaciones en los últimos tiempos, no es el único culpable, si no lo hicieran ellos lo harían otros, por lo tanto es de condición humana la búsqueda de poder en el mundo, dominar el mundo.
El argumento y la temperatura del filme empiezan a subir. Bill, el director de la empresa de petróleo, ofrece un salario a cuatro conductores, que él tendrá que elegir previamente, para transportar nitroglicerina en dos camiones. La decisión de transportar la nitroglicerina se toma por una explosión en un campo petrolífero.
Algunos de los preseleccionados abandonan cuando Bill explica el peligro de dicho transporte alegando que la vida está por encima de un salario que les conduce a la muerte, alertando de un posible engaño. Finalmente entre los seleccionados no está incluido Jo, Bill considera que es mayor para emprender este viaje, aunque lo mantiene como sustituto. Jo acepta y se encarga de eliminar —sin violencia— a uno de los conductores seleccionados previamente para emprender el viaje y cobrar el ansiado salario.
Los camiones están preparados y los cuatro protagonistas comienzan un viaje que les llevará al infierno. Clouzot empieza a crear un atmosfera tensionada con los cuatro personajes bajo presión y miedo con el objetivo de no golpear la nitroglicerina que les haría estallar en pedazos en cualquier momento.
La carretera se convierte en protagonista, cualquier bache, ondulación o piedra en el camino puede ser mortal. La aventura está llena de trabas y el director lo escenifica perfectamente a través de imágenes que proyectan la tensión de los personajes en el espectador, el espectador se conmueve y participa con atención. La espera ha merecido la pena: Clouzot, después de un comienzo reteniendo a los personajes, explota ofreciendo —casi— una película distinta en la segunda parte del metraje.
Hay escenas memorables, una de ellas se produce con el paso de los camiones por el tramo de carretera donde hay que pisar el acelerador para deslizarse sobre los baches existentes en la carretera evitando los golpes. La tensión se eleva cuando los camiones no son capaces de mantener una regularidad en la velocidad porque los camiones no tienen la potencia necesaria y esto provoca un sobresalto en el corazón de los conductores.
Otra escena que eleva la tensión a otro nivel más alto se produce cuando los camiones tienen que maniobrar encima de un puente de tablas para cambiar de dirección. El camión de Mario engancha uno de los cables del puente y la muerte está cerca. La tensión sigue subiendo.
La interpretación de Charles Vanel sube la calidad del filme, es otra vuelta de tuerca del director que va subiendo el nivel de la película al mismo ritmo que sube el suspense. Jo atenazado por el miedo, quien lo diría después de la entrada en el pueblo con ese aspecto gansteril, se baja del camión antes de la maniobra en el puente, Mario empieza a humillar a Jo por el miedo que este expresa en cada momento. No resiste la presión del miedo, su cara y los gestos lo dicen todo. Clouzot saca el máximo rendimiento de este actor, que fue galardonado en 1953 como mejor actor en el Festival de Cannes por esta interpretación.
El ingenio a través de la aventura también aparece en El salario del miedo, los dos camiones llegan a un tramo donde hay una piedra y no pueden pasar. A Bimba se le ocurre hacer un agujero en la piedra y poner nitroglicerina. La tensión vuelve, Bimba puede explotar mientras manipula la nitroglicerina y los demás también, ya que la piedra saltaría por los aires después de la explosión. Pero Clouzot aún quiere mantener a los cuatro protagonistas con vida.
Y llegamos a la mejor escena del filme, anteriormente el camión de Bimba y Luigi explota de repente y solo quedan Jo y Mario. Es la escena donde Jo pierde una pierna dentro de un charco profundo de petróleo. La amistad de Jo y Mario está en juego. Mario, sintiendo la debilidad de Jo, debido al miedo, sigue humillando a Jo hasta que llegan al estancamiento de petróleo, una pequeña balsa profunda de petróleo por donde tiene que pasar el camión. Jo entra en la balsa a pie para dirigir el paso y el camión engancha una rama que atrapa a Jo, Mario no para el camión sabiendo que puede matar a su amigo, pero este sigue hacia delante embriagado por el cobro del salario que le permitirá salir de la pobreza. La supervivencia, la moral, el miedo, la amistad y el egoísmo están presentes. Finalmente la pierna de Jo se queda colgando en una escena donde este se baña de petróleo, una escena que conmueve al espectador hasta lo más profundo de la moral humana. Es el comienzo del fin de Jo.
Jo, con la pierna colgando sentado en el asiento de copiloto del camión, huele a muerte, no llega al final, finalmente muere justo antes de llegar al destino, la imagen de los dos, casi como dos enamorados, amigos de nuevo antes de la separación de sus almas. Mario llega a la base donde deposita la nitroglicerina, es el único superviviente.
Mario recibe su cheque y el de su amigo y compañero fallecido Jo, cuatro mil dólares. Lleno de emoción, empieza el viaje de vuelta que nunca será una vuelta definitiva, en un final a lo John Huston.
La alegría se muestra en la cara de Mario, los ojos desorbitados de emoción, lleno de alegría ajeno a cualquier tipo de tristeza por la muerte de su amigo Jo. El salario lo cambia todo y Mario, eufórico, no para de mover de un lado a otro el camión en viaje de vuelta, dicha alegría se convierte en accidente y el accidente en muerte.
Clouzot, con El salario del miedo, ofrece una película con la carretera como escenario esencial, llena de mensajes críticos sobre la condición humana: el miedo, la humillación, una cierta crítica a la catadura moral del individuo, la maldad del ser humano en situaciones límite, el egoísmo para nuestra propia supervivencia y la avaricia, casi todos los pecados capitales. Clouzot también refleja perfectamente la utilización de las personas como mercancía para cubrir intereses que satisfacen al poder, es también cine de perdedores muy cercano al cine de John Huston.
La educación cristiana está en cuestión en esta película, algo no funciona cuando estamos al límite, nuestros comportamientos se deprenden de cualquier acto cívico olvidando la educación recibida, la moral se pudre desde los que manejan los hilos hasta los son utilizados ebrios por un salario hasta el punto de hacer cualquier contra otro ser humano.
El salario del miedo fue versionada en dos ocasiones: Violent Road (Howard W. Koch, 1958) y Carga maldita (William Friedkin, 1977). Ninguna de ellas está a la altura de la película de Clouzot.
Todo es apreciable en este film de un director que se consagraría con otra gran película, Las diabólicas (1955), con la que ganaría la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Escribe Marcos Sáez