Siglo XXI mirando al siglo XX
El western del siglo XXI, defenestrado por el pasado, es un fiel reflejo de las películas de antaño. Todos estos títulos actuales cogen influencias de las obras maestras del cine, elementos que perjudican cualquier atisbo de vanguardia en la narración de una historia.
Esto influye en el comportamiento del espectador, y de la industria, incapaz de buscar un espacio para este tipo de películas que habían funcionado perfectamente en el pasado con el mismo problema de vanguardia, en lo referente a la historia, ya que muchos westerns reflejaban a través de la ficción como se construía Estados Unidos en todos los sentidos durante el siglo XIX donde se incluían costumbres, carencias legales, violencia, existencialismo y otros elementos narrativos interesantes.
Posiblemente el motivo fuese la cercanía en el tiempo, dado que la primera película denominada como western fue Asalto y robo de un tren dirigida por Edwin S. Porter en 1903.
Es difícil hacer un western de vanguardia cuando uno de los principales elementos del genero es la ambientación de una época donde se muestran todos los aspectos, buenos y malos, de una sociedad concreta. Pero todo se andará, sobre todo si tenemos en consideración qué pasó en los años sesenta cuando saltó a escena un director como Sam Peckinpah.
Sin embargo, los personajes, tanto los actuales como los forman parte del pasado, permiten extrapolar los comportamientos del ser humano de estas películas a los comportamientos del ser humano actuales, desde un punto de vista antropológico, en lo referente a la violencia, el odio y otras carencias humanas.
La película Hostiles (2017), escrita y dirigida por Scott Cooper, es una prueba de lo explicado anteriormente en relación a la industria y los comportamientos del gran público: este seguramente no aceptará una historia ambientada en una época tan lejana.
Hostiles no se estrenó en ningún cine español, solo pudo estrenarse en algunos cines, muy pocos, de Estados Unidos. Es una película que se quedó relegada al espacio televisivo lo cual es lamentable cuando la mayoría de las películas que hay en cartelera ofrecen un nivel precario.
Evidentemente, Hostiles no es una obra maestra y menos cuando su argumento nos retrotrae al pasado, sin apenas innovación en nada, basándose en influencias muy claras de otras películas con pocas variantes sobre una base retro. Pero no es un motivo coherente para no distribuir una película con un nivel más que aceptable.
Hoy en día, una película que tiene influencias positivas de las grandes obras del séptimo arte supera en nivel a más de la mitad de las películas que llegan a las carteleras, por lo tanto algo no funciona en esta sociedad de la inmediatez o de la idiotez, lo que indica que películas como Hostiles deberían estar en las salas de cine.
Este es el cine del llamado siglo XXI, con la industria y sus defectos, al cual pertenece Hostiles, un western centrado en 1892 que narra el viaje de un capitán del ejército unionista Joseph J. Blocker (Christian Bale) obligado a escoltar a un Jefe Cheyenne y su familia a otro destino cercano a tierras indias. El trayecto, por las praderas montañosas de Nuevo México, se presenta angustioso, por lo peligroso, encontrándose en el camino con todo tipo de sucesos, entre ellos el encuentro con una joven viuda, Rosalee Quaid (Rosamund Pike), que tuvo que presenciar el asesinato de su familia en una de las escenas más impactantes de la película, donde la violencia hace acto de presencia para quedarse durante todo el filme
Nos encontramos de nuevo con John Ford, Robert Aldrich, Sam Peckinpah, Anthony Mann y Gordon Douglas, entre otros.
Si pensamos en la violencia podemos decir que Scott Cooper recoge algunos detalles de las películas de Peckinpah, en especial Grupo salvaje. También puede compararse a La venganza de Ulzana de Robert Aldrich, tanto en la violencia como en algunos aspectos del argumento, concretamente en la relación con los indios: la aceptación de los mismos, con sus costumbres y teniendo presente que todos los bandos eran violentos. Sin olvidar la fotografía, donde encontramos la influencia de las películas de Anthony Mann, con ese paisaje durante el viaje entre Nuevo México y Montana.
El argumento, basado en el manuscrito de Donald Stewart —el guionista de Missing (Desaparecido) y La caza del Octubre Rojo—, reflexiona sobre el entendimiento con los indios, su comportamiento violento, y se observa una cercanía a Centauros del desierto, principalmente en las secuelas que deja en los personajes el enfrentamiento con los indios y la posterior aceptación y redención moral de los protagonistas.
La aceptación al diferente (los indios), el entendimiento y la redención son la base de la película porque al final todos somos violentos. Y volvemos a Centauros del desierto y Río Conchos, donde los personajes principales —Ethan Edwards (John Wayne) y Lassiter (Richard Boone)— representan una parte de la construcción del personaje principal de Hostiles, el capitán unionista Joseph J. Blocker (Christian Bale). Quizás Blocker, en los comportamientos extremos, se parezca más al Lassiter de Río Conchos, pero en esencia también se parece Ethan Edwards.
Joseph J. Blocker, enfermo de cáncer, no acepta en un principio la orden recibida, el traslado de la familia Cheyenne a Montana. El odio y las secuelas de enfrentamientos anteriores no le permiten aceptarla. Pero finalmente tiene que acatar y se ve obligado a realizar un viaje peligroso donde se encontrarán con todo tipo de aventuras. Este viaje duro, violento, existencialista, pone un ojo en Meridiano de sangre, la novela de Cormarc McCarthy. Es más dura la novela en relación a las aventuras que sufre el personaje de McCarthy, pero tiene similitudes y una de ellas es la nula esperanza que persigue a los personajes para permanecer vivo cada día mientras viajas al infierno.
Lo que diferencia a Hostiles de las películas citadas es el camino a la redención de Joseph J. Blocker: durante el viaje se va construyendo este relato mientras está obligado a convivir con la familia india. El director desarrolla esta parte convirtiéndose en la gran virtud de la película; en sus antecesoras es un tema que está presente pero no tan explícito.
Atendiendo al guión, la redención mostrada por Scott Cooper funciona perfectamente, pero todas las secuencias tienen un reparo, la lentitud narrativa y la poca capacidad de síntesis.
También cabe una reflexión sobre la escasa capacidad de síntesis: es debida a la escasez de ideas en el guión, ya que éste sólo se limita a la redención y los conflictos morales del personaje principal en lo referente a las secuelas que deja un enfrentamiento con los indios y sus costumbres violentas.
Un aspecto que funciona muy bien en la película, que se puede comparar a las sociedades actuales, es la conveniencia de entenderse cuando Blocker y el jefe Cheyenne se encuentran en una situación límite ante un ataque al convoy. Es la paradoja del ser humano que odia hasta la muerte pero, finalmente, en situaciones límite, convive. En resumen: los malos no son tan malos y los buenos no son tan buenos, el ser humano está lleno de incoherencias que lo hacen divertido, despiadado, peligroso, interesante, contradictorio.
También funciona bien la historia de amor en la película, con una gran interpretación de Rosamund Pike, que sufre en sus carnes la crueldad de los indios. Es el apoyo positivo en lo moral para Blocker, ablanda sus reacciones compulsivas. Es la representación del perdón.
Otra gran interpretación, con el permiso de Christian Bale —que lo borda aunque hay que apuntar que interpreta el personaje principal y el más portentoso del filme—, es la de Wes Studi como jefe de Cheyenne, enemigo de Blocker. Cooper conecta con el pasado referencial con la elección de Wes Studi, actor en títulos como Enfrentados (2006), Gerónimo, una leyenda (1993) y Bailando con lobos (1990).
El rodaje en exteriores dota al filme de una calidad que roza la vanguardia del western; una calidad exquisita que no debe desviarnos de los defectos de la película, ya comentados, con respecto al guión. No olvidemos al director de fotografía Masanobu Takayanagi que consigue imágenes esplendidas ante la mirada atónita del espectador.
Hostiles, y es de las mejores, forma parte de una lista de películas estrenadas en el siglo XXI que son interesantes para recordar los grandes clásicos del género que no acaba de morir mientras exista un revival. Algunas de estas películas son: Django desencadenado (Tarantino, 2012), Appaloosa (Ed Harris, 2008), Blackthorn (Mateo Gil, 2011), Comanchería (David Mackenzie, 2016) Los tres entierros de Melquiades Estrada (Tommy Lee Jones, 2005) y La balada de Buster Scrugss (Joel y Ethan Cohen, 2018).
Director de las interesantes Corazón rebelde, La ley del más fuerte y, en menor medida, la irregular Black Mass, Scott Cooper consigue con Hostiles probablemente su mejor película, con la base argumental del pasado —el western del siglo XX—, con una fotografía que recuerda a las grandes obras del género y unas interpretaciones al nivel de las estrellas protagonistas. En resumen: una película que da lugar a la esperanza.
Hostiles es una película muy aceptable, simplemente buena, no es muy buena ni obra maestra; es necesario matizarlo cuando uno lee a muchos críticos de la farándula mediática y observa que todas las semanas se estrena una obra maestra. También es retro, tiene una mirada puesta en el siglo XX y roza la vanguardia del género con sus imágenes portentosas, pero su principal problema es el guión, argumento corto bien construido pero falto de ideas contemporáneas.
Escribe Marcos Sáez