La carnavalización del cine
Hace ahora un año, tuve la ocasión de visitar la exposición Álex de la Iglesia. Del cine como una de las bellas artes, organizada en Madrid por la Filmoteca Española, en su sala de exposiciones de la calle Magdalena. La muestra, proponía analizar la trayectoria de Álex de la Iglesia a lo largo de 30 años, desde sus tempranos inicios como dibujante de cómics y cortometrajista, hasta sus últimos trabajos para plataformas internacionales.
En ella se pudieron contemplar materiales variados, tales como story-boards, diseños, guiones, figuras o cartelería, vinculados a sus películas, series y también de proyectos no realizados. Esta muestra permitía reconocer con claridad el imaginario del director, productor y guionista vasco, nacido en Bilbao en 1965.
En este artículo no abordamos el análisis de sus películas, sino que formulamos una propuesta que permita identificar los componentes característicos de su cine. A nuestro criterio, la expresión que integra la mayoría de esos rasgos es la de un cine carnavalesco.
El carnaval entendido como una manifestación lúdica, pero a la vez de denuncia y reivindicativa ante los desajustes sociales. Según el filólogo Mijail Bajtin: «En el carnaval se elabora una forma sensorialmente concreta y vivida entre realidad y juego, un nuevo modo de plantear las relaciones entre la gente que se opone a las relaciones jerárquicas y todopoderosas de la vida cotidiana» (1).
La carnavalización del mundo como crítica se formula para socavar la figura del dogmatismo. Se trata de la irrupción de la vida festiva a través de la cual ocurre una fuga o escape del orden vigente, para inaugurar una segunda existencia, que contradice la congruencia instituida por las relaciones sociales. La carnavalización y la vida festiva se asocian a lo inestable, a la mutación imprevisible, que quiere subvertir las reglas que rigen la convivencia social. Los disfraces y las máscaras son los elementos habituales que permiten dar el salto de lo normal a lo anormal, del bien al mal.
Desde esta perspectiva, consideramos que la obra de Álex de la Iglesia se apoya en la idea del carnaval, agudizando los defectos de la sociedad, para denunciarlos, utilizando el humor como herramienta que, en el caso del director vasco, es un humor negro, incluso macabro.
El perfil de un director autodidacta
Autor de más de veinte largometrajes, entre los que podemos citar Acción mutante (1992), El día de la Bestia (1995), Muertos de risa (1999), La comunidad (2000), Crimen ferpecto (2004), Balada triste de trompeta (2010), El bar (2017) y más recientemente El cuarto pasajero (2022) o la serie para HBO 30 monedas (2020), con una segunda temporada prevista para 2023.
La filmografía de Álex de la Iglesia se ha movido por diversos géneros, pero siempre llevándolos al extremo. Personajes excesivos, historias que partiendo de situaciones reales se transforman en relatos que rompen la lógica y, fundamentalmente, con un marcado sentido del humor que, en diferentes registros, está presente en toda su obra.
Sus colaboraciones iniciales con Enrique Urbizu, cineasta de su misma generación, refuerzan su interés inicial por el mundo del cine. Después de algunos cortometrajes amateurs, el cineasta pudo rodar su primer corto profesional, Mirindas asesinas (1990) con el que se da a conocer.
Gracias a este primer éxito Pedro Almodóvar, a través de El Deseo, produce su primer largometraje, Acción mutante (1992). Un colaborador esencial en la obra del director vasco es Jorge Guerricaechevarría, coguionista de buena parte de sus películas. A partir de entonces, De la Iglesia desarrolla una prolífica carrera en la industria cinematográfica.
Los rasgos que dan carta de naturaleza a la obra del director vasco siempre se han movido entre el esperpento y la comedia negra. En este sentido, Álex ha manifestado que el cine español, en su versión más comercial (Paco Martínez Soria, Alfredo Landa, Lina Morgan…) ha influido mucho en su manera de concebir las historias. Abundando en esta idea, en su intervención dentro del ciclo Voces Esenciales, organizado por el Festival de Cine de Sevilla, en su última edición, De la Iglesia manifestaba: «A mí me ha interesado siempre el cine costumbrista español y ver hacer cosas increíbles a gente muy normal, algo que ya dijo Hitchcock hablando de su cine, en el que siempre había un pobre hombre metido en una historia tremenda».
A propósito del cineasta inglés, añadía: «Adoro los años 50 y 60 de Hitchcock, esa edad de oro en la que rodó Con la muerte en los talones, Vértigo, Psicosis, La ventana indiscreta… Para mí, éstas siguen siendo las películas más perfectas que se han hecho». También citó a Fellini, al que considera el mejor cineasta europeo de todos los tiempos.
Otro de sus referentes es el cine norteamericano al que se refería en el encuentro citado en los siguientes términos: «Me gusta también John Ford, pero prefiero a Anthony Mann. Sidney Lumet me vuelve loco: no tiene ninguna película extraordinaria, pero todas son buenísimas y además no necesitaba tener un estilo determinado. En cine de acción, me quedo con Don Siegel. Y luego está, por supuesto, el cine de los años 80, el que cambió mi vida. Todas las semanas veías una peli que parecía la mejor que se había hecho hasta entonces, pero es que el siguiente fin de semana llegaba otra y pensabas lo mismo: En busca del arca perdida, Blade Runner, Alien, el Superman de Richard Donner, E.T., Encuentros en la tercera fase, Los Goonies, La cosa, De Palma, Scorsese… Era un cine que parecía infinito, daba la sensación de que nunca iba a acabarse, pero de repente se paró, dejó de hacerse cuando la gente se limitó a copiar lo mismo una y otra vez».
En cuanto al cine español, Álex de la Iglesia cita a Buñuel: «El ángel exterminador es una de esas películas que te cambian la vida. Yo sentí, viéndolo, que en el interior de ese filme había un mecanismo por el cual yo podría interpretar la realidad. O esa imagen de Simón del desierto, con un ataúd corriendo a toda hostia por el desierto».
Y específicamente, sobre su propio cine afirma: «Yo siempre busco, como espectador, ese momento en el que el cine se convierte en vida. Es decir, cuando estás viendo una película y sientes que no sólo la estás viendo, sino que estás dentro de ella. Por eso cuando se habla de que meto guiños en mis películas, yo siempre digo que no lo son, son experiencias vitales que me han marcado profundamente, que me han aportado claves para entender la vida. A mí la vida me parece una broma pesada, una broma macabra, porque al final todos morimos. ¿Que siempre hago comedia negra? ¡No te jode, pues claro!».
El carnaval como modelo a seguir
A la hora de establecer los elementos que aportan una identidad propia al cine de Álex de la Iglesia, viendo el conjunto de su obra, cabe señalar el componente de denuncia dirigido a la sociedad en la que ha crecido y de la que trata de destapar sus vergüenzas. Una realidad llena de contradicciones y de engaños, teñida de superficialidad. Esta denuncia se hace desde la visión de un cine de entretenimiento, divertido, pero también sarcástico y en muchas ocasiones cruel.
Un aspecto que permite profundizar en los rasgos identitarios de su cine es el análisis de los personajes habituales que forman parte de sus historias. Se trata de antihéroes, parias sociales, hombres y mujeres incomprendidos, frikis, inadaptados, desencantados o insatisfechos. Estos perfiles quedan confrontados ante una sociedad consumista y represiva que les promete un ideal pero que no produce en ellos más que frustración y, por extensión, situaciones dramáticas. Estos personajes estrafalarios, terminan desatando su furia contra una sociedad que les defrauda y decepciona, dando paso a una violencia carnavalesca.
En el carnaval, muchas de sus representaciones y manifestaciones se presentan en forma de lucha o de enfrentamiento entre el bien y el mal. Siendo el primero representado por lo considerado normal, lo aceptado socialmente y el segundo, asumiendo el valor de lo anormal o lo anómalo. La carnavalización elabora formas específicas de comunicación, estando el mal representado habitualmente por formas grotescas, máscaras, payasos, gigantes o monstruos y conductas estrafalarias o violentas. Siendo el humor su expresión más explícita, la crítica de las instituciones sociales y sus consecuencias están a la base de la celebración carnavalesca, presente, por cierto, en todas las culturas.
En base a este análisis, el cine de Álex de la Iglesia tiene un evidente componente carnavalesco, en el sentido aquí apuntado, que además es una constante a lo largo de su obra. Desde un punto de vista narrativo, la lucha entre el bien y el mal es el motor habitual de sus historias. El director, ha hecho explícito ese patrón en su reciente película Veneciafrenia (2022), localizando la acción en el carnaval de Venecia y aportando a la historia todos los componentes que caracterizan los procesos de carnavalización.
Bajtín considera el carnaval como una forma suprema de realismo. Es decir, nos proporciona una imagen verdadera de la realidad al parodiarla. La máscara carnavalesca que nos devuelve la imagen deformada de una sociedad desquiciada nos aporta claves y respuestas.
Esta perspectiva es la que asume Álex de la Iglesia en su cine.
Escribe Juan de Pablos Pons
Nota
(1) Bajtin, Mijail (2012). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI.