La comunidad (2000), de Álex de la Iglesia

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Entre la codicia y el terror

la-comunidad-0«Todo arte es releer el arte».

(Rafael Chirbes)

Una impresionante Carmen Maura

Con el albor del nuevo siglo, filmó Álex de la Iglesia una de sus películas más destacadas: La comunidad (2000). Se trata de un largometraje con un reparto extraordinario en el que sobresale la actriz protagonista, Carmen Maura, en el papel de Julia, ofreciéndonos una lección interpretativa en esta obra inclasificable en cuanto al género, con rasgos de comedia, de tragedia, de melodrama; con monólogos, con secuencias corales, con decorados interiores y momentos al aire libre, un retablo de la vida que oscila entre la risa y el llanto, la ambición y la pena, la luz y la oscuridad.  

Hablar de Carmen Maura es hablar de una actriz excelsa, que quizá ha tenido sus trabajos más logrados en los filmes de Almodóvar y Álex de la Iglesia (por cierto, los títulos de crédito de La comunidad, con su genial cromatismo, nos llevan al arranque de bastantes películas del director manchego). En La comunidad, Maura brilla en numerosos pasajes.

En su caracterización, rubia, con un vestido rosa claro, con la elegancia en el fumar, Álex de la Iglesia recoge el influjo de las actrices protagónicas del cine de Hitchcock: Tippi Hedren, Kim Novak, Eva Marie Saint, Grace Kelly. De hecho, no sería arriesgado indicar que toda la película de Álex de la Iglesia, y buena parte de su filmografía, supone una notabilísima relectura de los largometrajes de Hitchcock.

Y junto con la huella del cineasta inglés y de sus legendarias intérpretes, visible en otros aspectos como la regulación de los elementos de misterio y terror o la ambientación cerrada, Carmen Maura recibe la ascendencia de algunas insignes actrices españolas: Lola Gaos, Amparo Soler Leal, Mercedes Sampietro. Hay en Maura una inmensa fuerza dramática que se combina a las mil maravillas con su vertiente cómica.

Un reparto de lujo

Siendo una película que cuenta con la interpretación magistral de Maura, La comunidad aumenta su estatura artística al tener uno de los mejores repartos que el cine español ha tenido en su historia. Había que ir a los trabajos de Berlanga, como Plácido (1961), El verdugo (1963), La vaquilla (1985) o Todos a la cárcel (1993), para encontrar un grupo de actores y actrices de un nivel parecido. 

En la película de Álex de la Iglesia, se juntan, en estado de gracia, algunos intérpretes que estaban en plena madurez hacia el año 2000: Emilio Gutiérrez Caba (Emilio), Kiti Manver (Dolores), Paca Gabaldón (Hortensia), Enrique Villén (Domínguez), Jesús Bonilla (Ricardo).

También encontramos históricos del cine y el teatro españoles, que llevaban varias décadas alumbrando la cultura de nuestro país, como Terele Pávez (Ramona), Sancho Gracia (Castro), Manuel Tejada (Chueca) o María Asquerino (Encarna). Incluso, en La comunidad aparecen dos jóvenes actores, Antonio de la Torre y Luis Tosar, en papeles breves, camarero y policía, que en nuestros días son fundamentales dentro del cine hispano.

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La huella teatral

El manejo de las secuencias corales por parte del cineasta bilbaíno es sobresaliente. De aliento berlanguiano, Álex de la Iglesia sabe darle su toque propio. A la mayoría de los vecinos del piso de la Carrera de San Jerónimo número 14 les mueve el interés monetario, la codicia que ha marcado a la humanidad desde la noche de los tiempos.

Que el director haya otorgado una idiosincrasia de cotidianeidad y sencillez a los personajes hace que la atmósfera terrorífica quede potenciada y todo parezca más verosímil. En esos diálogos dinámicos, naturales, encontramos la impronta de Buero Vallejo e Historia de una escalera (1949), y de Buñuel y El ángel exterminador (1962). Hablando de Buñuel, existe en La comunidad un prodigioso guiño al cineasta aragonés con la secuencia de las cucarachas. Buero elaboró personajes humildes, Buñuel trabajó con burgueses, De la Iglesia con personas de clase media. Pero a todos une la ambientación opresiva, claustrofóbica, que enfatiza su angustia existencial, el deseo frustrado de lograr una vida distinta a la que hasta ahora han vivido.

El motivo del dinero no es solo económico, que también, sino que apunta al posible giro radical de unas existencias que se han movido hasta entonces en las sendas de la monotonía. De la Iglesia apuntó en varias entrevistas el carácter teatral de La comunidad: un espacio hegemónico (un bloque de viviendas en el centro de Madrid), la tensión creciente entre los personajes mostrada en bastantes secuencias colectivas, la potencia de los diálogos, donde advertimos la solidez del guion.

Ya hemos indicado la influencia teatral de Buero Vallejo, y no sería desencaminado señalar la marca dramática de otros cineastas que también fueron maestros en el trabajo en decorados interiores y con varios intérpretes: Luchino Visconti en El gatopardo (1963) o Ingmar Bergman en Gritos y susurros (1972). Y por retomar el hilo hitchcockiano, cómo no ver en La comunidad nexos con Rebecca (1940), aunque no estemos en la mansión de Manderley, sino en un piso oscuro y viejo de Madrid.

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Prodigiosas herramientas fílmicas

En este sentido, toda la iluminación de La comunidad, a menudo con luz natural, dentro del bloque de viviendas, alberga un alcance único, reforzando una ambientación lóbrega, sin brillo, sin apenas claridad, que enfatiza el dramatismo de la historia, y que recuerda enormemente a la serie de pinturas negras de Goya.

Las secuencias rodadas en las escaleras interiores y el ascensor constituyen puntos cimeros dentro del largometraje. Valga como ejemplo el intento de huida de Maura (Julia), tras la inspección policial, con unos formidables contrapicados de los vecinos, aglutinados en el tramo superior de las escaleras, unidos en su cruzada contra Julia, la única que ha logrado encontrar el tesoro.

Con los contrapicados potentes, el excepcional cruce de primeros planos entre Gutiérrez Caba (Emilio) y Maura. En la labor con un grupo nutrido de intérpretes y en el trabajo en espacios cerrados, Álex de la Iglesia anticipa otros largometrajes suyos como El bar (2017). En el uso dramático de la lluvia y en las secuencias rodadas en las azoteas del centro de Madrid, el cineasta vasco retoma herramientas que había empleado en El día de la bestia (1995).

La atmósfera que logra con estos elementos, sobre todo en la parte última del largometraje, posee una evidente conexión con el final de Blade Runner (1982), de Ridley Scott. Diluvio, tonos oscurísimos, grietas en los muros, persecuciones, palomas, la vida y la muerte en lo alto de los edificios.

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Un Madrid entre dos épocas

Los gritos de Julia en la terraza, sola, desesperada, empapada por la lluvia de Madrid, son, a su vez, otros lazos con El día de la bestia. En el Madrid de finales del siglo XX y principios del XXI todavía existían las pesetas, los videoclubs y el gentío en las tabernas. Las nuevas tecnologías no habían impregnado los diversos ámbitos de la vida.

En las comunidades de vecinos, como la del largometraje que analizamos, todas las personas se conocían. Se hablaba en las puertas, en las escaleras, en los portales. Todos tenían un nombre, nadie era desconocido.

La comunidad capta también con bastante acierto esa época histórica de la vida española, a las puertas de la digitalización, un puente entre dos siglos, pero aún con la fuerza de la vida popular en los barrios de los años 70 y 80. En la XV edición de los Goya, celebrada en febrero de 2001, La comunidad recibió tres premios: Carmen Maura a la mejor interpretación femenina; Emilio Gutiérrez Caba como mejor interpretación masculina de reparto; y Bergés, Romanillos, Costa y Navarro por los efectos especiales.

Álex de la Iglesia afirmó que en esta película era «la primera vez que había disfrutado en un rodaje». Maura dijo que se había creado «un fantástico ambiente de trabajo».

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Recuerdos del primer visionado

Recuerdo que vi por primera vez La comunidad en su estreno, en el otoño del año 2000. Tenía 17 años, un adolescente. En esa época, acudía con frecuencia al cine en compañía de mi hermano Jorge. Éramos socios de la filmoteca de Coslada (Madrid). Íbamos a los antiguos cines de esta localidad del Corredor del Henares, en pleno casco histórico del municipio, junto al ayuntamiento. Entre finales de los 90 y principios de este siglo, Jorge y yo vimos numerosas películas: El abuelo, La lengua de las mariposas, La vida es bella, La niña de tus ojos, Todo sobre mi madre

Quizá por haberla visto con Jorge, en un período tan luminoso, La comunidad sigue manteniendo para mí un fulgor único, aunque nunca he sido un ferviente seguidor del cine de Álex de la Iglesia como tampoco lo soy del cine de Pedro Almodóvar. Vista hoy, más de dos décadas después de su presentación, cuando me encuentro cerca de la cuarentena, cuando ya no existen los históricos cines cosladeños, cuando ya no tengo la suerte de que me acompañe mi hermano Jorge en nuestro aprendizaje cinéfilo, he podido apreciar un espléndido largometraje en varios aspectos, con un reparto altísimo donde refulge Carmen Maura en una interpretación gloriosa.

«Uno debe aprender a leer,
al igual que uno debe aprender
a ver y aprender a vivir».

(Vincent Van Gogh)

Escribe Javier Herreros Martínez

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