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Cine con añoranzas
En la boca de Carpenter

EN LA BOCA DE  CARPENTER

Por Israel L. Pérez

Además de muchas otras propuestas atractivas, "En la boca del miedo" supuso un personal ajuste de cuentas entre Carpenter y Stephen King... al que no le había gustado nada la película "Christine"“Este no es el final.

Aún no lo has leído.”

Absurda, extraña o evidente, como quiera considerarse, esta forma de comenzar un artículo; no así si se trata del inicio de una película de John Carpenter, en la que cualquier cosa es posible. Trent (Sam Neill) recién encerrado en un manicomio recibe la visita de una fantasmagórica figura que le dedica la frase; efectivamente no provoca nada de lo anterior, sino una gran inquietud. Al ver a Trent, enfermo mental, recluido afirmando que “todo se hunde en el exterior”  podemos extraer una de las constantes en el cine de Carpenter, que lo importante son los interiores, y a ser posible con un grupo de personas encerradas con reducidas vías de  escape. Véase, el aislamiento en la Estrella oscura localizando y destruyendo planetas; la claustrofobia y el miedo por la presencia de La cosa; o la angustiosa estancia en la iglesia por la llegada de El príncipe de las tinieblas.

Si “todo lo que vemos o percibimos es solo un sueño dentro de un sueño” -cita de Edgar Allan Poe, al principio de La niebla- exterior o interior no es el binomio al que atenerse, sino realidad y ficción. Para ello En la boca del miedo es el máximo exponente, un juego en el que “lo real es lo que creemos que es real. Cordura y locura podrían fácilmente intercambiarse si los locos fueran mayoría” –dice Stiles mientras acompaña a Trent buscando el ¿imaginario Hobbe’s End?-.  En tanto que los lectores de Sutter Cane “sufren desorientación, pérdidas de memoria y serias reacciones paranoicas” y nosotros asistimos a la materialización de sus textos, hemos de preguntarnos en que lugar nos encontramos y como: ¿realmente cuerdos en una ficción o fantásticamente locos en una realidad?. Lo único cierto en medio de esta complejidad es que estamos a merced de su creador, en una obra que unifica su retorcido manipulador universo para hacernos conscientes de que estamos en la boca de Carpenter.

Pese a ser una de las películas menos atractivas de Carpenter, la novela de Stephen King tan sólo tenía una buena idea: el rejuvenecimiento del coche a base de ser empujado hacia atrás por el protagonista“Si se les ocurre, lo hacen” –dice Stiles en un momento del filme– eso tuvo que pensar Carpenter cuando se le ocurrió enviar unos recados a Stephen King. Éste, que allá por el 83, tras el estreno de Christine comentó: “amo la mayoría de los filmes basados en mis libros, aunque algunos me dejan frío, como Christine”, recibe su réplica cobrando especial relevancia en el filme de 1995. El nombre de Sutter Cane ya contiene sus similitudes fonéticas, pero cuando además se trata de un novelista que escribe “bazofias de terror”, que “podría encontrar un representante mejor” –puesto que pierde la cabeza e intenta matar al protagonista– y que “ha desbancado a Stephen King”, el referente es claro. De esta forma tan carente de sutilezas, es como le devuelve el comentario a aquel que considera que  “sus novelas son a la literatura, lo que los McDonalds a la gastronomía”.

En la boca de Carpenter, cualquier ciudad, digamos Nueva York o Los Ángeles puede convertirse en una prisión. En la boca de Carpenter nos pueden atacar unas sombras asesinas o los espíritus de unos leprosos. En la boca de Carpenter nos desmembra una cosa, nos controlan unos niños, nos atropella un coche, nos descuartizan unos vampiros… En nuestra boca, John Carpenter podría ser…¿Joan Fuster? O lo que él quiera.

 

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