Algo de historia sobre su obra
Hay una figura artística muy entroncada con el cine, pero no sólo con el cine, un hombre llamado José Val del Omar (1904-1982), nacido en Granada y tratando de escapar de las limitaciones localistas saludando el siglo XX con conciencia de universalidad. Val fue un «artista total»: fotógrafo, director de cine, poeta, inventor y vanguardista.
Val es una pieza cimera de nuestra cultura y, además, un genio mal conocido. En estas líneas me propongo esbozar algunas de las líneas principales de su pensamiento y la invitación a visionar una parte al menos de su producción.
Cuando era niño, se entretenía ideando proyecciones a través de linternas mágicas. Estudió el Bachillerato en los Escolapios y bajo la cama del colegio ocultaba una lupa y una vela con las cuales ideó sus primeras proyecciones.
En 1921, sus diversiones infantiles cobraron sentido y se animó a abordar su primera película, rodada en 35mm titulada En un rincón de Andalucía: le costó 30.000 «duros» y la filmó como director y cámara, 21.000 metros de negativo sin ningún propósito comercial. Y, ya apuntaba su personalidad exigente, como no le gustó la destruyó a renglón seguido.
Pasó el tiempo entre inquietudes y afanes y cuando llegó la República, alentado por Manuel Bartolomé Cossío, se alistó con García Lorca, Miguel Hernández, Alejandro Casona y María Zambrano en las denominadas Misiones Pedagógicas, las caravanas culturales que en una furgoneta o a lomos de mulas y burros, iban de aldea en aldea divulgando el arte y la cultura.
En este trabajo como «misionero civil», pudo presenciar en primera línea, junto a compañeros como Luis Cernuda, la cara que ponían pequeños y no tan pequeños al ver el cine por primera vez; o cuando les explicaba obras del Museo Itinerante a los ciudadanos de los lugares que visitaban.
Hay una foto en la que se ve a Val del Omar explicando Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, a campesinos arremolinados en la plaza con las manos en los bolsillos. El cineasta les proyectaba películas de Charlot y del Gato Félix y en ocasiones filmaba sus rostros, que al año siguiente proyectaba en el mismo lugar para que se adentraran en la magia del cine. Rodó de 30 a 40 documentales, de los que solo conservamos uno. Fue, así, un precursor de los métodos audiovisuales en la educación.
Fue contemporáneo de Lorca, Cernuda, Josep Renau y otros componentes de la llamada «Edad de Plata», truncada con el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la posterior censura y represión.
Acabada la guerra, aceptó el encargo de emitir eslóganes propagandísticos en una especie de prehilo musical. «Necesitábamos simplemente comer», se confesó después.
Sáenz de Buruaga recuerda en Val a una persona que trasciende el entendimiento convencional del cine, y a tal fin crea la diafonía: «La película tenía que ser un choque emocional entre el sonido que entraba por delante, es decir, detrás de la pantalla, y otro por detrás, y el espectador en medio. El sonido de delante representaba la realidad, y el de detrás era lo que él llamaba la cultura de sangre», relata Sáez. La diafonía fue un ejemplo de elemento de sensibilización dramática para el público.
Sáenz de Buruaga, le consideró «el prohombre que hubiera dado una señal distintiva de la historia de la cinematografía mundial». Pero la historia no fue tan generosa en su momento con Val.
En los años 70, Val enviudó y fue en los años posteriores cuando Sáenz de Buruaga y su hija María José decidieron emparejarse y comprarle un pequeño bajo en el barrio del Pilar, en Madrid, donde instaló su último laboratorio (el de PLAT). Pasó los años finales de su vida en ese laboratorio donde el creador entendió que el cine le quedaba pequeño y funda la «mecamística», especie de filosofía bicéfala entre la mecánica y la mística, pues una de sus grandes influencias fue la mística española de San Juan de la Cruz y otros.
Tríptico elemental de España
Como «creyente del cinema», formuló mediante las siglas PLAT, un concepto totalizador: Picto–Lumínica–Audio–Táctil. Ya en 1928 había anticipado varias de sus técnicas más singulares (él habla de poesía de la técnica), incluyendo el «desbordamiento apanorámico de la imagen», la salida fuera de los límites de la pantalla, y el concepto de «visión táctil».
Estas técnicas, la del «sonido diafónico» y otras exploraciones en el campo sonoro, fueron aplicadas en su obra maestra: Tríptico elemental de España, entre 1953 y 1962, llegando hasta los primeros 80, una diagonal de Occidente a Oriente que glosa las correspondencias simbólicas de agua/aire/barro, tres cortometrajes que reflejan su visión poética y mística de la realidad española. El tríptico está formado por:
Aguaespejo granadino (1953-55)
Primera parte, es «un corto ensayo audiovisual de plástica lírica», según se lee en uno de los rótulos iniciales que vemos al comenzar este cortometraje de 24 minutos. Aquí presenta por vez primera el sonido diafónico (un sonido de choque entre espectador y espectáculo, mediante altavoces situados en contracampo en la pantalla y en la zona trasera de la sala), patentado por Val en 1944. Su autor dice que este sonido «produce una reacción a las voces del interior que sube por la sangre manifestándose en la conciencia del espectador».
Fotografía en blanco y negro con algunos toques en color verde y centrado en la ciudad de Granada, sobre todo en detalles paisajísticos como la arquitectura de la Alhambra, sus juegos de agua, junto a un ensayo poético muy original. Especial papel juegan los gitanos, el flamenco y alguna referencia a García Lorca.
Ello a través de la experimentación audiovisual y una voz en off que lee un texto, junto a un registro detallista de ruidos, texturas, luces y brillos. Conseguida sincronización de la voz, la música y las imágenes; son muy bellos los planos en que el agua del chorro baila y se mueve al ritmo de la música flamenca, con congelación del plano. Poética que se centra en lo material, las texturas de los objetos y en los valores plásticos.
Fuego en Castilla (1960)
Subtitulado «Ensayo sonámbulo en la noche de un mundo palpable», dura 20 minutos y contiene la cita de Lorca: «En España todas las primaveras viene la muerte y levanta las cortinas». Se rodó con una cámara de 1926 y proyectores, espejos, lámparas, linternas y otros aparatos: toda una obra pictórica y de ingeniería lumínica.
Destaca por su luz parpadeante y sus sonidos sincopados que dan vida a las esculturas imagineras de Valladolid (del francés Juan de Juni y del español Alonso de Berruguete) pertenecientes al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, como si fuera un thriller metafísico y espiritual.
Val hacía moverse las tallas en procesiones castellanas de Semana Santa. Escenas como las manos que se mueven (por efecto de la sombra), las máscaras en el agua, las dos caras en el busto de Santa Ana, la mano de la figura cubierta con un plástico y a renglón seguido una mano que mueve ligeramente un dedo, caras que parecen gritar, un Cristo invertido o el rostro de la muerte.
Ensayo sonámbulo de TactilVisión, que fue un sistema original de Val, de iluminación por impulsos. El cual se aplica sobre las mencionadas esculturas religiosas. Un alucinante viaje por el Museo imaginero vallisoletano, donde vemos estatuas de santos y vírgenes estroboscópicas que parecen salidas de una tormenta, oscuros símbolos del pasado, fuegos que iluminan y un imaginario místico.
Acaba con sus palabras: «En el Páramo del Espanto y en la noche de un mundo palpable, una furia seca, enloquecida, ciega y ardiente, intenta cruzar de Occidente a Oriente, desde un vértigo fugado hacia el éxtasis».
Acariño galaico (1960/1981/1982/1995)
Filme de 20 minutos que fue reconstruido y completado por Javier Codesal en 1995 para la Filmoteca de Andalucía, a partir del montaje y la sonorización que Val había perfilado antes de su muerte. Vanguardismo cinematográfico español junto a sus dos hermanas. Las brumas de Santiago, el barro, el mar.
En estas películas, Val utiliza sus técnicas innovadoras para crear una experiencia sensorial y emocional en el espectador. En Aguaespejo granadino desborda la imagen fuera de los límites de la pantalla para crear una sensación de inmersión en el agua. En Fuego en Castilla emplea el sonido diafónico para generar una atmósfera envolvente y dramática. Y en Acariño galaico propone la visión táctil como manera de percibir la realidad más allá de lo visual.
La obra de este cineasta y visionario dejó un legado único e irrepetible en la historia del cine español. Su obra es una muestra de su genialidad, su creatividad y su pasión por el arte y la comunicación. Val fue un creyente del cinema que buscó la unión entre la técnica y la mística, entre la imagen y el sonido, entre el ojo y la mano. Fue un artista sin fin, como él solía cerrar sus películas. Todo lo cual comenzó a valorarse e incluso a ser redescubierto poco antes de su muerte y posteriormente, hasta nuestros días.
Todo ello hace referencia a su poema. «Quiero verte en los lugares todos / buscar el agua del abismo, hermana, / morir de Dios por la descarga eléctrica / desquiciarme de amor, / soñar lo que se ama. / ¡Tonto! Dios está en ti / búscalo en tu cubo de basura. / Fisión y fusión, la misma cosa / mira a tu alrededor/ y descubre la apetencia eterna. / Ojalá que te ayude a saltar / fuera de nuestro yo, de nuestro día, de nuestro orden. / Ojalá que te ayude a respirar y arder / sin dejar rastro. / Ojalá tires / tu reloj al agua».
Val del Omar entendía que «las circunstancias que nos rodean en el espacio de los relojes nos impiden sentir el Tiempo». Tira tu reloj al agua (2004), fue el título que eligió Eugenio Bonet en su película, para la reunión del material póstumo del cineasta, una maravilla del cine lírico, una aproximación libre al eslabón perdido con el que el artista granadino pretendía culminar su obra, integrada por lo que él describía como documentales líricos, cinegrafías o elementales (del agua, el fuego y la tierra).
La «mecamística» del cine en Val del Omar
No era nuestro polifacético artista muy confiado en la cultura libresca y se empapó de Nietzsche para escribir: «Por instinto. Yo quería fugarme del negro de los libros. Quería irme hacia la imagen luminosa. Como las mariposas son atraídas por la luz». Repudiaba que cerebro y corazón se pregonaran separados, que la lógica incomunique el arte y la ciencia.
Fue la pasión por el cine la que le puso en el camino de despertar al espectador e integrarlo en una nueva arquitectura audiovisual, algo muy diferente al cine del momento, poco proclive a la imaginación y a la aventura.
Val ansiaba una cinegrafía, como él la llamaba, que hiciera posible su sueño de cine total. Por eso, en su también importante faceta de inventor, ideó un «objetivo de ángulo variable» (según lo llamó) para que la lente de la cámara imitara la versatilidad fisiológica del ojo humano, es decir, inventó el zoom antes de que los alemanes de Zoomar lo popularizaran. Y es que Val no se explicaba por qué los granadinos que vivían en el Albaicín, la zona pobre de la ciudad entonces, no podían acceder a la Alhambra, así que inventó el zoom para acercarles al monumento.
Se anticipó al súper 16, investigó la diafonía (previa al estéreo), las pantallas grandes y cóncavas (antecedente de sistemas como el IMAX), la visión táctil, los efectos especiales y el desbordamiento panorámico. Incluso anhelaba integrar olores y sabores y fue igualmente pionero de la realidad virtual.
Val del Omar fue faro y guía, mal comprendido y peor divulgado, cineasta, poeta, inventor, místico y desde sus comienzos en los años veinte del pasado siglo hasta su muerte, una mente preclara que se anticipó; sin duda vivió en una época y en el lugar equivocado.
En Cinestudio, nº 1, mayo 1961, se publicó este texto de Val del Omar titulado Mecamística del cine:
«El cine es, por encima de todo, linterna mágica. Linterna mágica que hoy tiende a utilizar la electrónica para teledistribuirse.
El técnico que vive lo mágico del cine, debe tener conciencia de su importante papel, debe tener conciencia de su responsabilidad.
El técnico anima y conecta un gran espectáculo de conversión, de sugestión, de encanto y de conquista.
Sólo se puede coaccionar la libertad del espectador cuando existe un gran motivo poético.
Esta gran mecamística electrónica, debe rendir un fruto de aproximación y entendimiento: de compenetración humana.
Es obligado que la técnica mágica del cine sirva a una mística de amor al prójimo. Es todavía más deseable que la magia sea la propia cristalización de la sustancia-motivo.
Y es ideal que el cinematurgo (o sea, el hombre unificador de la acción cinematográfica) haya nacido poeta meca-místico.
La falta del orden jerárquico de valores éticos es la culpable del estado actual de este casi fisiológico servicio de diversión, tan lleno de culpa como de motivos de perversión y escándalo.
Tras una cristalización técnica, justificada por el empleo de un nuevo resorte, o de un simple gran efecto emotivo de resonante repercusión metálica en las taquillas, puede disimularse y hasta se disculpa el escándalo.
Todo el cine lo hacemos para quienes nos siguen. Los que nos siguen son la segunda generación emotiva de nuestro propio goce.
El espectador de cualquier edad nos abre la cuna de sus sueños para que depositemos el nuestro, para que le contagiemos nuestro goce, para que sensibilicemos su conciencia.
Yo denuncio como cosa casi inoperante la clasificación del público por sus edades.
Para mí todo el público es un gran niño enamorado de lo extraordinario.
Mirando hacia el próximo futuro de catorce horas diarias de linterna electrónica en la casa, me atrevo a pedir un código técnico (cristalizado desde todos los puntos de vista de los rincones del planeta) de respeto al espectador. Un código que detenga, aunque se presente asistida de los máximos recursos enfáticos, aquella mercancía que viene a ensuciar la sensibilidad, tantas y tan renovadas veces, virginal de las criaturas.
Las nuevas técnicas psíquicas, en las que están entrando hoy el cine espectáculo, exigen una contracomedia, un control de la mercancía, una condensación colectiva del crimen, una distinción entre espectáculo y escándalo.
El escándalo es el pecado moral hacia el que estamos más predispuestos a caer los que andamos soñando espectáculos.
Por último, no se nos diga que la sociedad se autodefiende con insensibilidad ante tanto reclamo alucinante, cuando precisamente lo que el hombre necesita hoy es apercibirse de que quedó sin carcasa, ni coraza, ni castillo, sin tiempo y sin distancias, en carne viva y muy próximo, casi incorporado, a un solo latido social.
Esta técnica imprescindible, fundamental, esencial para el cinema, vamos a llamarla, por lo que tiene de mecánica y de invisible, meca-mística.
La pura meca-mística es el arma y la fórmula capaz de combatir a los pequeños resortes al servicio de los intereses de bolsillo. Estad seguros de que todo el mundo desea un buen alimento, un cotidiano pan emotivo que le aproveche levantándole.
¿Os apercibís de que nos ha tocado, en la historia de la Humanidad, vivir la hora de la aceleración fantástica, de la automación electrónica, de la explosión de las comunicaciones humanas, la tremenda y vertiginosa idea de la unidad?».
Val, más allá de sus importantes logros técnicos y artísticos, puede ser visto como precursor de un nuevo tipo de ser humano, que Salvador Paniker denominó retroprogresivo, por su ambitendencia entre el código racional y el origen místico. Un ser que caminó simultáneamente hacia una complejidad sofisticada, un artista pleno que sustituye ir hacia el mito (enfermizo) del progreso, por la noción más sutil del retroprogreso, concepto panikeriano según el cual nos sería permitido recuperar la vieja libertad arcaica, la de un mundo perpetuamente reinventado, en el que la invención contribuyese a la recuperación de la fiesta originaria, junto con la necesidad de conciliar las dimensiones mística y racional, la poesía y la técnica.
Manifiesto de la asociación creyentes del cinema
Val Del Omar expuso los motivos del manifiesto de la Asociación Creyentes del Cinema (Madrid, 1936) en los siguientes términos:
- POR INSTINTO. Yo quería fugarme del negro de los libros. Quería irme hacia la imagen luminosa. Como las mariposas son atraídas por la luz.
- PORQUE HE SENTIDO NECESARIO EXCITAR LA PROFUNDIDAD ESPAÑOLA. La sustancia, la estructura íntima, la frecuencia española que alienta bajo estratos postizos y barnices extraños.
- PORQUE CREO EN UN CINE ESPAÑOL DE CUNA DE FORMA Y DE FIN. Un cine consecuente con nuestra posición vertical, con nuestra distensión genuina, con nuestro meridiano, con nuestra latitud sobresaliente en los extremos de realismo y mística.
- PORQUE CREO EN LOS VALORES, ENERGÍAS Y VIRTUDES de todo desarrollo de abajo arriba y de dentro a fuera, en una tierra que es triple vértice de continentes y de coincidencias fronterizas entre Oriente y Occidente.
- PORQUE QUIERO HACER UN CINE DE IMÁGENES MOTORAS. Y de poesía motriz QUE MIRE A DIOS al encuadrar y perseguir a la energía.
- PORQUE HAY QUE HABLAR AL INSTINTO EN SU PROPIO LENGUAJE. Nadie escarmienta en cabeza ajena; y tenemos que hacer vivir a nuestros hermanos conmociones psíquicas que los enciendan con provecho.
- PORQUE EL DOCUMENTO DEL PROCESO BIOLÓGICO EMOTIVAMENTE SEGMENTADO POR EL POETA, CONSTITUYE LA COACCIÓN MENOS DAÑOSA, la influencia más apetecible, cuando se trata de sembrar una sana conciencia en el pueblo.
Muy conectado este manifiesto a su poema próximo a la mística española de San Juan y otros, Rendija de clarividencia:
Rendija de clarividencia
gracia visionaria
ozono de soledad cimera
principio y fin presentes sin secuencia
sin pies ni suelo
sincopado centelleo
flotante plástica ondulatoria.
Un mágnum de cósmicas entrañas donde confluyen
lumínica de impulsos
óptica energética
panorama de la cohesión amor.
«Suelo en ella no se halla» y su claridad nunca es esclarecida
“entreme” donde no supe».
(…)
De extraña manera «mil vuelos crucé de un vuelo»
«mi alma está desasida y sobre sí levantada»
hervor de metaformas – intravisión de la esencia.
(…)
gota eléctrica
sólo cuenta la ciega fuerza de la cohesión
«sin arrimo y con arrimo» – «sin luz y a oscuras viviendo»
bien sé yo donde aquella fuente está escondida
«aunque es de noche»
José Val del Omar
(Fuente: Gonzalo Sáenz de Buruaga y María José Val del Omar (ed.), 1992: Val del Omar sin fin. Granada. Diputación de Granada, p. 73).
La resurrección de Val del Omar
En la última década ha habido más Val del Omar que nunca: retrospectivas en el Jeu de Paume de París o en el BAFICI de Buenos Aires, exposiciones como De Gutenberg a Faraday, presentada en la galería Max Estrella en 2018, discos en los que algunos artistas han investigado su legado, documentales como el que prepara Pierre-Paul Puljiz en España, y su desembarco en 2022 en el Museum of Moving Image de Nueva York con una muestra de su trabajo. Mas el número de una revista granadina, de lo que hablamos más abajo.
Esta recuperación de Val hace al fin justicia poética, pues no la tuvo, como declaró hace unos meses su yerno, el economista Sáenz de Buruaga, que junto a su sobrina-nieta, Piluca Baquero, han sido puntales en esta «resurrección» del
director: «Tropezaba con la abulia reaccionaria de las administraciones: cuando en 1965 cedió gran parte de su laboratorio a la Escuela Oficial de Cine, su director (de cuyo nombre no quiero acordarme) lo despreció y lo arrumbó como basura».
Hoy, cineastas contemporáneos como la argentina Lucrecia Martel o el húngaro Lászlo Nemes, siguen la estela de Val en la búsqueda de un cine inmersivo y sensorial en el que el espectador «sienta» la película. Sáenz de Buruaga lo llama «arte total».
En 1961, en Cannes (el mismo año que Buñuel ganó con Viridiana la Palma de Oro), el director recibía una mención técnica por «la puesta en práctica de sus particulares efectos de iluminación» en Fuego en Castilla, según rezaba el galardón. En Francia presentó otros tres de sus mayores inventos: el sonido diafónico, la visión táctil, que él llamaba «cubismo luminoso», y el «desbordamiento apanorámico de la imagen». Val creó un efecto de llamas que traspasaba la pantalla invadiendo el techo, las paredes y hasta el patio de butacas.
Desbordamiento de Val del Omar se llamaba precisamente la primera gran exposición que se le dedicó en España a este cineasta, inventor, poeta, grafista y artista de difícil clasificación, aunque de él se ha dicho que fue un creador maldito, un excéntrico en el seno de la cinematografía española tan poco propicia al experimentalismo, que con el tiempo ha devenido en figura de culto.
Esta exposición se hizo en 2010 en el Reina Sofía, donde está depositado todo su legado. «El apoyo de este museo fue decisivo para que se comenzara a revalorizar su obra», explica Javier Hontoria, director del Patio Herreriano de Valladolid, ciudad en la que se inauguró la exposición Trascendencia de Val del Omar.
Fue un visionario en la exploración de las fronteras entre arte y cine y también inventor de sus propias técnicas e instrumentos. Mezclando misticismo y una tecnología muy contemporánea en la que se impone como tema la reflexión sobre España. «Ha habido muchos prejuicios sobre la españolidad, pero por suerte en nuestra generación tenemos una mirada más limpia, no tan ideológica», declaró Francisco Contreras Molina, conocido como Niño de Elche (el músico granadino más controvertido de los últimos años), que le ha dedicado un disco en vinilo y una instalación, Auto Sacramental Invisible, que es una representación sonora a partir de Val del Omar (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2020).
Se da también cierta discusión sobre su tendencia franquista, el cantaor dice: «La izquierda se ha equivocado al despreciar determinadas manifestaciones artísticas populares y religiosas al caer en la trampa de identificarlas con la dictadura. Val del Omar tiene un discurso sobre nuestro país porque sabe leer de manera brillante su realidad».
Profeta en su tierra: la revista PLAT y la Escuela de Arte José Val del Omar
Gonzalo Sáenz de Buruaga y Piluca Baquero, presidente y directora del Archivo de Val del Omar, comentaron hace unos meses que «si hubiese sido parisino, hace mucho que Val tendría un museo». El creciente reconocimiento del que está siendo objeto su figura y su obra de manera global, pero su patria chica también viene a reparar, con retraso, pero venturosamente, el olvido a que se ha visto sometida la figura de nuestro artista.
A propósito, en diciembre de 2022 se presentó el primer número de la revista PLAT, dedicado íntegramente a la figura del maestro. En ese Cuadernos Val del Omar se contó con los máximos expertos, y gracias a la inestimable colaboración del Archivo Val del Omar se pudo profundizar en el mundo del creador de la mano de autoridades tan indiscutibles como: Salvador Pániker, Román Gubern, Niño de Elche, José Luis Chacón, Ángel Arias, Eugenio Bonet o Rocío Lara Osuna.
La editora fue la Escuela de Arte de Granada, ahora llamada Escuela de Arte y superior de Diseño José Val del Omar. No podía ser de otra manera en una institución pública centenaria orientada hacia la investigación y la destreza en los oficios artísticos. El maestro contribuyó de forma decisiva a la cimentación del lenguaje cinematográfico porque intuyó que este sería el soporte más adecuado a las necesidades y los anhelos de la producción artística y creativa. Además, consciente de las limitaciones tecnológicas y expresivas de un arte en construcción, a lo largo de toda su vida fue aportando avances técnicos y recursos estilísticos, como ya he apuntado, que hoy forman parte del utillaje propio del medio en todo el mundo.
Esta publicación fue posible gracias a un proyecto editorial unificado y consensuado, con el aliciente añadido de llevar a cada estudiante y a cada docente un ejemplar con la síntesis del pensamiento más excelso de una figura imprescindible e inspiradora.
Es destacable el valor pedagógico de la revista. El diseñode la publicación corrió a cargo del alumnado de diseño gráfico, con lo cual el ejercicio pedagógico resultaba del máximo interés, con el profesor Juan Campomanes coordinando el trabajo de su alumnado.
Un proyecto posible por la generosa colaboración del Archivo Val del Omar con la implicación personal de su directora, Piluca Baquero, así como la experiencia editorial, conocimiento y compromiso con el legado valdelomariano como herramienta de desarrollo humanístico, de su presidente, Gonzalo Sáenz de Buruaga.
Para cerrar
Un genio para la posteridad. Y que se le recuerde. Este es el motivo de estas líneas, que sirvan para que algunos amantes al cine y en general al arte, recuperen la obra y la memoria de un personaje tan genial como Val del Omar, un creador que vivó en un tiempo tiempo difícil y de incomprensión.
Para muchos, la obra y la trayectoria de Val siguen siendo desconocidas a pesar de desarrollarse con continuidad durante más de seis décadas y ligarse a los más importantes movimientos y acontecimientos de la cultura española de este siglo.
Nacido en 1904, hijo de padres divorciados —un escándalo en la época—, fue uno de los cineastas experimentales más importantes de la historia del cine, habiendo influido a iconos del género como Marie Menken o Kenneth Anger.
¿Cómo trabajaba en su laboratorio? ¿Cómo ideaba sus películas? «Val del Omar era un hombre que trabajaba de manera muy convulsa, casi como un enajenado. Lo hacía todo él mismo. Desde la idea poética o musical —el sonido en Val del Omar es muy importante— hasta la elaboración de las tecnologías y las técnicas que elaboraba para poder expresar la que quería», cuenta Sáenz de Buruaga.
Hay todavía muchos misterios alrededor de nuestro personaje, aún con los abundantes escritos, patentes, collages y películas que dejaron constancia de su febril empresa vital: vislumbrar y construir un futuro elevado y espiritual para la humanidad a través de la técnica del cine.
Quisiera que nos animemos todos los que amamos el cine y el arte a descubrir a tan célebre genio. Quizá ahondando en su obra que, al fin, es lo más importante.
Escribe Enrique Fernández Lópiz