Cien años de soledad (2024), de Alex García López y Laura Mora

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La adaptación audiovisual como un reto

Netflix ha estrenado en su plataforma una serie basada en la gran novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, publicada en 1967 en Buenos Aires. Netflix lanza su versión para televisión una década después de la muerte del gran escritor colombiano, ocurrida en 2014.

La producción de la serie consta de 16 capítulos, de manera que la primera temporada ahora presentada, nos lleva a recorrer los 50 primeros años de Macondo (en ocho capítulos) quedando pendiente una segunda parte para completar la legendaria novela. Ha sido dirigida conjuntamente por el argentino Alex García López y la colombiana Laura Mora.

La grabación de la serie se ha llevado a cabo en varios departamentos colombianos (La Guajira, Magdalena, Cesar, Cundinamarca y Tolima). El poblado de Macondo se construyó en las cercanías de Alvarado, tratando de reflejar de forma fidedigna el mundo imaginado por Gabriel García Márquez. El vestuario de los personajes y la ambientación están inspirados en la manera en que se ha representado el Caribe colombiano de finales del siglo XIX.

Se trata de un proyecto ambicioso, desarrollado con el potente soporte económico de Netflix. De entrada, cabe decir que es una propuesta respetuosa con el libro de Gabo. Mantiene aspectos de la novela como la voz de un narrador, también su cronología y muchos de sus personajes. Con frecuencia se utilizan frases literales tomadas de la novela.

La versión para televisión se inicia con el enamoramiento entre los primos José Arcadio Buendía (Marco Antonio González y, luego, Diego Vásquez) y Úrsula Iguarán (Susana Morales y, más adelante, Marleyda Soto) que viven en una ranchería. Esta relación no está bien vista por algunos miembros de su comunidad. Un incidente vinculado a una muerte —que se volverá fantasmagórica— da pie a que José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán decidan establecerse en otro lugar, que devendrá en el futuro pueblo de Macondo; situado en la selva colombiana, al borde de un río y cerca del mar Caribe.

A imagen y semejanza de la novela, la serie refleja la larga progresión de acontecimientos, algunos de ellos inexplicables, que se van produciendo en Macondo; y que, de hecho, constituyen una metáfora de las disputas y guerras internas en Colombia; y por extensión, un reflejo de los males de América Latina.

En el nuevo asentamiento comenzará la saga de los Buendía, una familia marcada por sufrimientos, presagios y amores que el tiempo multiplicará y ramificará, tal como ocurre en la novela.

Al pueblo de Macondo llegará el gitano alquimista Melquíades Ochoa (interpretado por el actor español Moreno Borja), con sus experimentos pseudocientíficos y sus adivinaciones. Esto despertará la vocación como investigador de José Arcadio Buendía. Todo esto ocurre mientras cría con Úrsula a sus hijos: José Arcadio y Aureliano. El segundo, con el tiempo llegará a ser el legendario coronel Aureliano Buendía (Claudio Cataño).

Uno de los logros más emblemáticos de la novela y un reto desde el punto de vista cinematográfico, es la manera en que yuxtapone lo ordinario y lo sobrenatural. Los miembros de la familia Buendía no se inmutan cuando los fantasmas los visitan. Lo realmente extraordinario para los habitantes de Macondo son las invenciones de la ciencia que transforman el mundo material: el hielo, la fotografía, las lentes de aumento, las brújulas; en definitiva, las intromisiones de la modernidad en un mundo que, hasta entonces, vivía en un estado de ingenuidad.

Filmada íntegramente en castellano en diversas zonas de Colombia, con actores colombianos y no profesionales

Dificultades no resueltas en esta adaptación

Una de las principales dificultades que surge para adaptar o trasladar la novela de Gabriel García Márquez al formato audiovisual es la cantidad de historias que se entrecruzan, personajes que envejecen o géneros que se combinan, todo ello, además, en un entorno cambiante. A lo que se añade la dificultad de que la historia oscila constantemente entre lo real y lo onírico, lo terrenal y lo fantástico.

Sobre las conocidas objeciones planteadas por Gabo respecto a la posible versión cinematográfica de su novela más emblemática, a partir del permiso dado por sus hijos para ser adaptada, algunas de ellas se han contemplado en la producción de esta serie.

Ha sido filmada íntegramente en castellano en diversas zonas de Colombia, con actores mayoritariamente colombianos y no profesionales; a lo que cabe añadir una fidelidad respetuosa con relación al texto.

Sin embargo, cabe señalar algunas limitaciones de esta adaptación. Una de ellas es el punto de vista desde el que se describen los acontecimientos. La novela está narrada desde una perspectiva colectiva; ello se traduce (como ha señalado Mario Vargas Llosa en su excelente estudio sobre la novela) en que el narrador entra progresivamente a formar parte de la realidad ficticia. Es decir, lo narrado y lo ficticio terminan coincidiendo. Este enfoque queda diluido en la serie.

La adaptación de Netflix hace hincapié en que lo que ocurre es consecuencia de que algo sobrenatural (externo) y críptico está presente. Esto se aleja del espíritu de la novela. Para ello utiliza como recursos una fotografía cuidada pero oscura y un set de grandes dimensiones que es recorrido con largos planos-secuencia; ligando así los sucesos paranormales a una atmósfera sombría y oscura. Este tratamiento no se corresponde con el efecto vital que la novela logra, dando forma de manera brillante lo que se ha dado en denominar un «realismo mágico».

Algo similar ocurre con la forma en la que se plasman las relaciones sexuales. Para García Márquez el erotismo es una manifestación alegre y entusiasta en una relación de pareja. Un prodigio festivo que supone una aproximación a la felicidad, aunque sea momentánea. Sin embargo, la serie plasma este aspecto de la novela de manera muy explícita, enfatizando las escenas de cópula con gemidos, cuerpos sudorosos y orgasmos intensos. De esta forma, se hurta a los espectadores el componente mágico del erotismo que sí está en la novela.

Tampoco está presente en la serie el humor sutil que impregna la novela de manera magistral. Un humor que podría calificarse de carnavalesco. El escritor colombiano contempla a sus personajes con afecto, pero a la vez con una ironía que lleva al lector hacia la irracionalidad, a la ruptura de lo convencional, que es una de las características principales de esta obra.

Aunque se trata de una propuesta limitada, debe ser valorada como una adaptación digna y valiente.

Gabo y su vinculación con el cine

El escritor, que nació en Aracataca (Colombia) en 1927, mantuvo una estrecha relación con el cine a lo largo de toda su vida. Gabo estudió en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma y fue miembro fundador de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba). A lo largo de su vida acumuló una filmografía de 51 títulos como guionista, entre originales y adaptaciones con firma ajena.

En esta faceta cabe citar sus comienzos con el corto La langosta azul (1954) su único trabajo como director, labor compartida con Álvaro Cepeda Samudio, Enrique Grau Araújo y Luis Vicens. Años después, García Márquez trabajó en el guion de El gallo de oro (R. Gavaldón, 1964) que propició el encuentro de tres grandes escritores de la literatura latinoamericana: el colombiano, Carlos Fuentes y Juan Rulfo, al adaptar el relato homónimo de este último.

Citaremos como anécdota la colaboración entre Gabriel García Márquez y Luis Buñuel en la película En este pueblo no hay ladrones (1965), donde el escritor colombiano hace un cameo como taquillero de un cine.

En 1979 se estrenó La viuda de Montiel, dirigida por el chileno Miguel Littin, en la que Gabriel García Márquez participó como guionista. La película adaptaba uno de los ocho cuentos que componen el libro Los funerales de la mamá grande. Se trata del primer largometraje basado en textos del escritor colombiano.

Mencionaremos como rareza provocadora a Shuji Terayama, uno de los directores más inclasificables del cine japonés: el único cineasta en atreverse a adaptar (sin el permiso del escritor) Cien años de soledad a la pantalla. Donde Macondo se convierte en un pueblo del Japón rural. La película, titulada La despedida del arca (Farewell to the Ark,1984), fue nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes y en el Festival de Cine Fantástico de Sitges recibió el premio a la mejor dirección en el año 1985.

Esta cinta fue filmada en el archipiélago de Okinawa. La trama principal gira en torno a una historia de amor incestuoso entre dos primos y recurre a la idea de que si tienen hijos podrían tener defectos de nacimiento.

Aunque no sigue al pie de la letra la obra cumbre de Gabriel García Márquez, contiene detalles reproducidos como el cinturón de castidad de Úrsula Iguarán, las peleas de gallos, el fantasma de Prudencio Aguilar atormentando a José Arcadio, los gitanos, los circos o los relojes musicales, entre otros.

La versión audiovisual no ha logrado plasmar «el alma» que el escritor colombiano ha insuflado a la novela.

Sobre la propuesta de Netflix

Volviendo a la serie de Netflix, y a modo de síntesis, cabe decir que la versión audiovisual no ha logrado plasmar «el alma» que el escritor colombiano ha insuflado a la novela. Posiblemente sea un reto inalcanzable. Sin embargo, aunque se trata de una propuesta limitada, debe ser valorada como una adaptación digna y valiente.

En la serie se han cambiado muchas cosas respecto a la novela y otras se han mantenido. Pero lo que no ha cambiado, y no podía cambiar, es el inicio de la historia: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».

Sin duda el aspecto más interesante y valioso de esta adaptación es que invitará a millones de personas a leer o recuperar la extraordinaria novela de Gabriel García Márquez. Esto, sin duda, complacería plenamente al escritor colombiano.

Escribe Juan de Pablos Pons | Fotos Netflix