Chanclas

Published on:

El espíritu olímpico

Cautivo del espíritu olímpico, Carlos Puigdemont trotó poseído hacia un paraíso imaginario. Con su melena al viento fresco, se hizo rodear por un grupo de fieles como testigos de la aparición del elegido. Sucedió una mañana del agosto barcelonés. Camarógrafos de medio mundo y reporteros espontáneos tomaron imágenes para dar testimonio de su descenso a la Tierra y posterior ascensión o desaparición (según lectura confesional o laica). Los informativos y las tertulias de las televisiones, con el apoyo estratégico de las redes sociales, obraron el milagro.

La escena comentada ha suscitado ríos de tinta y de imágenes, sin embargo, a mi modesto entender, está mucho mejor concebida como espectáculo la que nos ofrecieron en la clausura de los Juegos Olímpicos: desde lo alto de la cubierta del Estadio de Francia se lanza al vacío a Tom Cruise. Cuando estábamos imaginando el trompazo que se daría, va y cae en una moto en la que desaparece con la bandera olímpica. Pero el arco narrativo se cierra, para alivio de los compungidos telespectadores, cuando lo vemos entre las letras del icónico letrero de Hollywood en Los Ángeles. Sin embargo, la secuencia protagonizada por Puigdemont carece de clausura porque ya no se le ha vuelto a ver reencarnado en mortal.

A pesar de los muchos testimonios visuales que inmortalizaron la presencia del aludido político en Barcelona, su calzado es lo que más polémica está despertando. Para unos comentaristas el señor corría en zapatillas, para otros en zapatos, al menos así apareció en la tribuna del Arco de Triunfo (momento ofrecido en directo por todas las cadenas de TV, incluida À Punt). Anima la disputa un tercer grupo que sostiene que el ciudadano Puigdemont caminaba en chanclas y sombrero de paja, como el profeta por el desierto. Y a la vista de los hechos, en chancletas se han quedado los aparatos del Estado.

Más allá del dilema de si el político corría con zapatillas de marca o en chanclas, surge otra pregunta: salvo alguna excepción ¿la participación olímpica española corrió con zapatos o en chanclas? Salvadas las dudas razonables, la respuesta se inclinaría por la última opción. Se puso de manifiesto que, desde los despachos, los muchos que se ocupan de los temas deportivos, no se consiguen las medallas. Pero sí son responsables directos de la falta de una política que coordine y sume esfuerzos en favor de quienes compiten en las diferentes especialidades.

En la cita de París 24 afloraron las costuras de la política sobre el deporte en España basada, sin duda, en el principio biomecánico de la chancleta. También podría ser que los responsables políticos no hayan explicado con suficiente claridad las prioridades de sus actuaciones. El presidente del Comité Olímpico Español, por ejemplo, podría salir y argumentar públicamente que ahora la apuesta es por un «deporte sostenible». Esto es, renunciar a la competición de alto rendimiento que cifra en milésimas de segundo la distancia entre el éxito y el fracaso de cuatro años de preparación.

No obstante, el descalabro de la representación española en París se ha tratado de amortiguar gracias a una intensa y extensa, todos los canales de RTVE, retransmisión durante todos los días de las variadas disciplinas olímpicas. Retransmisiones acompañadas por unos comentaristas a veces demasiado chillones (todavía me retumban los tímpanos del balonmano o de la natación), y no siempre bien documentados.

No sé si en lo puramente deportivo la pasada convocatoria olímpica ha aportado algo novedoso al desarrollo del deporte, pero desde luego sí para la industria televisiva que ha conseguido exhibir todo un espectáculo de música y color, concitando audiencias supermillonarias. Desde la sesión inaugural bajo la lluvia (aquella simulación de la última cena que tanto ha incomodado al sector conservador), o con el encendido y ascensión del pebetero, hasta la clausura con la interpretación que Sagazan hizo del Sous le ciel de Paris en un escenario espectacular. ¡Todo fueron puestas en escenas por y para la televisión y por y para la gloria de Francia!

Un detalle: las y los atletas salían a la competición, previa presentación en plan estrellas televisivas. Al nombrarlos aparecían en un escenario con forma de cubo (encuadre perfecto para la TV), iluminado con los colores de la bandera de su país. Desde ahí saltaban a la pista de competición: es el estilo con el que Tele 5, por ejemplo, presenta a los participantes en el talk show El diario de Jorge o en La vida sin filtros de Cristina Tárrega.

La clausura de los Juegos Olímpicos.

Resulta desconcertante hablar de los Juegos Olímpicos y tener que hacerlo desde una perspectiva tan localista, tan fragmentada. Desde la sesión inaugural, hasta la de clausura, pasando por el traslado a la próxima sede en Los Ángeles 28, toda una exhibición del nacionalismo emocional y algo casposo expuesto a base de banderas, músicas, colores y comparativas del medallero. Eso sí, a Rusia se le excluyó mientras que a Israel se le permitió pasearse por el estadio olímpico. Por cierto, ¿durante los JJ. OO. no deberían haberse detenido todos los conflictos armados del mundo?

El descomunal y exhibicionista montaje de las Olimpiadas consiguió millones de euros de retorno para París, miles de millones de telespectadores para las televisiones de todo el planeta. Incluso en TVE insisten una y otra vez que han cosechado audiencias extraordinarias, pero sin advertir que eran los únicos canales que retransmitían el evento (los nuevos directivos del Ente son así). Las autonómicas conectaban únicamente cuando el chicón local se había clasificado para la semifinal de alguna disciplina, pese a competir también en chanclas. ¿Es este el verdadero espíritu olímpico?

La grandilocuencia en imágenes e instantes para la gloria de esta convocatoria no puede ocultar los muchos asuntos a repensar. Como ya se ha dicho, el nacionalismo francés lo transpiraba cada imagen del París 24, sin embargo y referido al contexto más próximo, resulta destacable que algunos de nuestros medallistas no nacieron en España o el que varios medallistas extranjeros tenían entrenadores de aquí.

Otro detalle a propósito de la equidad de trato: por qué las chicas del vóley jugaban con un tanga tan escaso que ni les tapaba el hueso púbico, mientras que los chicos lo hacían con calzón cumplido. No les falta razón a las Clarisas de Burgos al solicitar a los responsables de la industria audiovisual que apliquen The Hays Code (1930) y a Sor Lucía que alquile sus hábitos al COE para cubrir el cuerpo de las deportistas y mejorar las finanzas del convento con lo recaudado.

De París siempre nos quedará el fantástico Diario de un paseante de Carlos del Amor (TVE). Al final de cada día, el periodista nos comentaba en su tono habitual los secretos del pebetero, de la Chapel o de la piedra con el patrón de los 100 centímetros. Su argumento es que el deporte de alto rendimiento no tiene que estar reñido con los contenidos culturales. Lo malo es que una vez clausurados los JJ. OO. hemos de conformarnos con una reposición más de Abuela de verano o El Gran Prix (La 1). ¡De nuevo en chancletas ante la tele!  

Escribe Ángel San Martín  

Radio Televisión Española ha realizado un intenso seguimiento de los Juegos Olímpicos.