Los informativos y la DANA

La etimología del sustantivo que encabeza estas líneas alude a la condición de ser testigo/prueba de un hecho o fenómeno. Condición a partir de la cual se construye un relato que, al menos en primera instancia, es de la máxima fiabilidad. Recurso con el que el periodismo humaniza la información en la medida que, además de la evidencia de los hechos, traslada a la ciudadanía las emociones que envuelven a quienes los aportan. Estos relatos, por tanto, constituyen un género de suma utilidad para que las diferentes ciencias sociales contribuyan a explicar y comprender los fenómenos objeto de interés.
Desde esta perspectiva resulta harto redundante y hasta contrario a la comprensión pertinente —en el sentido semántico— del fenómeno de la DANA que a todos nos tiene sobrecogidos. No solo por la reiteración de testimonios semejantes, a veces técnicamente poco cuidados por la disonancia entre imagen y sonido o porque cortan la conexión dejando con la palabra en la boca a la entrevistada o entrevistado (Ana Pastor, en La Sexta, al jefe de la policía municipal de Algemesí mientras citaba las disposiciones legislativas incumplidas).
Probablemente, por las urgencias del momento, además de mostrarnos los rostros desencajados de los ciudadanos, nos convierten en cómplices de datos e informaciones confusas que poco ayudan a posicionarse ante el suceso. Al final es difícil discernir si lo inconmensurable son las fuerzas de la naturaleza o la incompetencia de los gestores políticos.
Tras tantísimas horas de televisión con cámaras y periodistas en medio de las poblaciones asoladas, ¿qué novedad informativa puede ofrecer un ciudadano cuando en medio de la tragedia, se le pone el micrófono delante para que relate lo que está viviendo? En ocasiones con solo verles la cara de miedo y dolor es más que suficiente. Sin embargo, se carga tanto las tintas sobre el componente emocional que es imposible ver algo más allá del barrizal, explicar lo sucedido y planificar el camino a seguir.
Si además de las heridas humanas y materiales, se somete a la población a tanta presión en el plano primario, ¿no resulta comprensible la explosión desatada ante las autoridades en Paiporta? ¿Incluso en estas circunstancias y dado lo que sucede a nuestro alrededor, no habría que hacer una defensa comprometida de las instituciones públicas, pese a los flagrantes errores? Propósito al que contribuyen muy poco actuaciones como la de forzar el martes pasado en el Parlamento la votación para renovar el consejo de administración de RTVE.
El borbotón de imágenes, de producción de las distintas cadenas de TV o cedidas por quienes hicieron tomas espontáneas, ¿podrían estar contribuyendo a inmunizar antes los problemas estructurales que provocan estos desastres?, ¿cuánto tiempo va a permanecer en el recuerdo de la mayoría de la población escenas tan vívidas como las contempladas estos días? Aunque sea una persona que me despierta poca simpatía, el otro día la Sra. Villalobos (PP), repitió en varias ocasiones que ahora las televisiones hablan de la DANA e incluso invitan a los platós a científicos, pero «dentro de un mes todo se habrá olvidado y no os volverán a invitar» (59 Segundos de La 1 de RTVE).
Comentario que da pie para traer a colación el formato con el que las televisiones tratan la tragedia de la DANA. Desde los informativos hasta los especiales como La Sexta Xplica o El Objetivo (La Sexta), los magazines de la mañana de todas las cadenas y los de La 1 (RTVE) a la cabeza junto a los de A Punt, pasando por Todo es mentira (Cuatro) o La Roca (La Sexta).
En definitiva, la estructura narrativa seguida por las televisiones para informar sobre las inundaciones es idéntica a la adoptada cuando abordan la presunta corrupción de las mascarillas cometida por Koldo o el novio de la presidenta, cuando tratan los presuntos abusos de Iñigo Errejón o la especulación de la vivienda, la controversia por la audiencia entre Pablo Motos y David Broncano o el cruce de reproches entre Horizonte (Cuatro) y Conspiranoicos (La Sexta) a propósito de los bulos sobre la DANA. En fin, temas abordados bajo el formato del espectáculo televisivo de la palabra ruidosa.
Por exigencias del formato, aparecen las mismas colaboradoras y colaboradores ya se trate de una tragedia o de una agresión de género, del problema de los bulos o de las elecciones en EE. UU. Todo ello condimentado con testimonios a pie de calle e imágenes, no siempre de producción propia, condimentado con la aportación de algún «experto», si bien como se está comprobando el trabajo de indagación lo realizan periodistas de la prensa o de radio que de inmediato fagocitan las tertulias televisivas. En su conjunto, son formatos muy atractivos, por lo ágil de las narraciones, pero que contribuye en escasa medida a clarificar ideas y a fijar en la memoria las explicaciones de lo sucedido.

El formato adoptado recrea la información poniendo el énfasis en lo emocional, a cambio de dejar fuera de plano otras dimensiones que pudieran resultar relevantes, aunque, desde luego, menos atractiva para las audiencias. Y es que quienes tenemos una mente todavía analógica, hemos echado en falta el que, entre tantas horas de TV con lodo, mostraran un mapa clásico con la extensión geográfica de la tragedia. Nos habríamos formado una idea más cabal sobre las dimensiones de las tierras y poblaciones anegadas, por dónde pasa el río y el barranco, dónde descargó la primera tromba de agua y el itinerario por el que transcurrió. Función que no suplen las imágenes cenitales tomadas por los drones que sobrevuelan la zona anegada, muy espectaculares, pero escasamente explicativas.
Por el contrario, las mujeres y hombres del tiempo, de todas las cadenas, han utilizado la infografía dinámica para explicarnos cómo se forma una DANA, su evolución y hasta las variables que la convirtieron en imprevisibles. Nos mostraban su desplazamiento por la costa mediterránea e interiores, advirtiendo las zonas que están en peligro. Por cierto, al president Mazón, incluso disfrazado con el chaleco de emergencia, habría que darle una clase particular para ayudarle a interpretar esas imágenes de la circulación de aires fríos y calientes en la atmósfera.
En la misma línea, convendría exigir que en vez tanta tertuliana y tertuliano repartiendo culpas y linchamientos a izquierda y derecha, a individuos y a instituciones, nos ayudaran a interpretar las imágenes del Meteosat. Igualmente, en tanto que servicio público, las televisiones, deberían explicar qué es la AEMET, cómo se diseñan y despliegan los protocolos de emergencia, cuántas instancias están implicadas y qué responsabilidad tenemos la ciudadanía a la hora de cumplir las indicaciones de emergencia que se nos envían a través del móvil y, por qué no, cómo solicitar las ayudas publicitadas por las administraciones sin saber de leyes.
No nos podemos olvidar de lo sucedido ni de exigir responsabilidades, pero que alcance igualmente a los profesionales de los medios de comunicación. Las historias que nos cuentan también van cargadas de lodo, como el que dejará esa DANA llamada Trump. En fin, ¡por la memoria de todas las víctimas!
Escribe Ángel San Martín
