Un drama judicial intenso y emocionante
Hay en esta obra un cine enérgico vinculado a las tribulaciones, dimes y diretes del sistema de justicia francés. En esta línea, en 2022 aterrizó la brillante Saint Omer: El pueblo contra Laurence Coy, de A. Diop, juicio de una mujer senegalesa acusada de infanticidio. Vino en 2023 Anatomía de una caída, de Justine Trier, un juicio por un confuso asesinato.
Y ahora se añade a los dramas jurídicos franceses basados en hechos reales esta película de Cédric Kahn, un juicio que involucró en 1976 a Pierre Goldman (1944-1979), un judío de corte radical en lo político (Partido Comunista), acusado de matar a dos mujeres en un atraco a mano armada.
Antes del juicio
Nada más comenzar, antes de que Goldman aparezca en la pantalla, Kahn abre la acción con unas escenas contra dos de los abogados, Georges Kiejman y Francis Chouraqui, judíos los dos. Kiejman ha recibido una carta de Goldman explicando que lo iba a despedir por ser un «judío de sillón», insulto que indica pasividad, la inacción y que oculta el drama del reciente Holocausto.
Escena que está fuera de la claustrofóbica sala del juicio y establece un contexto crucial para la ira de Goldman. Sin demasiada exposición, Kahn muestra la ansiedad del mundo de Goldman y sus cicatrices del pasado (de la II Guerra, del nazismo y el antisemitismo), aún frescas.
Encuadre del proceso
Resulta singular y a la vez entretenida la forma en que se celebran los juicios en el país vecino, al parecer, según el cine (yo lo desconozco), algo un tanto extravagante, para mí al menos, es que se permite a los miembros del jurado hacer preguntas a los testigos. A medida que cada testigo va hablando, Kahn va desvelando el racismo imperante.
Se va rodando la acción en forma cuasi documental (buena fotografía de Patrick Guiringhellli), y el guion que el propio Kahn y Nathalie Hertzberg han confeccionado aparenta la regularidad de un documento histórico. Ello conllevó entrevistas detalladas con Kiejman y Chouraqui, así como un análisis a conciencia de artículos de periódico sobre el juicio.
Los guionistas hacen una labor de síntesis donde hay tanto información de uno de los juicios anteriores de Goldman, como información de su libro biográfico. Como consecuencia nos encontramos con una mirada sucinta, pero compleja a la vez, sobre un Goldman en plena batalla legal e incluso de supervivencia, pues le va la vida en ello.
Lo que viene se desarrolla mayormente en la sala del juicio, con una estructura sencilla por parte de Kahn. La acción apenas sale del salón, lo cual no quita para que, de manera brillante, muestre toda la complejidad de la figura central de Goldman, encarnado de manera sensacional por el actor belga Arieh Worthalter, que dota al personaje del carisma, la fuerza y la facundia que lo convirtieron en su momento en una figura destacada por su ideología izquierdista, su fuerza y su ahínco.
La verdadera historia como preámbulo
No es un Goldman fácil el que interpreta Worthalter, conjugando y mostrando una iracundia a veces contradictoria, junto a unos argumentos simples: «Soy inocente porque soy inocente», afirma en un momento el condenado, negándose a dar más pruebas porque hacerlo sería cumplir con la injusticia que se comete contra él. Todo ello mantiene el foco de la cámara en Goldman, mayormente por su intensidad y por su vehemente elocuencia.
No tardan en aparecer en escena el racismo y el antisemitismo de la sociedad, sobre todo de la policía, dejando Kahn que el testimonio y el desarrollo del juicio hablen por sí mismos.
Goldman es, como hombre de izquierdas que incluso ha luchado en guerrillas en Venezuela (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional), un ser vehemente y arrojado.
Regresó a Francia en septiembre de 1969 y en breve tiempo cometió tres atracos en París (una farmacia, una tienda de alta costura y a un agente de subsidios estatales). Detenido, Pierre Goldman reconoce su participación en los tres robos mencionados, pero niega rotundamente haber participado en el último atraco sangriento de la farmacia.
Apoyado por la izquierda francesa, el juicio de Goldman desata pasiones. En 1974, en un primer juicio, es sentenciado culpable y condenado a cadena perpetua. Pero el veredicto causó indignación entre la izquierda, hubo movilizaciones (comités de apoyo a Goldman para la revisión del caso). La prensa se interesó por el caso e incluso varias celebridades francesas de la época, como la actriz Simone Signoret, manifestaron públicamente su apoyo a favor de un nuevo juicio.
Finalmente, la Corte de Casación anuló el primer veredicto y ordenó la celebración de un segundo juicio. Al finalizar el segundo juicio, Goldman fue absuelto de los dos asesinatos y condenado a doce años de cárcel por sus tres primeros atracos. Gracias a una remisión de la condena, Pierre Goldman fue liberado unos meses más tarde.
Durante su estancia en la cárcel, escribió una novela autobiográfica de título, Souvenirs obscurs d’un juif polonais né en France (Recuerdos oscuros de un judío polaco nacido en Francia). El libro fue un auténtico éxito, con sesenta mil ejemplares vendidos, e hizo que la opinión pública simpatizara con su causa.
El personaje de Goldman y reparto
La película se centra en el último de los juicos. En su trascurso Goldman es todo un personaje vitoreado y ensalzado. Se ha convertido en un héroe popular, incluso para la intelectualidad, tras la publicación de las citadas memorias, donde detalla su vida como hijo de refugiados polacos judíos.
Kahn nos presenta a un Goldman engreído que por momentos se sabotea a sí mismo. Es también un personaje atractivo, idealista y cínico.
Pero el reparto es extenso, y está compuesto por excelente actores y actrices de reparto, además de Worthalter; figuras como Arthur Harari (abogado Kiejman), Jeremy Lewin (abogado Chouraqui), Christian Mazzuchini (abogado Bartoli), Sthéfan Guérin-Tillié (presidente de la sala), Aurélien Chaussade, Nicolas Briançon (el fiscal Garaud), Jerzy Radziwilowicz (el padre), Chloé Lecerf (Christiane, la novia), Laetitia Masson (psiquiatra), Maxime Tshibangu (testigo antillano), Paul Jeanson (policía y testigo dudoso), Arthur Verret, Priscila Lopes, Lucas Olmedo, Xavier Aubert (doctor Pluvinage) o Ambroise Sabbagh. Todos bien, sintónicos y corales.
Relato, la acusación y la defensa
Al juicio asistieron una gran cantidad de periodistas, así como el filósofo Regis Debray o la actriz Simone Signoret, convirtiéndose en una causa célebre tras los acontecimientos y revueltas de mayo del 68 que enfrentó al gobierno y al Sistema de Justicia Penal, contra la izquierda.
En el transcurso de la cinta, Kahn retoma el argumento, muy cargado de prejuicios por parte de la policía francesa, que señaló a Goldman como el culpable de los asesinatos en la farmacia, sin prueba sustancial alguna.
El único testigo ocular significado es un policía fuera de servicio, que recibió un disparo mientras el agresor huía y que nunca consigue contar su historia. Otro testigo, un antillano amigo de Goldman, afirma que la policía lo obligó a testificar en su contra.
Goldman admite los cargos de robo, pero niega con contundencia la mínima implicación en los cargos de asesinato en el robo a una farmacia. Su principal argumento es su propia palabra y se niega a que sus abogados llamen a ningún testigo, porque estima que su palabra es suficiente.
Está nuestro reo tan seguro de sí mismo que resulta convincente. Además, interrumpe a sus abogados, así como al fiscal del gobierno, Maître Garaud, utilizando el juicio como arma arrojadiza contra la policía y el estado, cada vez que puede, denunciando, ante el público que le es fiel, a una Francia que sigue siendo racista, antisemita e injusta. O sea, este drama judicial enfoca de manera directa a la injusticia francesa y las tendencias anti izquierdistas y antisemitas de aquel Estado de la década de 1970.
«Los judíos y los negros son lo mismo», afirma Goldman en uno de sus arrebatos, lo cual, aunque pueda parecer exagerado, plantea una verdad desagradable sobre la discriminación en el país galo, de la cual quiere dar testimonio este intenso filme.
También escuchamos al padre de Goldman, un héroe de guerra judío que le dio a su hijo una educación desde niño en la resistencia a los opresores, lo que lo impulsó a su hijo a adoptar el activismo de izquierdas más adelante (Cuba, Venezuela).
A diferencia de la mayoría de los dramas judiciales, aquí no hay respuestas fáciles, ni momentos en los que la música suene y reine la victoria: no hay banda sonora. Goldman parece un personaje demasiado difícil para un final de cierre fácil.
De otro lado, Goldman fue asesinado en 1979 y los acontecimientos que rodearon su muerte podrían dar lugar a una nueva película. Hay indicios de que el tal asesinato fue reivindicado por un grupúsculo de extrema derecha, Honneur de la Police (Honor de la Policía), pero hoy en día sigue sin esclarecerse.
Postdata: antisemitismo francés en el cine
Llama la atención que Kahn se haya ceñido en su relato y dejado sin contar una historia más amplia sobre esta figura. Pues la vida de este hombre fue rica en acontecimientos llamativos y en tragedia. Su madre lo abandonó volviéndose a Polonia para seguir el ideal comunista; el protagonista, como ya he apuntado, fue guerrillero.
A cambio de no abordar estos u otros capítulos adyacentes e interesantes (ya sé que todo no se puede), el filme sirve de mural donde se exponen los males que aún asolan a Francia, incluso al resto de Europa.
A propósito de esto y por referir el antisemitismo estructural galo, un mal que se pretendió esconder tras la Segunda Guerra Mundial y que se apunta en el filme, quiero recordar aquí algunas películas valientes que hablaron directamente de esta realidad histórica y actual: Lacombe Lucien (1974), de Louis Malle, que recreaba este ambiente en un joven analfabeto que colabora con los alemanes; también de Malle, Adiós, muchachos (1987), historia autobiográfica de amistad entre un chico católico de familia acomodada y otro adolescente de padres judíos, separado de la familia y oculto en un internado religioso (magnífica).
De 2000 en adelante, los títulos: Monsieur Batignole (2001), donde Gérard Jugnot, un charcutero tibio y pusilánime, acaba quedándose con la casa y las pertenencias de una familia hebrea. La redada (2010), polémica película de Roselyne Bosch en la que 13.152 judíos fueron arrestados y posteriormente encerrados en condiciones infrahumanas en el velódromo de invierno de París. O, más recientemente, Adios, Señor Haffman (2021), historia de infamia y rapacidad con un joyero parisino que cede su joyería a su empleado mientras dure la invasión nazi.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin