Enemigos (2)

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Perdón y redención

El cineasta David Valero ha desarrollado una carrera cinematográfica, tanto en sus cortometrajes como en los largometrajes, vinculada al cine independiente con una filmografía en la que podemos encontrar historias de ficción (Los increíbles, El Arca de Noé), pero también películas adscritas al género documental, como La vida más larga.

Enemigos (2025), en la que cuenta con un mayor presupuesto al incorporarse finalmente al proyecto una gran plataforma como Amazon, continúa por el camino trazado por el director alicantino –el germen de esta película está en un cortometraje anterior titulado Scratch– y lo primero que hay que destacar es que muchas de las características de su cine están presentes en su nuevo trabajo: la movilidad de la cámara, las pequeñas historias sociales vinculadas a un barrio, el rodaje anclado en el localismo o la mirada documental que sobrevuela la ficción.

Desde la secuencia inicial, Valero –que coescribe el guion junto a Alfonso Amador–, muestra los ingredientes con los que va a elaborar la película, situando en un primer plano el acoso como elemento disruptivo que trastoca la vida cotidiana de Chimo (Christian Checa); este elemento temático se conjuga a través de una cámara que acompaña al protagonista explicitando el punto de vista a través de su mirada (todo lo que veremos en la película tiene que ver con la posición que ocupa Chimo) y, finalmente, este conjunto se envuelve con una banda sonora de música urbana que incorpora una función narrativa que complementa el discurso de las imágenes.

Chimo es un joven que vive con su familia en un barrio humilde que raya la marginalidad. Trabaja en un supermercado y está pluriempleado como repartidor por las noches. Con un buen ambiente familiar todavía tiene tiempo de ocuparse de su abuelo que padece una demencia. Pero su vida está tristemente mediatizada por el Rubio (Hugo Welzel), otro joven que, desde los tiempos en que eran compañeros de colegio, ha establecido un acoso basado en las burlas y la humillación (Chimo padece una cojera), los robos frecuentes y la violencia física.

Un bullyng sistemático que le afecta a su vida laboral y personal. Una violencia con un fuerte impacto emocional cargada de tortura psicológica –incrementada por la sensación de cobardía al no ser capaz de defenderse– y que introduce de inicio el enfrentamiento –esa enemistad frontal visualizada en el cartel de la película– entre las figuras arquetípicas del bueno y del malo.

Una parte inicial deudora de la tradición del cine quinqui español de finales de los años 70 donde la violencia y el enfrentamiento servían para aflorar la realidad marginal, basculando entre el género policiaco y el drama social, en el entorno de las grandes ciudades.

Pero Enemigos, sin abandonar este contenedor marginal que ata a los personajes a la realidad que los rodea, va girando su discurso basado en el enfrentamiento para centrarse en cuestionar la bondad y la maldad de Chema y del Rubio, adentrándose en un terreno más resbaladizo donde se cuestiona la actuación y los límites morales de los personajes, poniendo de manifiesto la complejidad del ser humano, donde ni uno es tan bueno ni otro tan malo.

Por un azar del destino, el desequilibrio entre los dos protagonistas se trastoca introduciendo cambios en la figura del acosador y acosado, enmarañando el papel de la víctima y el verdugo. El debate entre la venganza y el perdón, relativamente claro en principio, se tambalea cuando entran en escena las circunstancias sociales que devienen de la dramática situación familiar –encarnada en el violento padre del Rubio–. El espectador o espectadora encontrará fácilmente las referencias cinematográficas a otros filmes (desde un conocido éxito del cine francés pasando por un título de Clint Eastwood), tanto en la temática como en el uso de las imágenes (ese hate tatuado en una mano del Rubio).

Foto: Juanma Bernabeu/Vertice360

La consecuencia es una evolución en el arco de transformación de los personajes –aunque como hemos indicado el punto de vista se focaliza en Chimo– que permite que el lenguaje de la violencia se sustituye por aquellos elementos que los dos protagonistas, con universos tan dispares, puedan confluir. En este sentido, la creación musical urbana (las bases rítmicas, las letras, el rap, el trap) establece el lazo que une a los dos personajes; unas letras que el realizador explicita mostrando los textos en la pantalla en diferentes momentos de la película.

David Valero afronta la película desde el corazón, desde los sentimientos, ello hace de la película un relato emocionado, llegando casi a romantizar la marginalidad, pero en ese cine visceral, apasionado, se descuida en ocasiones la escritura que certifique la evolución de esos personajes, las subtramas o el dibujo de los personajes secundarios. Esta carencia se disimula con el acertado trabajo actoral de Christian Checa y Hugo Welzel que son capaces de interiorizar la transformación de sus personajes más allá del texto del guion.

Enemigos es una historia de redención, una historia de segundas oportunidades, una historia donde se visibiliza que prejuzgar a las personas puede esconder la posibilidad de encontrar un punto en común. La película apuesta por el valor de la familia basada en el respeto y la educación frente a la violencia, confía en el amor y en la capacidad de perdonar como elementos necesarios para superar la confrontación y el rencor.

Escribe Luis Tormo