Interstellar (Interstellar, 2014)

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Una odisea en el espacio, según Nolan

interstellar-1Muchos éramos los que esperábamos con ansias el nuevo trabajo de Christopher Nolan, o mejor dicho de los hermanos Nolan —pues ambos colaboran activamente en la creación de sus particulares ficciones, aunque el primero siempre tenga el mayor peso del proceso— después del cierre de su trilogía sobre El caballero oscuro (2005-2012).

Interstellar, por supuesto, poco tiene que ver con sus episodios sobre Batman pero resulta la evolución lógica y llevada al límite de su anterior obra de guión original, Origen (2010).

En esta última, Nolan nos proponía un mundo infinito de sueños en el que nos hacía navegar por su interior a su antojo, y nos proporcionaba un manual de instrucciones quizás demasiado explícito y forzado con calzador para que su público de masas no se quedara perdido en el trayecto, aunque igualmente salía airoso del entuerto.

En Interstellar, tenemos el equivalente de lo que Origen brindaba. Se trata de un viaje alucinante a un mundo infinito de mundos galácticos con la excusa de que la Tierra se está convirtiendo en un planeta inhabitable y un equipo de astronautas y científicos debe encontrar un nuevo espacio con condiciones propicias en el que poder emplazar a la raza humana y no se extinga.

En esta ocasión, su alambicada historia no es expuesta de forma tan evidente y aquí los sentimientos juegan un papel determinante en el futuro de la Humanidad. Interstellar no contiene tantas concesiones al público aunque por supuesto Nolan sabe que su producto es consumido por un amplio espectro de espectadores. Consciente de este hecho, se pone más “serio” que en otras ocasiones y, pese a algunos desajustes que ya estaban en Origen, Nolan nos regala su obra magna hasta la fecha.

Hay un trabajo técnico perfecto en toda la cinta y un planteamiento estético que gustará a unos y repelerá a otros. Por supuesto, su fotografía, banda sonora, diseño de espacios, elección de actores y demás elementos de elaboración son de altísimo nivel. Nolan, además, practica la impronta estilística como queriendo dejar su sello personal: reiteración de planos, colocación de cámara recurrente, cromatismos determinados…

Por otro lado, Nolan practica una estimulante doble dialéctica: la de hacer una conjugación insólita entre las emociones y las ecuaciones cuánticas, haciendo que el detalle del sentimiento personal se mezcle con un desafío al intelecto. Y ambos elementos acaban íntimamente vinculados en una sucesión de grandes preguntas a las que responde de forma hermosa. Otra cosa es que le compremos sus ideas pero aquí abriríamos otro debate extracinematográfico.

Odisea trascendente

Diríamos que Interstellar es a Nolan lo que 2001, Una odisea en el espacio (1968) fue a Kubrick en su día, algo así como una apoteosis de pensamiento sobre el binomio hombre-máquina, las posibilidades infinitas del universo y la interacción del ser humano con el cosmos, siendo los sentimientos mediadores de ese viaje inabarcable que se desarrolla en diferentes espacios y tiempos. En este sentido, Interstellar es la cinta de ciencia-ficción más importante de este siglo.

La densidad de sus ideas, la multiplicidad de temas y subtemas, la posibilidad de múltiples lecturas y la necesidad de futuras revisiones de la cinta hacen que sea una película inabarcable en toda su inmensidad de elucubraciones, al menos en un primer visionado. Lo que sí queda claro en su primera impresión es que estamos delante de un acontecimiento trascendente para el cine, aunque uno no esté muy seguro de la magnitud de esa trascendencia.

Nolan nos brinda un artefacto de proporciones y duración épicas que nos descubre alternativamente toda su perfección e imperfección en cuanto a la narrativa y la guionización cinematográfica. Lo cual no tiene por qué ser necesariamente algo malo porque Nolan nos lleva a su antojo entre diferentes mundos físicos y mundos íntimos: va desde la majestuosidad de los viajes espaciales en el tiempo hasta la nimiedad de las tragedias individuales de unos personajes a la deriva.

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Cierto es que hay momentos que parecen no casar con la ambición de la propuesta: líneas de diálogo un tanto ridículas, apariciones y situaciones obvias y muy manidas, escenas que alargan el desarrollo innecesariamente, en definitiva, esas concesiones de las que antes hablábamos y que van haciendo aparición intermitentemente, lastrando algunas de sus partes —las que menos, seamos justos— pero no llegan a hacer daño ni siquiera colateral en un todo colosal.

Dentro de la eclosión de tiempos, espacios, personajes y líneas narrativas múltiples, Nolan nunca pierde el dominio de lo que cuenta. El lío que enmaraña va paulatinamente siendo explicado para que nadie pierda ningún cabo o al menos salga de la sala con la intención de no haber captado el espíritu de la idea, pero lo hace casi de forma imperceptible, haciendo una narración fluida de lo que a priori parecía que no tendría fluidez alguna. Lo que demuestra que Nolan sabe cómo formular un espectáculo poderoso aunque en momentos se ponga un tanto cursi o en otros saque a personajes de la chistera que aportan más bien poco a su ideario apocalíptico.

Pero lo que logra es que nosotros viajemos con él; con él y Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Matt Damon o incluso Jessica Chastain, todos ellos notables en sus roles —aunque no excelsos—, y es en esa lanzadera que entramos y que nos transporta a un triatlón cósmico fascinante lo que debería considerarse como el gran acierto de la propuesta.

Queda claro que Nolan y sus secuaces son unos grandes prestidigitadores de la imagen y la historia, aunque nos ponga trampas innecesarias en el camino o se deje llevar por algún agujero negro que podía haber obviado sin causar estragos en su tabula rasa. No estamos delante de una película perfecta aunque esté cerca al mismo tiempo de la maestría. 

Escribe Ferran Ramírez


Más información en Encadenados

Origen (Inception, 2010)

El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008)

Following (Following, 1998)

Monográfico sobre Christopher Nolan

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