¿Nadie es culpable?
Quizás la película que mejor defina el concepto “crisis económica” sea Las uvas de la ira. En ella se retrata el shock que supuso el crack del 29 en los Estados Unidos: Tom Joad regresa a casa tras cumplir condena en prisión, pero el hogar que encuentra nada tiene en común con el que dejó. La imagen que tenía en su cabeza se rompe en mil pedazos según se aproxima a su antigua morada.
Los años 30 en aquellos lares fueron de tremenda pobreza pues, como refleja el filme de John Ford, familias enteras fueron desarraigadas y obligadas a dejar su hogar, un hogar destruido por el gobierno que obligó al pueblo a buscar lo que ya había ganado años atrás. Viéndose forzados a abandonar todo lo que conocían con la promesa de encontrar un destino peor que el que les esperaba años antes.
Esto no hace sino reafirmar la teoría de que el universo es un enorme bucle en el que todo es cíclico, los mismos patrones se repiten en el futuro pero, generalmente, no son las mismas personas los que lo sufren. Han sido ya varias las crisis económicas que se han sufrido mundialmente durante el capitalismo y otras tantas acaecerán en el futuro, de las que no seremos testigos.
Estos ciclos provocan inestabilidad, aunque el ser humano se haga a la idea de cómo va a transcurrir su perecedera existencia dichas elucubraciones no son más que eso, predicciones que pueden o no cumplirse. Y eso es lo que pasó en Estados Unidos en 1929: familias enteras perdieron su modo de vida, todo aquello que conocían les fue arrebatado desde las clases más bajas hasta la clase media y en algunos casos las más altas.
Esta sacudida provocó que familias acaudaladas tuvieran que cambiar su vida de arriba abajo, en Esplendor en la hierba vemos cómo un rico Warren Beatty no encuentra apoyos en su amor por una Natalie Wood situada en otra esfera, una relación repleta de altibajos con un final inesperado generado por la caída en picado de la bolsa. Poco importa a quién amas cuando son los destinos y circunstancias los que unen o separan.
Cuando una época nefasta llega a cualquier sociedad sin importar la época, lo primero que hace es el ser humano es buscar un culpable al que poder enfrentarse y subsanar una ira devenida de un estado de impotencia provocado por la incertidumbre. He ahí la palabra clave: incertidumbre, un concepto no tallado a la medida de la mente del hombre.
Si hay algo que nuestra mente no concibe es la ambivalencia, la falta de respuestas, en la mayoría de ocasiones buscamos la más próxima y sencilla para quedar tranquilos, pero en casos de crisis económicas graves como el crack del 29 o la que estamos viviendo en la actualidad, al girar la cabeza en busca de algo o alguien sobre el que descarga nuestra impotencia nos encontramos con el mismo problema que la familia Joad, nadie puede señalar a alguien determinado. Cuando en el filme preguntan son remitidos a entes compuestos de seres indeterminados, siendo demasiado similar a los acontecimientos actuales.
Existen, claro está, cabezas de turco que sufren golpes que en cierto modo les pertenecen, pero también otros con las que actúan de colchón ante los verdaderos culpables. Personas en la sombra, con grandes recursos, cuyos nombres son desconocidos por el ciudadano medio.
Y es que así es como lleva funcionando el mundo durante demasiado tiempo: grupos de personas inidentificadas son las que dominan el mundo mientras que el pueblo es el que lo hace girar y funcionar. Las grandes esferas poseen en sus manos un enorme poder sobre demasiados congéneres.
Claro que existen culpables con nombres y apellidos que se ven beneficiados, incluso en momentos de tremendo sufrimiento para el resto de los mortales, pero dichos individuos nunca saldrán a la luz. En los años 30 en USA se consiguió volver a dominar y controlar a familias que ya habían encauzado sus vidas y se triunfó en una tarea mucho más compleja, los precios de mercado bajaron y el gobierno tomó su control absoluto.
¿Nadie es mejor que nadie?
En los momentos de depresión se da un fenómeno cuanto menos curioso, y es que las clases sociales se polarizan. La denominada clase media o bien se hace más rica o bien cae hasta situarse en las clases menos favorecidas.
El crack de la bolsa afectó a aquellas familias bien situadas —como muestra Esplendor en la hierba— que esperaban seguir su ascenso con la ayuda de los valores del parquet estadounidense. En lugar de subir la montaña cayeron hasta la falda, teniendo que volver a trepar por ella por caminos diferentes.
Las diferentes crisis que se han sucedido a lo largo de la historia, nos muestran cómo pueden sacar lo mejor y lo peor del ser humano. En La noche del cazador Robert Mitchum hace lo imposible por robarle dinero a un hombre muerto a costa de unos pobres e indefensos niños, su carácter empeora debido a la paupérrima situación que vive ante de la falta de dinero. Por otra parte, encontramos a la anciana que recoge a niños huérfanos para cuidar de ellos a pesar de no encontrarse en una situación privilegiada.
Como los tatuajes de Harry Powell, las crisis despiertan amor y odio en el ser humano. Mientras algunas personas intentan luchar y seguir hacia adelante, muchas otras se obcecan en ver el lado negativo, que claramente supera al positivo, y se hunden.
El papel de Shelley Winters nos muestra a aquellos que desean encontrar una salida fácil, en una época en la que era complicado ser una mujer sin un hombre a su lado. Ella elige no luchar por el bienestar de sus hijos sino seguir el sencillo camino que le marca el hombre completamente desconocido que acaba de entrar en su vida.
Ante unas mismas circunstancias se pueden dar infinidad de reacciones diferentes, es en momentos extremos cuando el ser humano saca a relucir su verdadero yo. Es muy sencillo ser el héroe cuando todo va bien y existen medios y reconocimiento ante las acciones acometidas. Lo difícil es sacar un carácter luchador y las garras ante unos monstruos que, a priori, parecen imposibles de vencer.
Por ello Tom Joad se convierte en uno de los mejores antihéroes de la historia: buscado por la justicia, no se trata más que de un hombre que no puede aceptar el sufrimiento e injusticias cometidos contra los que él quiere.
Seguir adelante
En momentos de incertidumbre e inestabilidad económica es cuando el ser humano ha de luchar por mirar hacia un futuro que ha quedado desdibujado pero que se puede volver a construir.
Siguiendo con la inconmensurable Las uvas de la ira, en ella vemos a las diferentes generaciones de Joad y modo de afrontar lo que les ha sucedido.
Resulta hermoso a la vez que triste ver cómo los abuelos de la familia no pueden, ni quieren, dejar su casa atrás. No sobreviven a la aventura del cambio de localización, ellos ya han completado su misión en la vida, han criado unos hijos que a su vez ya son padres y casi abuelos y les proporcionaron un hogar y modo de vida dignos. Es por ello que pueden morir en paz, su final es injusto y no hace honor a por lo que ellos han luchado: hubieran preferido morir en su tierra pero por otro lado somos testigos de cómo su sufrimiento ha servido para que las futuras generaciones hayan tenido una oportunidad. Sus hijos seguirán cuidando de la familia y es de recibo mencionar el bebé que está en camino y para el cual lo que vivieron sus padres será totalmente ajeno, naciendo en un “nuevo mundo”.
Los niños protagonistas de La noche del cazador muestran cómo una lucha encarnizada puede tener grandes resultados para aquel que se ve envuelto en ella. Aún cuando no tienen a dónde ir no pierden la fe en poder huir y acabar en un sitio mejor. Costándoles tener graves problemas de confianza que podrán superar poco a poco con la ayuda de personas dispuestas a mirar más allá de sí mismas.
Por su parte, el personaje de Warren Beatty en Esplendor en la hierba mira al futuro desde una perspectiva que jamás hubiera imaginado pero al menos tiene un futuro. James Stewart en ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra, también se ve sacudido por unas circunstancias que no pudo evitar pero es él quien elige si continuar con su vida o no.
El ser humano ha de jugar con las piezas que le tocan, no pudiendo cambiarlas por otras mejores pero siendo capaz enfocar las situaciones a las que se enfrenta de diversos modos. Las piezas son definitivas pero no definitorias del destino de su dueño, permitiendo hacer diferentes jugadas.
Escribe Sonia Molina