El neorrealismo italiano

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No era una escuela, era una atmósfera 

OssessioneCuando pensamos en las películas italianas de las más populares, siempre nos dirigimos a la maravillosa producción cinematográfica que tuvo lugar en la segunda postguerra, al final de los cuarenta en el Belpaese y que ha quedado en la historia como una joya que aún permanece incansable en el tiempo.

Directores como De Sica, Rossellini, Visconti, Antonioni y Fellini influenciaron con su presencia la visión y la consideración del cine italiano en el mundo, alejándose un poco de la imagen comercial que se le había conferido en Hollywood.

De hecho, desde entonces, el cine empieza a obtener un mayor impacto cultural, más que considerarse una mercancía en continuo desarrollo.

La exigencia de una renovación cultural más “democrática” llevó a estos artistas a  concentrarse en nuevos recursos cinematográficos, característicos de esta fase.

Por ejemplo, el abandono de una narración novelesca y la utilización de un montaje “roto”, alternado; tomas en el exterior, por las calles y con actores no necesariamente profesionales; y, sobre todo, el interés hacia temáticas “incomodas”, como la miseria real de aquellos años y la pobreza repentina en la que debía vivir la gente de esa época.

Para poder observar la vida cotidiana de los personajes y sus íntimas realidades, el estilo documental resultaba el más apto: literalmente, la cámara tiene que seguir al sujeto, para capturarlo integralmente.

En fin, el neorrealismo no hay que definirlo como una escuela cinematográfica, sino más bien como el atmosfera que se respiraba en el postguerra y que contribuyó a la formación de una nueva identidad nacional para las masas de italianos en una época de desilusión muy fuerte.

En la desesperación y estado de pobreza y miseria en la que vivía el pueblo en aquellos años, el neorrealismo restituye al público su identidad social, demuestra que es capaz de tomar decisiones propias.

Visconti: desde Obsesión a Rocco y sus hermanos

ladron-de-bicicletas-2Luchino Visconti representa indudablemente uno de los primeros directores en inaugurar la época en cuestión. De hecho, Obsesión, uno de los filmes más discutidos y populares del director, es considerada la primera película neorrealista por definición. El guionista Mario Serandei fue el primero en utilizar este término refiriéndose justamente a esta joya del cine.

La expresividad y la carga emocional, más la ambientación, relucen en esta nueva corriente que cambia por completo las convenciones y la tradición fascista precedentes.

La historia de amor y pasión entre Giovanna y Gino es una tormentosa vicisitud que encadena los personajes a un sueño que la cruda realidad contribuye a transformar en una terrible y auténtica pesadilla. La desesperación de quien ya no cree en sus posibilidades en unos tiempos difíciles conlleva que lo inimaginable se convierta en algo absolutamente normal.

Pero el aspecto más neorrealista se muestra, sin duda, en la descripción de la vida de las personas comunes, la ambientación en ciudades nunca tomadas en consideración antes en el cine y las situaciones típicas de la vida cotidiana.

La ilusión es el sentimiento más fuerte que exhala a través de las imágenes y de los personajes que esperan una vida mejor. Encima las calles de Ancona (donde se rodó el filme) son un testimonio precioso de cómo aparentaba la ciudad antes de los bombardeos que destruyeron completamente su aspecto original, pocos meses después del rodaje.

De la desilusión, con La tierra tiembla Visconti pasa a la descripción de un sistema económico capitalista opresivo y degradado que genera una explotación del sistema obrero y de los trabajadores más humildes.

La punta neorrealista, en este caso, llega a la denuncia social y política, cuando una tragedia natural no encuentra una solución ni siquiera en el núcleo familiar, completamente destruido.

El dialecto siciliano marca considerablemente el lado más auténtico de los personajes y su estatus social de degrado y pobreza.

En Rocco y sus hermanos, emerge otro aspecto importante para subrayar: el contraste entre los personajes de la familia Parondi y la ciudad en la que viven, Milán.

El paisaje milanés es gris, nublado, oscuro; la madre y sus hijos son parte de un núcleo familiar sofocante, qua casi no pertenece al ambiente externo.

Visconti ha sido un pintor de la condición social italiana de los años de postguerra: ha realizado un cuadro delicado y al mismo tiempo chocante de una realidad que no deja espacio a la imaginación, sino simplemente a los recuerdos para quien ha vivido en persona esos tiempos pasados.

Rocco

Rossellini y De Sica: el cine del carpe diem

Una característica fundamental que hermana las películas de estos dos directores símbolos del neorrealismo italiano es la capacidad de rodar unas escenas en el momento, es decir, sin programarlo previamente.

Roma, ciudad abierta, con la gran Anna Magnani, es otro manifiesto del neorrealismo: Rossellini construye la película escena por escena confiando en las situaciones del momento.

Justamente esto da a la película la carga emocional de la que el espectador toma parte en completa sintonía. La mujer desesperada, protagonista del filme, es la metáfora de un país en declive que lleva dentro un grito roto, cortado por la pobreza, la miseria, la guerra.

La utilización de un rodaje “casual”, del momento, implicaba también estar pendiente del humor de los personajes, de los ambientes, de los lugares: el guion se convierte en notas tomadas y no en esquemas para seguir, porque este esquema está totalmente abolido.

Roma ciudad abierta es la demostración de que algo está cambiando y que la narración “rota”, “casual”, fragmentada no es nada más que la representación de los personajes presentes en la película misma, el espejo de una situación de degradación humano, donde una mujer desesperada encarna la historia de todas las mujeres de la época y se cruza con las otras historias de gente normal, que lucha durante la Resistencia italiana.

Una viuda madre de un niño, un militante comunista, un artista… Todos con un mismo destino, pero cargados de ganas de luchar; desafortunadamente, es una lucha impotente, sin posibilidades de triunfo.

En El limpiabotas, dirigido por Vittorio De Sica, todo se desarrolla en el plan psicológico y social desde el punto de vista de la infancia, en una Italia de la postguerra donde se denuncian todas las violencias hechas a los niños, los seres más débiles.

En esta perla cinematográfica se alcanza un nivel emocional y real muy fuerte, donde todo aparece como ya vivido, como en un recuerdo.

De gran impacto, Ladrón de bicicletas, del mismo De Sica, en la que la dignidad de un hombre desesperado y destruido por la miseria se pierde en un gesto débil, vergonzoso, ciego, pero necesario quizás para entender que todo es posible cuando rozas la pobreza y el hambre.

Una película de mucha humanidad, que es la única riqueza visible en la miseria de la ciudad donde la bicicleta llega a ser el humilde objeto que ofrece al protagonista la esperanza de sobrevivir en una cruda realidad.

Estas películas, donde todo sucede porque cogido en el instante en el que estaba pasando, todo es relativo, desde los personajes hasta los paisajes… Nada sigue un  procedimiento lineal de los acontecimientos, ni siquiera la narración. Todo está bajo cierta incertidumbre, porque esta es la realidad.

giulietta

Fellini, Antonioni y Pasolini: desde la realidad al sueño

No se pueden olvidar otros grandes nombres que han dejado sus huellas en esta época tan reconocida como la más representativa del cine italiano.

Michelangelo Antonioni, le podemos mencionar por muchísimas películas, desde Desierto rojo a Blow Up (donde, por cierto, nos revela que la realidad es absolutamente subjetiva), pero es oportuno concentrarse en el filme Crónica de un amor donde los cambios de clase social llevan a los protagonistas a perder completamente sus valores, como los de los dos amantes que se rencuentran en esta historia.

En el cine neorrealista podemos encontrar diferentes ambientaciones, conversaciones banales mezcladas con diálogos de un espesor relevante, igual como pasa en la cotidianeidad a los seres humanos: la influencia que tenemos por parte de diferentes estímulos.

A veces, confundimos la realidad de los personajes con sus pensamientos alucinatorios, sueños y recuerdos: todo está desarrollado para que nos sumerjamos en este mar de sensaciones que nos trasmiten con poca claridad.

Esta, por ejemplo, es una peculiaridad del gran maestro Federico Fellini que, desde 8 y medio y Amarcord hasta Las noches de Cabiria, nos recuerda que nuestro entorno está hecho de cosas visibles y cosas invisibles, las que llevamos dentro y que, a veces, confundimos con la realidad.

Esta es la “nueva realidad” que todos conocemos, pero que pocas veces aceptamos como tal porque nos da miedo reconocer nuestras debilidades y nuestras emociones más intensas y escondidas.

Giulietta de los espíritus es un claro ejemplo de esta ruptura/continuidad entre realidad y sueño, imaginación y recuerdo que es todo parte de nuestra “fragmentaria unidad”.

Por último, cómo no mencionar al gran Pier Paolo Pasolini, que, en realidad llega un poco más tarde (en los años sesenta) con su producción cinematográfica, respecto a los citados arriba.

Algunos de sus personajes más auténticos y recordados como tales en sus películas, parecen recrear las características típicas del neorrealismo, pero con algún punto de alejamiento que necesitaría un estudio aparte por su gran impacto cultural.

Por ejemplo, como no olvidar, el Accattone, un proletario romano que conduce su vida sobreviviendo sin conseguir dejar la desesperación que le lleva al robo y a la prostitución de su querida.

La película es, obviamente, una imagen clara del bajo proletariado que vive en las periferias de las ciudades italianas sin posibilidad de mejorar sus vidas.

La historia del neorrealismo italiano, en fin, es la historia de los vencidos, de los pobres y míseros, de los humildes, de los héroes de los suburbios, de quien desespera esperando: condición aún muy actual en el Belpaese y no sólo de él.

Escribe Serena Russo

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